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Un piloto sobrevive cinco días en la taiga rusa tras aterrizar de emergencia su helicóptero Robinson

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Alexánder Novoséltsev esperó a los rescatistas en medio de las nevascas y ventiscas en un desfiladero entre montañas de Siberia a 1.800 metros de altura sobre el nivel del mar.
Un piloto sobrevive cinco días en la taiga rusa tras aterrizar de emergencia su helicóptero Robinson

Un helicóptero privado Robinson despegó el pasado 29 de septiembre desde la ciudad siberiana de Srednekolymsk, situada en república de Sajá-Yakutia (Lejano Oriente Ruso) con rumbo a la localidad de Ust-Nera, ubicada a unos 600 kilómetros de distancia. Cuando sobrevolaba unas montañas, la aeronave fue sorprendida por una fuerte nevasca que afectó a la potencia de la turbina y tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia.

El piloto, Alexánder Novoséltsev, logró restablecer el contacto a través de un teléfono satélite, pero debido a las malas condiciones meteorológicas —estaba nevando y hacía mucho viento—, los servicios de emergencia tardaron cinco días en encontrarlo.

Este miércoles, los rescatistas lograron finalmente evacuar al piloto, que pasó todo ese tiempo en un desfiladero entre montañas de Siberia a 1.800 metros de altura sobre el nivel del mar, donde las temperaturas bajaban hasta los 10 grados bajo cero. Los médicos no detectaron signos de congelamiento en Novoséltsev, que regresó a casa tras un chequeo, aunque volverá a someterse a una revisión adicional para descartar posibles daños ocultos.

Sobrevivir en condiciones extremas

Los únicos alimentos de los que disponía Novoséltsev a la espera de la llegada de los equipos de emergencia eran un termo de té y unas pocas galletas. Tras el rescate, contó a los periodistas que logró sobrevivir en esas condiciones tan extremas gracias a su experiencia previa en la severa taiga de Yakutia.

"Dormía lo mínimo, hacía ejercicio, frotaciones. Es necesario para no que se congelen las extremidades", explicó el piloto, citado por el portal Vesti.ru, que dijo que no perdió la esperanza de ser rescatado. "Creo que cualquiera de mis paisanos y conocidos hubieran logrado mantenerse vivos ese tiempo", agregó.

Para no morir de deshidratación, Novoséltsev comía nieve y para evitar el congelamiento, solo se permitía dormir diez minutos, quemó partes del revestimiento del helicóptero para calentarse e intentaba moverse con regularidad, indica el Canal 5.

La traumática experiencia no le ha quitado a Novoséltsev las ganas de volver a volar y, según sus palabras, se pondrá de nuevo a los mandos de una aeronave tan pronto como tenga la oportunidad de hacerlo.

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