La guerra, como el diablo, también está en los detalles. En Venezuela se sabe de sobra: ir al cajero automático, pagar un taxi en efectivo o comprar un producto a un solo precio eran actividades imposibles hasta hace una semana.
El lunes pasado, en Caracas, la jornada fue inusualmente silenciosa. Las calles, acostumbradas al gentío y el barullo, podían transitarse como cualquier domingo. Ese día fue decretado no laborable para ajustar la plataforma bancaria para la entrada del nuevo cono monetario; la tensión y la incertidumbre se paladeaban sin mucho esfuerzo. ¿Qué pasaría al día siguiente? ¿Los comerciantes empezarían a remarcar precios? ¿Iban a funcionar los bancos? ¿Estarían realmente los nuevos billetes disponibles? "Esto parece un primero de enero", comentaba un mototaxista sin clientes en la Avenida Andrés Bello.
El martes, desde muy temprano, la capital se desperezó con ruido de música y consignas en la calle. El Gobierno convocó a una movilización en el centro de Caracas y algunas vías permanecieron trancadas; los que no marchaban entraron escépticos a algunas agencias bancarias, que todavía entrada la mañana permanecían sin mucha gente. En la cola del cajero automático, se escuchó decir: "Hace tanto que no vengo que ya hasta se me olvidó la clave de la tarjeta". Uno a uno, los de la fila lograban retirar efectivo y, al ver los billetes, su cara de incredulidad se confundía con una inusual alegría. "Chamo, ¡por fin!".
Vuelta a la cotidianidad
Para el ministro de Economía y Finanzas, Simón Zerpa, el objetivo es uno solo: "Queremos devolverle al pueblo la cotidianidad que le arrebató la guerra económica". La apuesta no es sencilla.
La semana pasada, los decretos en materia económica llovieron. Además de la entrada en circulación del nuevo cono monetario, se estableció un aumento de salario mínimo que ronda el 3.600%, al pasar de 52 bolívares soberanos (Bs. S) a 1.800, equivalentes a medio Petro, la criptomoneda venezolana que tiene respaldo en petróleo.
Cualquiera que desconozca la realidad venezolana podría pensar que el incremento es un exabrupto, pero los mecanismos especulativos que se instauraron en la economía hacen viable el aumento. Antes del decreto sobre el salario, el sueldo mínimo de un trabajador equivalía a menos de un dólar, pero en la calle, los empresarios cobraban buena parte de sus productos en una tasa ilegal de la divisa estadounidense. ¿Resultado? El deterioro abismal del poder adquisitivo, una hiperinflación galopante y la pérdida de valor del trabajo. Para muchas personas, era más rentable quedarse en casa y recibir una remesa de 20 dólares mensuales que ir todos los días a su plaza laboral.
"En una situación convencional, la relación entre el capital y el trabajo es de 60-40, pero nosotros llegamos a un punto tan crítico que esa relación fue de 99 a 1 en contra de la clase trabajadora. ¿Por qué? Porque el sueldo quedó en un dólar, pero los empresarios garantizaron todas sus ganancias tasadas en divisas", detalla el ministro de Economía. El mecanismo que se ha ideado para evitar esa distorsión en los próximos meses es el "anclaje" del salario al petro.
"Petrolizar" el salario
En los primeros tres meses de aumento, el Gobierno asumirá el pago del diferencial en el sueldo mínimo. Desde la semana pasada, las empresas entregaron sus nóminas al Ministerio de Finanzas para asegurar el subsidio mientras ocurre el reacomodo, pero el temor acecha a los trabajadores ante la sospecha de que el incremento se disuelva por el aumento indiscriminado de los precios. La historia ya se ha vivido. Según las estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), al cierre de este año la inflación en Venezuela cerrará en 1.000.000%.
Zerpa afirma que la fórmula para evitar que ocurra la distorsión es a través del anclaje al petro: "Si hay especulación y los empresarios suben el dólar, bajo un sistema único fluctuante, ese incremento incidirá también en el valor del petro y empujará hacia arriba el monto del salario. Es un mecanismo de protección". En otras palabras, si suben los precios, los empleadores estarán obligados a aumentar el ingreso de sus trabajadores.
