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El capitán Sudani: el espía iraquí que se infiltró en el Estado Islámico

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The New York Times ha publicado la historia de un hombre que llegó a ser una pieza clave en la lucha antiterrorista en Irak y ayudó a evitar más de 30 atentados.
El capitán Sudani: el espía iraquí que se infiltró en el Estado Islámico

Hubo una época en la vida de Harith al Sudani en la que nadie hubiera podido llegar a imaginar que estaba destinado a convertirse en uno de los mejores y más importantes espías de Irak. 

Sin embargo, una oportunidad inesperada se cruzó en el camino de este joven técnico informático que había fracasado en la universidad y llevó durante varios años una vida dispersa y sin objetivos concretos: en su necesidad de combatir el crecimiento de la amenaza terrorista en el Irak post-Sadam, la inteligencia iraquí fundó una unidad de élite, conocida como 'Los Halcones' de la que Harith acabaría formando parte. The New York Times contó su historia este domingo. 

Al Sudani realizó su primer servicio para la inteligencia iraquí en 2013, monitorizando el tráfico web y las llamadas telefónicas de personas sospechosos de mantener vínculos con el terrorismo. Al año siguiente dio un paso de gigante en el terreno del espionaje y se presentó voluntario a uno de los trabajos más peligrosos del mundo: infiltrarse como agente encubierto en las filas del Estado Islámico. 

Sus superiores directos recuerdan ahora que lo hizo motivado por las fotografías de niños muertos en los atentados perpetrados por la organización terrorista. Después de todo, Harith también era padre, y no estaba dispuesto a permitir que eso siguiera ocurriendo. 

Ascendido e infiltrado

En cualquier caso, le ascendieron a capitán y le empezaron a entrenar para hacer posible su infiltración. Al Sudani era chiita, pero tenía la ventaja de haber vivido durante años con su familia en Ramadi, corazón del sunismo, y podía imitar el acento de aquel lugar para no levantar sospechas en el seno del Estado Islámico, que profesa un sunismo extremista. Más trabajo le costaría familiarizarse con los ritos culturales y religiosos suníes, pero acabaría lográndolo tras un escrupuloso y tenaz estudio del Corán. 

Como cuenta The New York Times, cuando llegó el momento preciso, adquirió una identidad ficticia –se convirtió en Abu Suhaib, un vecino desempleado residente en un barrio suní de Bagdad–, y se adentró en una mezquita de la localidad de Tarmiya en la que solían reunirse varios miembros del Estado Islámico. Al Sudani pasó un día entero allí, y cuando salió, ya era miembro de la célula terrorista local.

Pocas semanas más tarde, se le asignó un papel primordial en la logística de la organización. Hacía de contacto entre diversos grupos de terroristas suicidas o se le pedía que condujese coches cargados de explosivos. En cada ocasión, informaba puntualmente a la Inteligencia iraquí, para que abortara la operación en curso.

'Los Halcones' intervenían entonces el material explosivo y a menudo organizaban simulacros de atentado, llegando a emitir notas de prensa reportando daños falsos y hasta números de bajas que jamás tuvieron lugar. Todo para proteger la coartada de Al Sudani.

Se calcula que mediante este procedimiento se lograron evitar más de 30 atentados, con la innumerable cantidad de vidas humanas que ello implica. El infiltrado también facilitó contactos e información que permitió detener a varios dirigentes del Estado Islámico. 

Descubierto y desaparecido

Sin embargo, algunos episodios en los que Al Sudani se vio obligado a mentir para ocultar su condición de infiltrado levantaron las sospechas de sus superiores en la organización terrorista.

En 2016 se le encargó una misión similar a muchas otras que ya había llevado a cabo: transportar explosivos en una camioneta, para utilizarlos en un gran atentado previsto para diciembre de ese año. Como de costumbre, Al Sudani aceptó la misión y en el momento justo contactó con 'Los Halcones' y pactó con ellos la intercepción. Lo que no supieron en ese momento es que el Estado Islámico había insertado dos micrófonos en el vehículo, con los que pudieron escuchar las conversaciones entre el conductor y la Inteligencia iraquí. 

Al año siguiente encargaron a Al Sudani la que sería su última misión. Le enviaron a una granja en las afueras de Tarmiya. Nunca regresó de allí. Dado que Tarmiya era ya por entonces una localidad controlada por el Estado Islámico, las fuerzas iraquíes tardaron meses en poder acometer una misión de rescate en la zona, que además no dio resultados. Jamás volvieron a ver a Harith Al Sudani. 

Poco después, el Estado Islámico publicó uno de esos videos en los que aparecen terroristas ejecutando a personas con los ojos vendados. Munaf, el hermano de Harith, no tardó en reconocerlo entre las víctimas. "Crecí con él, compartí una habitación con él", relató Munaf a The New York Times. "No necesito ver su cara para reconocer a mi hermano".

Hoy, su familia, al no tener el cuerpo de Harith, ni siquiera puede presentar un certificado de defunción que les dé derecho a las ayudas económicas oficiales que reciben las familias de los agentes caídos en servicio. Sin embargo, debido a los éxitos obtenidos en las múltiples misiones exitosas llevadas a cabo con la ayuda de Al-Sudani, 'Los Halcones' son ahora una de las unidades más reconocidas en la lucha antiterrorista y, en consecuencia, han visto su presupuesto considerablemente aumentado. 

Esta misma unidad organizó una misión para encontrar el cuerpo de Al Sudani, pero nunca lo lograron.

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