El discurso del presidente Donald Trump contra China parece no ser eficaz en términos reales, puesto que el gigante asiático, lejos de desaparecer del concierto económico mundial, ha aumentado su presencia en algunas regiones, como en América Latina.
Tom Harper, investigador doctoral en política en la Universidad de Surrey (Inglaterra), plantea en un artículo para The Conversation que la administración estadounidense ha procurado que en Occidente la percepción sobre China se sostenga en dos puntos concretos. Primero, que es un país que apoya "regímenes corruptos" y con objetivos "poco discernibles"; y segundo, que es un poder revisionista, "que busca desafiar el dominio de los EE.UU.".
En su primer discurso sobre el estado de la Unión, en enero pasado, Trump dijo que China "amenaza la economía y los valores" del país norteamericano.
Pero, al contrario de lo que espera EE.UU., China ha tenido una gran receptividad en el mundo mediante su estrategia, en política exterior, de "poder blando", que define Harper como "la capacidad de ganar a otros Estados para alcanzar objetivos específicos sin el uso de la fuerza".
China se ha convertido —dice el investigador— en un popular destino de estudios para estudiantes del África anglófona, por ejemplo, países que también encuentran atractivo en el llamado consenso de Pekín o modelo chino de desarrollo económico.
Acuerdos en América Latina
Esa experiencia en África y en otros países en desarrollo, la ha aplicado China en América Latina, donde varias naciones se han sumado a la firma de acuerdos con el gigante asiático en el último año.
De acuerdo con Harper, Pekín describe la región como "vibrante y prometedora" y aprovecha los errores estadounidenses, como cuando Trump calificó a diversas naciones como "países de mierda".
En junio pasado, Panamá y Pekín firmaron un memorando que formalizó la negociación de un Tratado de Libre Comercio (TLC), según La Prensa. Su primera ronda de contacto se realizó en julio en Ciudad de Panamá y ya hubo una segunda, un mes después, en territorio asiático. Esto se dio luego de que en noviembre del año pasado el presidente panameño, Juan Carlos Varela, estuviera en China, donde inauguró la primera Embajada del país centroamericano en esa nación.
En agosto, el presidente de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén, anunció la ruptura de su país con Taiwán y el establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con la República Popular China, reseñó entonces La Prensa Gráfica.
En octubre de 2017, China firmó con Ecuador, país donde tiene alta presencia en el sector petrolero, tres mecanismos de cooperación: uno para la construcción de un hospital en la ciudad costera de Chone, provincia de Manabí; otro para la incorporación de tecnologías de la información y comunicación en la educación; y el tercero sobre "recursos no reembolsables" de Pekín a Quito, para construir otro hospital en Bahía de Caráquez, también en la costa del país suramericano, de acuerdo con un comunicado de Cancillería.
En noviembre del año pasado, Chile y China firmaron un nuevo acuerdo que profundizó el TLC que había sido rubricado en 2005.
Todo esto se suma a la cercanía, ya bastante antigua, de China con Venezuela. Caracas, por ejemplo, comenzó a cotizar su cesta de petróleo en yuanes desde septiembre de 2017, como medida para proteger su economía y frenar el bloqueo financiero impuesto desde EE.UU.