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Una Cataluña aún fracturada conmemora el 1-O, la fecha del referéndum ilegal

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Visitamos el escenario de esta crisis política y social, que todavía se encuentra en vías de encontrar su solución.
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La división social que existe en Cataluña se pone de manifiesto especialmente en algunas fechas señaladas. Una de ellas es el 11 de septiembre, cuando tiene lugar la denominada 'Diada', el día nacional de Cataluña. Allí, ya sólo sale a festejarlo una parte de su población: los separatistas.

Otra fecha cargada de tensión es el 1 de octubre: en 2017 se celebró el referéndum soberanista que se declaró ilegal y fue rápidamente anulado por la judicatura española. Un año después, este lunes, los independentistas conmemoran aquella fecha. 

Testimonios de una crisis irresuelta

Entre las consecuencias de aquel referéndum destaca el procesamiento judicial de varios políticos y activistas, 9 de los cuales permanecen en prisión preventiva, acusados de rebelión, sedición y malversación de fondos públicos.

Una de ellos es Jordi Cuixart, presidente de la Asociación Òmnium Cultural. Su sobrino, Pol, cree que encarcelar a los representantes de los ciudadanos deja en evidencia la postura del Estado español: "Cuando llegas ahí y ves a tu tío es duro. Es duro pensar que está encerrado, que es una persona de paz, que siempre ha defendido la paz, que siempre ha mediado para que la respuesta no sea violenta".

Los juicios a los políticos encarcelados aún están por celebrarse, pero una parte de los catalanes ya piensa que saltarse la ley e intentar romper España debe tener un coste.

La disputa en las calles

La fractura política de Cataluña tiene también su reflejo en el espacio público, en el que tiene lugar una auténtica lucha por apropiarse de los símbolos y banderas, por ganar el relato de las mayorías. Toda esa crispación ha tenido consecuencias en muchos ciudadanos comunes y corrientes.

Roberto Ruiz, un empresario de Hospitalet de Llobregat, recuerda cómo su proyecto de vida se ha derrumbado: su pequeña compañía catalana con reconocimiento internacional se topó con los efectos de la crisis territorial. Las ventas en España de su producto 'gourmet' bajaron un 70%.

A raíz de ello, manifestó su malestar con el proceso secesionista, lo cual provocó a su vez que algunas tiendas en Cataluña tampoco le compraran. Tras meses luchando, ha tenido que cerrar su empresa y dejar su sueño en un trastero.

El recuerdo del 1-O

El 1 de octubre de 2017 marcó un punto de inflexión en el conflicto catalán. La violencia policial para frenar la votación del referéndum cargó de argumentos a los independentistas y sacó una mala fotografía del Estado español.

Aquel día, Roger se convirtió en uno de los referentes del separatismo: hizo frente a los antidisturbios para que se pudiera votar. Sin embargo, una pelota de goma de los agentes de la policía impactó en su ojo, dejándole tuerto.

"Estoy orgulloso de tener esta cara –asegura Roger– porque esta cara explica un historia que me interesa explicar".

"Todo aquello que me relacione con el 1 de octubre y contra la violencia policial e institucional para mí es un logro", asegura.

"Aquí tenemos un problema"

R.C.G. son las iniciales del nombre de un agente de la Unidad de Intervención Policial, los llamados "antidisturbios". Su unidad formó parte ese día del operativo estatal para impedir que se realizara el referéndum. Aún se encuentra de baja por los golpes que sufrió aquel 1 de octubre en su pie. Vive en un pueblo de mayoría secesionista y por eso prefiere mantener el anonimato.

Asegura que su vida ha cambiado de forma radical. Y es que, tras el referéndum ilegal, la imagen de los cuerpos de seguridad del Estado se ha visto deteriorada para una parte de la población.

"Anímicamente me ha pegado algún bajón", asegura este agente, que explica que siempre se ha sentido "muy alegre por ser policía nacional", pero que sin embargo, ahora, ya no lo cuenta. "Aquí tenemos un problema en Barcelona y en Cataluña", advierte, para revelar a continuación que existe escasez de agentes de policía, porque "aquí nadie quiere venir".

La crisis catalana continúa y la tensión sigue teniendo un visible impacto en la vida cotidiana. Mientras tanto, los ciudadanos tratan de mantener sus rutinas dentro de la normalidad, esperando que el futuro traiga consigo soluciones que, a día de hoy, parecen lejanas. 

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