Hace alrededor de 252 millones de años, la Tierra experimentó una catástrofe que provocó cambios drásticos en la fauna del planeta. Para intentar explicar la escala del fenómeno, conocido como la Gran Mortandad, varias hipótesis circulan en el mundo científico desde hace décadas.
Entre algunas de las causas que se barajan para explicar esa gran extinción, los paleogeólogos mencionan la actividad volcánica extrema, la emisión de gases de efecto invernadero o el impacto de un meteorito. La evidencia más conocida del apocalíptico evento que se produjo al final del período Pérmico son unas inundaciones basálticas, llamadas 'traps', que dieron origen a una serie de mesetas en varias regiones de Siberia, América del Sur, Sudáfrica y otras partes del mundo.
Un estudio publicado el 27 de agosto en la revista Nature estima que solo en Siberia esas capas de basalto son producto de la expulsión de 1,5 millones de kilómetros cúbicos de lava a través de la corteza terrestre. Sin embargo, los autores calcularon que esta cantidad de roca fundida no fue suficiente para provocar una catástrofe como la que afectó a la biodiversidad de la Tierra hace más de 200 millones de años.
La importancia de la capa de ozono
Se estima que a causa de la Gran Mortandad la Tierra perdió hasta el 96% de las especies marinas y el 70% de los vertebrados terrestres, lo que convierte al fenómeno en la mayor extinción conocida. Pero los cálculos también indicaron que "la cantidad de [sustancias volcánicas] volátiles que estimatoriamente fue liberada por los basaltos de los 'traps' de Siberia (…) es insuficiente para explicar la degradación ambiental y las fluctuaciones climáticas que ocurrieron durante la crisis del final del Pérmico".
Un análisis químico comparativo de alta precisión de rocas de 260 y 160 millones de años de antigüedad ha permitido desarrollar una nueva hipótesis sobre la causa de la Gran Mortandad.
Existen indicios de que antes del enigmático evento en la litosfera siberiana abundaba un grupo de elementos llamados halógenos, particularmente cloro, bromo y yodo. Millones de años después su presencia disminuyó drásticamente. De esta manera, el gran depósito de halógenos que se almacenaba en la litosfera siberiana se evaporó a la atmósfera terrestre y destruyó instantáneamente la capa de ozono. Sin la protección del ozono, comenzó la extinción.