Además, apunta el ministro, los empresarios no partirán de cero. "En los últimos meses, el capital logró llevarse todas las ganancias y conseguir un salario muy bajo del trabajador, así que tienen excedentes. No obstante, nosotros vamos a asumir los salarios en los próximos 90 días para darles tiempo a que generen las condiciones de su estructura interna y puedan cubrir el salario sin despedir a nadie. Empresa que bote trabajadores, empresa que puede ser ocupada por esos trabajadores de forma inmediata. Ellos han mantenido una estructura de costos alta, al paso de la inflación, así que cuando actualizamos el valor del bolívar con respecto al dólar con el anclaje al petro, lo que estamos es sincerando una situación que venía ocurriendo de facto. Ahora no pueden salir a decir que van a aumentar los precios el triple, el cuádruple".
En la calle, el argumento se repite con otras palabras: "Los empresarios dolarizaron los precios sin preguntarnos a nosotros cómo íbamos a comprar. Ahora que nos suben los sueldos, ¿ellos son los que preguntan de dónde van a sacar el dinero?".
Precios acordados
Más allá de la reconversión y los salarios, hay un punto que genera preocupación: los precios. Desde que arreciaron las sanciones financieras contra Venezuela y recrudeció lo que el Gobierno denomina la "guerra económica", la adquisición de productos de la cesta básica y otros bienes se convirtió en el dolor de cabeza del Ejecutivo porque rubro que se regulaba, rubro que desaparecía de los anaqueles.
Tiempo después, la dinámica cambió. Algunos productos esenciales empezaron a cotizarse a precios internacionales en dólares y la gente, que hace dos años pedía que los anaqueles estuvieran llenos, vieron cumplidas sus expectativas: en los supermercados la oferta abundaba, los compradores no. Con el nuevo aumento salarial, el Gobierno estima devolver el poder adquisitivo del trabajador para garantizarle, al menos, la compra de 25 productos indispensables en la dieta, entre los que se encuentran la carne de res, huevo, mortadela, sardina fresca, leche pasteurizada, pollo beneficiado, mantequilla, sardina en lata, arvejas, lentejas, caraotas, frijoles, arroz blanco, azúcar refinada, café molido, harina precocida de maíz, harina de trigo y atún enlatado.
El precio de los 25 rubros no fue impuesto por el Gobierno ni regulado por decreto, sinoacordado con los dueños de las principales empresas del país, como Polar, La Lucha C.A y Cargill, para garantizar que la estructura de costos permita un margen de ganancia razonable y sea accesible para el consumidor. Como era de esperarse, desde la semana pasada han corrido denuncias por el retiro de productos de los estantes, remarcaje de precios y cierres voluntarios por supuesto "inventario".
Este lunes, un periódico de línea abiertamente opositora tituló: "regresó la escasez". La movida, sin embargo, ha estado acompañada de la acción de la Superintendencia de Precios y las denuncias de las comunidades, lo que ha tenido como consecuencia la detención de los gerentes y el inicio de procesos administrativos en contra de cadenas comerciales que incurren al remarcaje. Al respecto, Zerpa agrega: "Nosotros hemos pedido el apoyo del empresariado porque el del pueblo ya lo tenemos, y esa variable es la más importante aunque no sea la primera que aparece en los análisis macroeconómicos".
Déficit fiscal cero
Mientras ocurre la pugna en la calle, al interior de las cuentas nacionales se experimenta el cambio más radical. Zerpa, tal como lo ha dicho el presidente Maduro, destaca que el objetivo es el déficit fiscal cero para garantizar las operaciones del Estado y dinamitar la estructura hiperinflacionaria.
"Estamos generando las riquezas para que, al tener una tasa real del bolívar, dentro del Estado podamos recibir bolívares que contrapresten los dólares que entregamos de Petróleos de Venezuela (Pdvsa)". Para que eso ocurriera, el Gobierno decretó un nuevo precio único y fluctuante para el dólar, lo que derogó el antiguo régimen cambiario, que establecía varias tasas oficiales para la divisa estadounidense.
