El doctor Manuel Gálvez Ibáñez tiene 38 años de experiencia atendiendo pacientes en su despacho médico en Granada (al sur de España). Si sus cálculos no fallan, habrá realizado unas 250.000 consultas. Eso, como cualquiera puede imaginar, constituye un considerable acervo de experiencia y un acceso privilegiado y muy particular al conocimiento sobre el ser humano.
Una de las cosas más importantes que Manuel ha aprendido a lo largo de todo este tiempo es que las personas, con frecuencia, albergan temores excesivos y actitudes frente a la vida que acaban produciendo un verdadero déficit de felicidad.
Por eso decidió escribir lo que él mismo llama "un tratado contra el sufrimiento innecesario", que ha visto la luz en la forma de un libro titulado "¡Vive!", y publicado en la editorial Caligrama. No se trata de un compendio de anécdotas médicas, sino de una reflexión profunda sobre lo que es la verdadera salud, que tiene mucho más que ver con la mera alegría de vivir que con evitar las enfermedades o las dolencias.
Manuel, a sus 63 años de edad, predica con el ejemplo: para que el lector se haga una idea, le adelantamos que tras terminar esta entrevista, partió hacia la vecina localidad de Almería para reunirse con amigos a jugar al rugby. "¡Rugby para veteranos, claro!", puntualiza el doctor.
¿Enfermedades o síntomas de problemas sociales?
"Aunque obviamente existen las enfermedades –nos explica Manuel–, hay muchísimas personas que presentan sufrimiento o preocupación por pequeñas anomalías o simples factores de riesgo". En su opinión, estas personas "podrían estar afrontando su vida de una manera mucho más placentera", razón por la cual se vio motivado a escribir su libro, que él considera "una invitación a vivir sin miedo".
El doctor Gálvez nos comenta que "muchas veces, lo que llena las consultas de los médicos no son sólo las enfermedades; la soledad llena nuestras consultas también".
Le preocupa especialmente que "en general se están medicalizando problemas que son sociales: cuando la persona vive estresada por el desempleo, por ejemplo, o por un mal empleo, o por un exceso de trabajo, este estrés se manifiesta a través de síntomas: dolores de cabeza, malas digestiones, palpitaciones, etcétera".
"Entonces –continúa el doctor– esa persona acude a nuestra consulta, y como la medicina en una sociedad mercantilizada se traduce en una 'sanidad medicalizada', se le trata y se le recetan pastillas, cuando quien está enferma no es la persona, sino muy posiblemente la situación que la persona vive".
El 'complejo médico-industrial'
Manuel no oculta la responsabilidad que el propio sistema sanitario tiene en esta especie de malentendido que describe: "La medicina participa en este juego –asegura–. Ya en 1980 se hablaba de la existencia de un 'complejo médico-industrial', que crea situaciones en las que se inducen miedos, especialmente desde la industria farmacéutica".
"Hay una industria –sigue explicando el doctor Gálvez– que se dedica a crear deseos e ideales de bienestar a los cuales no es ajena la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), que define la salud como 'el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de enfermedad o dolencia'".
"En comparación con ese ideal, un pequeño acné o un ligero insomnio se consideran motivos para visitar al médico", concluye Manuel.
El problema, insiste, es que "se generan expectativas y deseos de estar de una manera en la que casi no se puede estar. Son expectativas inalcanzables, y por eso generan miedo. Es como si la industria farmacéutica te dijera: 'te vendo miedo y tú me compras mi producto'".
Como ejemplo, el doctor denuncia que "el colesterol o la osteoporosis se presentan como enfermedades tremendas. ¡Cuando ni siquiera son enfermedades! Solo son factores de riesgo que, si aumentan mucho, sí podrían producir enfermedades". Manuel considera que hoy en días las personas necesitan, en general, "menos preocupación por el colesterol y más amigos".
El ejemplo más claro de la tendencia alarmista imperante en el sistema sanitario está, según este médico, en el ámbito de la salud mental, y más concretamente en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, conocido como 'DSM'. "Cuando en 1942 se lanza el primero de estos tratados, se contabilizan 112 trastornos de la conducta tipificados", señala Manuel. "La edición de 2013 ya recoge 357: se ha triplicado el número de conductas que se consideran patológicas".
"Si un niño da tres saltos encima del sofá, ya se le diagnostica trastorno de hiperactividad", ironiza el doctor.
Manuel advierte que "cada vez se definen más patologías, y eso no es casual: hay un gran complejo médico-industrial detrás que gana mucho dinero re-definiendo las cosas de esa manera".
Los antídotos contra el sufrimiento
En su cruzada contra el sufrimiento innecesario, el doctor Gálvez no se conforma con señalar lo que lo produce, sino que nos ofrece toda una serie de remedios para combatirlo.
Él los llama "antídotos contra el sufrimiento", y son nueve:
- Poner el acento en la vida. Y recordar que la vida no sólo se mide en años, "sino en pasión, en compasión, y en altruismo", como nos recuerda Manuel.
- Los demás. El doctor señala que el sentido de la vida está más en los demás que en uno mismo, y recoge una bonita frase del poeta indio Rabindranath Tagore al respecto: "La vida se nos da y la merecemos dándola".
- El Humor, que Manuel considera "una expresión de las formas más elevadas de inteligencia". Y nos regala una anécdota para ilustrar este punto: "Un día vi en un bar de Sevilla un cartel en un bar cuyo dueño era completamente calvo. El cartel decía: 'Dios creó pocas cabezas perfectas. A las demás, les puso pelo'. Quienes son capaces de redefinir así las cosas, tienen un gran potencial de salud".
- El futuro. Este doctor considera "muy importante tener propósitos" y avanzar apasionadamente hacia ellos.
La espiritualidad, entendida como un conjunto de valores que no se pueden comprar con dinero. "En mucha gente, esto se plasma en alguna religión, con sus rituales –explica Manuel–. Y yo veo en mis consultas que hay personas a las que la religión les produce un consuelo especial".
La filosofía, que es como el doctor Gálvez llama de forma genérica a la curiosidad, a la capacidad de interesarnos por lo que nos rodea. "Estamos muertos el día en que dejamos de 'filo-sofar', de amar el saber", asegura.
La creatividad y el arte. "Unos tendrán el talento suficiente como para crear, otros sensibilidad para admirar: cada uno que haga lo que pueda", dice Manuel.
El pasado. El doctor asegura que "si uno no tiene un anclaje, un lugar donde volver, un lugar donde lo esperan, está perdido" y nos comenta que "esto se ve muy claro en la consulta, especialmente con los problemas de dependencias, con las adicciones".
- El fluir de la vida. "Incluso cuando falla todo lo anterior –aclara Manuel–, siempre nos quedará el propio fluir de la vida. El corazón late todos los días, y no se pregunta cada día si tiene que seguir latiendo, simplemente lo hace; ¿por qué? pues porque sí, porque la vida se ama a sí misma".
David Romero