Una isla filipina pasa de ser "una cloaca" a ejemplo de turismo sostenible
Las autoridades Filipinas han reabierto la isla de Boracay, regenerada y con una nueva regulación luego que fuera cerrada en abril pasado para mitigar el daño que causaron décadas de turismo no controlado.
El presidente filipino, Rodrigo Duterte, declaró a comienzos de febrero que la isla era "una cloaca" y dijo que su agua y sus playas olían literalmente "a mierda" por culpa del flujo masivo de turistas —2 millones al año—, la inadecuada evacuación de los desechos y el mal funcionamiento del sistema de desagüe.
Ahora esta isla de unas 1.000 hectáreas, situada 300 kilómetros al sur de Manila, ha resurgido de sus escombros y está protegida por nuevas normativas que prohíben beber y fumar en la playa y restringen la cantidad de turistas y hoteles, todo ello mientras continúa la renovación, informa The Guardian.
Conforme a la nueva normativa, se ha prohibido la presencia en la playa de masajistas, vendedores, hogueras e incluso de los constructores de castillos de arena, muy populares entre los turistas, que se fotografiaban con sus obras. También se han demolido varios edificios y algunos negocios se han alejado de la playa para crear una zona de exclusión de 30 metros desde el agua.
Asimismo, se ha ordenado la clausura de casi 400 hoteles y restaurantes que se consideró que violaban las leyes ambientales. Otra de las medidas ha sido obligar a las compañías aéreas y de transporte marítimo a limitar la oferta de servicios para reducir el flujo de visitantes.
Todos los deportes acuáticos, como el buceo, las motos acuáticas y el 'kitesurfing', han sido temporalmente prohibidos hasta que los equipos de buceadores y biólogos marinos concluyan la evaluación de las aguas que están llevando a cabo esta semana.
Los tres casinos de Boracay han sido cerrados de manera permanente, conforme a la voluntad del presidente Duterte.
Nueva mentalidad
Michael Martillano, presidente de la asociación de buceadores de Boracay y participante de la operación de evaluación marina de la isla, dijo que la calidad del agua, los corales y la vida marina ha mejorado en los seis meses que la isla ha permanecido clausurada.
Admitió también que algunas de las nuevas restricciones, como la prohibición de fiestas en las playas, supondrá un "gran cambio".
Las multitudinarias fiestas de varios días de duración en la playa, llamadas 'LaBoracay', y que atraían a decenas de miles de turistas cada 1 de mayo, son ahora un fenómeno del pasado.
"Esto va a ser una mentalidad diferente para cualquiera que entre en Boracay, ya sea turista, residente local o trabajador. Diviértanse, pero cuiden de la madre naturaleza", observa Martillano.
La ministra de Turismo, Bernadette Romulo-Puyat, señaló que la nueva Boracay marcará el comienzo de una "cultura del turismo sostenible" en las Filipinas y se muestra convencida de que otros destinos turísticos seguirán su ejemplo.