Así, por ejemplo, si Pdvsa entrega 260 millones de dólares al Estado, estos no equivaldrán a 598 millones de bolívares (como ocurría con la anterior tasa de 2,3 Bs. S. por dólar), sino que representan 15,6 millones de dólares, con la actual cotización de Bs. S. 60. "Con ese dinero, aunado al nuevo esquema de impuestos y a las políticas de ahorro del Estado, estamos en camino hacia la normalización del país", sostiene el ministro.
Otra de las medidas será el fortalecimiento de la Oficina Nacional del Tesoro, puesto que el Ejecutivo hará modificaciones sustanciales para centralizar los pagos que se efectúen en bolívares dentro del Estado: "En tiempos de guerra, los esfuerzos deben concentrarse. Por eso, vamos a suprimir todos los fondos parafiscales".
El cabo suelto que queda para la economía, apunta Zerpa, tiene que ver con las sanciones que pesan sobre Venezuela, impuestas por EE.UU. y la Unión Europea (UE): "Con la hostilidad que hay en el mercado financiero internacional es muy difícil jugar 'fair play' para el desarrollo del país, es bien complicado. Pero lo estamos evaluando". Cuando habla del tema es reservado porque, como es sabido, cualquier ruta conocida puede ser víctima de sabotaje.
La pelea más difícil
Desde que se dictaron las medidas, el precio del dólar ilegal ha ido en descenso con respecto al oficial. El ministro Zerpa recalca que actualmente "la cotización paralela no tiene condiciones para seguir subiendo" porque no hay tantos bolívares en circulación como para agotar una gran oferta de la divisa estadounidense.
"Si tú ofertas ahora mismo 300 millones de dólares al mercado –explica Zerpa– acabas con todos los bolívares del país. El precio del dólar ilegal es pura especulación". Sin embargo, las divisas se siguen transando en ese mecanismo paralelo que casi pulverizó el bolívar como moneda de intercambio.
Pero una de las grietas que queda pendiente tiene que ver con las remesas. A diferencia de otros países donde este tipo de ingresos benefician a la economía que las recibe, en Venezuela ocurre lo contrario: los dólares jamás ingresan al país sino que se quedan en naciones como Colombia, cuyas casas de cambio terminan "centrifugando" los bolívares en el mercado nacional y generan un comportamiento altamente inflacionario.
Por otro lado, el tráfico de billetes. Desde que salió el nuevo monetario, en internet y en la calle abundan las ofertas de compradores de efectivo que ofrecen hasta 700% más de bolívares por cada pieza. Ese metabolismo, que permitió que el antiguo bolívar fuerte terminara en las casas de cambio de Colombia y Brasil, así como en las manos de las mafias del oro, sigue vigente.
El llamado de muchos consumidores es a pagar con medios electrónicos, aunque la tentación de usar los billetes es alta: en un país que ha vivido un prolongado proceso hiperinflacionario, los vendedores ofrecen precios considerablemente más económicos a quien dé a cambio billetes del nuevo cono.
En las colas del cajero, que ahora son más frecuentes, la gente reflexiona en voz alta: "Aquí nosotros tenemos que unirnos para salir de esto, para no dejarnos joder y ayudarnos, basta de jugar a pueblo contra pueblo. Es que ya está bueno de tanta despelote", dice una muchacha. Los otros asienten y uno más apunta: "Bueno, pero el gobierno también tiene que hacer lo suyo".
Todo el país está a la espera de la entrada en vigencia del aumento salarial y de medidas contundentes contra el acaparamiento, la especulación y la escasez inducida, mientras acunan la idea de volver a ganar un salario que les permita vivir sin la angustia trepidante en el estómago. Afuera, la vida empieza a retomar su ritmo con timidez y la esperanza, de momento, ha vuelto a patear el asfalto.
Nazareth Balbás