Una lección histórica sobre cómo EE.UU. y Reino Unido 'traen democracia'
Hace 65 años, el 19 de agosto de 1953, el pueblo de Irán "recibió una dura lección sobre las reglas del juego" que iban a marcar su relación con EE.UU. y Reino Unido, escribe el columnista John Wight.
Ese día el primer ministro Mohammad Mossadegh, democráticamente elegido, fue derrocado en la marco de la Operación Ajax, planeada, organizada y desatada por la CIA y el MI6 en respuesta a su decisión de nacionalizar el petróleo de Irán y redirigir los ingresos hacia el desarrollo del país.
El autor recuerda que el mayor beneficiario de la explotación petrolera de Irán había sido hasta ese momento la Anglo-Iranian Oil Company (AIOC), la compañía estatal británica establecida en 1908.
"Durante años de control británico del petróleo iraní, Teherán recibió un porcentaje irrisorio" en el mardo de "un acuerdo unilateral de descarada arrogancia colonial", recalca Wight.
Esa relación injusta provocó el despertar de la conciencia nacional del pueblo iraní, lo que hizo que Mohammad Mossadegh fuera nominado como primer ministro por Majlis, el parlamento del país, y aprobado en ese puesto por el shah, si bien con renuencia.
Al llegar al poder, Mossadegh embargó los activos británicos y llevó a cabo su plan de nacionalización de las reservas petroleras.
"Largos años de negociaciones con los países extranjeros no han dado resultados... Con los ingresos petroleros, podríamos cumplir con todo nuestro presupuesto y combatir la pobreza, la enfermedad y el atraso de nuestro pueblo", declaró Mossadegh.
"Mossadegh y la corriente nacionalista que representaba eran un anatema para las ambiciones del shah de poder absoluto", que eran "alentadas por los británicos con la protección de sus intereses petroleros en mente, lo que provocó crecientes tensiones a medida que el país se acercaba a una encrucijada de su historia", explica el escritor.
La respuesta occidental
Lo primero que hicieron los británicos fue imposibilitar que Irán vendiera su crudo recién nacionalizado en el mercado mundial. Sin embargo, la potencia colonial carecía de la fuerza y de la capacidad necesarias para saldar cuentas por sí misma, por lo que Londres recurrió a Washington, que se había establecido como "el primero entre iguales de las potencias imperiales occidentales", usando como acicate el peligro comunista y, en concreto, la creciente popularidad e influencia en el país del partido Tudeh (de espectro comunista), escribe Wight.
"Con Washington en la agonía de la fiebre antisoviética y anticomunista, tuvo éxito y el plan para derrocar a Mossadegh —la Operación Ajax— se puso en marcha con la CIA asumiendo el papel principal" destaca Wight.
El momento clave del golpe fue el soborno de altos oficiales del Ejército y de la Policía, junto con periodistas, clérigos religiosos y miembros del Parlamento iraní que, por su parte, emprendieron una campaña de difamación contra Mossadegh diseñada para inflamar la religiosidad radical.
Según se desprende de documentos desclasificados de la CIA, en un primer momento, el 15 de agosto, el golpe parecía haber fracasado. "Las fuerzas de seguridad de Mossadegh practicaron decenas de detenciones y obligaron al shah, que también participó en la conspiración, a huir del país", recuerda el autor.
"El legado de desafío"
Sin embargo, las manifestaciones masivas organizadas con dinero extranjero acabaron el 19 de agosto de 1953 con el arresto de Mossadegh junto con miles de sus partidarios, regresando el shah del exilio para convertirse en omnipotente dictador y cercano aliado de Washington. Su gobierno violento y corrupto duraría hasta 1979, cuando una nueva revolución lo expulsó del país, a dónde ya no pudo volver.
En opinión de periodista, el golpe orquestado por la CIA para derrocar al gobierno democrático puso de relieve el sufrimiento padecido por Oriente Medio ante la hegemonía de EE. UU. y refuerza el lugar de Mossadegh en la historia por su coraje a la hora de desafiar a los países inmensamente más fuertes por el bien de su gente.
"Es un orgulloso legado de desafío que pervive en el rechazo del pueblo iraní a someterse al dictado de Washington hasta hoy en día", concluye Wight.