En el mundo actual, las leyendas sobre el asesinato de recién nacidos débiles se remontan a la Antigua Grecia y se perciben con horror y disgusto. Sin embargo, hoy en día esa brutal práctica todavía persiste en algunos rincones del mundo, y sobre todo en lo profundo de Brasil, en la selva amazónica.
Así, la periodista Ekaterina Pervysheva rememora, en un artículo para el portal Lenta, la historia de Hakani, una niña de la Amazonia nacida en 1995, que a sus dos años no fue capaz de hablar y caminar, por lo que los miembros de su tribu decidieron darle muerte.
Consideraban sus integrantes que si un niño tenía alguna discapacidad, entonces no tenía alma y debía ser matado "como un animal". Los padres de la menor no se atrevieron a matarla y se suicidaron. Su hermano mayor tampoco accedió a enterrar a la niña viva –práctica común en algunas tribus amazónicas– y su abuelo, aunque le disparó una flecha, se arrepintió de tal modo que también intentó suicidarse.
Afortunadamente, la chica sobrevivió, y su hermano recurrió a dos misioneros evangelistas brasileños, Marcia y Edson Suzuki, para que la salvaran.
Con ayuda de médicos, la pareja logró curar a Hakani, que algo después aprendió a caminar y hablar. Más tarde, los Suzuki adoptaron a la niña y la llevaron a la escuela, donde llegó a graduarse.
Una ley para acabar con los infanticidios
Historias parecidas a la de Hakani, de tribus que deciden deshacerse de niños débiles o enfermos, son muy comunes, dice la periodista. No obstante, algunos antropólogos tachan de "gran error" la intervención de los misioneros cuando buscan impedir que esos infantes sean matados, ya que, según ellos, eso "afecta las prácticas culturales" de las comunidades indígenas.
La polémica desatada alrededor del asunto genera preguntas sobre si el Estado debe interferir ante ciertas prácticas arraigadas entre los indígenas y que se perciben como "inhumanas" para el 'mundo civilizado', pero que han sido utilizadas por esas tribus para asegurar su "supervivencia" desde tiempos inmemoriales.
El problema, opina Pervysheva, reside en las contradicciones de las leyes brasileñas. Así, la Constitución de ese país dicta como inalienable el derecho a la vida para todos cuantos viven en su territorio. Pero, por otra parte, esa misma ley superior reconoce el derecho de los indígenas a la autodeterminación y a su propia cultura, sus costumbres y tradiciones.
Simultáneamente, hay en Brasil una ley –de 1973– según la cual el nivel de integración en la sociedad determina si un individuo puede o no ser llevado ante la justicia conforme a las leyes federales. Sobre esa base, los indígenas no pueden ser juzgados por infanticidio.
La polémica podría ser resuelta por una normativa conocida como 'Ley de Muwaji' que, presentada en 2007, fue aprobada por la cámara baja del Parlamento brasileño y todavía espera por la consideración del Senado.
El proyecto de ley establece medidas concretas para prevenir el infanticidio en esas tribus. Y mientras antropólogos brasileños se oponen a la iniciativa, tildándola de "medida represiva contra los indígenas", activistas sociales y organizaciones que promueven los derechos humanos esperan que sea finalmente aprobada y ayude a acabar con esa brutal tradición.