Muertos 'milagrosos': El culto a tres tumbas caraqueñas para pedir casa, título o carro

En el cementerio público más grande de la capital de Venezuela, devotos le rezan a un trío de tumbas para pedir protección, tener techo propio o pasar de grado académico.

En el Cementerio General del Sur, en Caracas, se habla bajito. Al llegar, los susurros funcionan como seña de respeto a los miles de cuerpos enterrados en este antiguo camposanto de más 240 hectáreas.

En la entrada se escuchan los murmullos de algunas personas que piden información de cómo llegar a las tumbas. Un funcionario de tez morena, con gafas oscuras, emerge de una oficina, y en un bisbiseo les marca el destino: "los que vengan por casa, se van derechito, caminan tres cuadras, doblan a la izquierda y caminas dos cuadras más, ahí encontrarán lo que buscan".

Es martes, son las 9:00 de la mañana y el sol le da a la ciudad un brillo de bandeja metálica. No muchos acuden entre semana al cementerio para pedir una casa, apenas se cuentan tres personas que caminan con disimulo rumbo a la tumba de Victorino Ponce, popular entre creyentes religiosos porque dicen que da vivienda a quien se la pide.

El árbol de las casitas

El árbol queda en el sector 28 de la zona este del cementerio. Es vistoso por su altura, pero sobre todo porque de él cuelgan multicolores casas en tamaño miniatura, como de juguete.

Son muchas casitas que lo rodean, trepan por sus ramas y se entremezclan con numerosas placas de agradecimiento, hechas de barro y cerámica. Abajo, en la base del tronco, yace el cuerpo de Victorino Ponce, también conocido como Victorio, fallecido el 26 de agosto de 1880.

"A mí Victorino se me apareció en un sueño y me encomendó cuidar su tumba, y aquí estoy", cuenta José Ferrer, quien ha dedicado 30 años de su vida a vigilar el sepulcro de esa suerte de santo pagano, que en vida fue albañil y carpintero, y nació en Curiepe, Barlovento, en la costa del estado Miranda.

Victorino fue conocido por construirle viviendas gratis a personas de escasos recursos. Las erigía de madera, de ahí las más de 300 casitas hechas de ese material que penden del árbol, como muestra de la fe hacia él.

De hecho, la tumba de Victorino es considerada una de las manifestaciones culturales más emblemáticas de Caracas. El catálogo del Instituto de Patrimonio Cultural de Venezuela (IPC) lo valora como una tradición oral de profundo arraigo popular.

La fe hacia su figura también ha llevado a algunos a pedir por vehículos. "Y ha cumplido, por algo están esas placas", dice Ferrer, mientras señala en el árbol los carritos de madera colgados, así como placas venezolanas de vehículos. "Esa es muy especial porque quien le pidió obtuvo el carro no aquí, sino allá en EE.UU.", explica mostrando una placa norteamericana.

Sobre la  tumba hay un pequeño altar con una figura de Victorino. A su lado tiene vírgenes, flores, velones, vasos con café, colillas de cigarros y restos de tabacos que le fuman aquellos que le encomiendan un techo propio.

Clavada en el árbol hay una placa con la oración que indica exactamente cómo pedirle la casa. "Pero no es tan fácil como se cree", advierte Ferrer.

Y, entonces, detalla lo que un principiante debe hacer para pedir por una vivienda:

Fiesta en su honor cada año

No solo casitas de maderas llevan las personas a la tumba de Victorino por los favores recibidos. La lápida está rodeada de una capilla de hierro, realizada por el centro espiritual 'El lujo del Patrón', una placa en el lugar así lo deja claro.

"Ellos vinieron y soldaron todo eso. Nadie les pagó. Lo hicieron porque quisieron", asegura Ferrer. El armazón metálico cuenta con espacios diseñados hasta para colocar flores en envases plásticos.

Las muestras de agradecimiento hacia Victorino no terminan ahí. Cada 26 de agosto, día de su fallecimiento, sus creyentes organizan una fiesta al ritmo de tambor y mariachis. Comen, bailan y rezan con gastos compartidos entre todos. El año pasado se contaron hasta 400 asistentes.

Ferrer se apresura a explicar el motivo de la alta concurrencia: "Con los años viene mucha gente. Los sábados y los domingos esto se llena. Y vienen por la fe, han vistos  resultados y traen a otros para que conozcan a Victorino y le pidan por una casa".

María Francia: La joven que le rezan para graduarse

En la misma calle de la tumba de Victorino está el mausoleo, pintado de color azul y blanco, de María Francia. Cualquiera que lo visite puede sorprenderse con su entrada repleta de más de cien placas, que prácticamente forman una acera exclusiva de agradecimiento. 

Adentro de la capilla, justo encima de la fosa, se divisa la estatua de una virgen sentada. En su cuello cuelga una medalla de graduación. En el interior del recinto se exhiben numerosas placas en agradecimiento a esta estudiante, también llamada Lulú María Francia.

Las historias sobre María Francia son tantas como las placas incrustadas en las paredes laterales del mausoleo. Existe la versión de que murió por picadura de una culebra. La creencia popular lo ratifica con una placa antiquísima que contiene el diseño grabado de olivos y ramas donde se enrolla una serpiente.

Por su parte, el Instituto de Patrimonio Cultural señala en su catálogo de tradición oral que Francia era hija de una familia adinerada de Caracas y que, cuando murió, muchos de sus compañeros de clases le rogaron favores y esta se los concedió. Los padres rechazaron esa devoción, por lo que ordenaron construir una capilla para evitar que estudiantes colocaran objetos de agradecimiento.

Pero eso no impidió la asistencia masiva de estudiantes de bachillerato, que tras culminar la temporada de clases, acudían a su tumba a rendirle honores. Todavía lo hacen. "En los últimos días de clases, esto se llena muchachos. Les dejan las camisas y los cuadernos que usaron", cuenta Ferrer, quien no cuida oficialmente esta tumba, pero por su cercanía ha presenciado la devoción estudiantil hacia ella.

También se dice que Francia murió de trombosis, y  que antes de su muerte estaba en vísperas de su matrimonio. Por esta versión, muchos van a pedirle por el éxito de una relación sentimental. A la fecha, nadie ha podido comprobar realmente cuál fue la historia real.

Sin embargo, todas las versiones coinciden en la idea de que era una excelente estudiante, con altos récords académicos. Esa es la razón por la que alumnos de colegios y liceos del país acuden todos los años para dejarle ofrendas y muchas camisas de color beige y azul que, ya deterioradas, se exhiben como víctimas de la inclemencia del sol y la lluvia.

El 'chamo' Ismael

En la misma calle, Victorino y Francia tienen un vecino que no pasa desapercibido. Se llama Ismael. Es el más popular de la  denominada Corte Malandra o Corte Calé, formada por más de una docena de malhechores de los años 60 que, según la leyenda popular, robaban a los ricos y distribuían el botín entre los pobres en los barrios del oeste de Caracas. Eran la versión tropical de 'Robin Hood', ahora adorados como deidad en Venezuela.

Ismael es el protagonista en el altar. Exhibe dos figuras talladas de yeso, una mide más de dos metros de alto. En ambas muestra la misma indumentaria: pantalón azul, camisa roja, pistola en la cintura y gorra semi volteada. La estatua más grande está acompañada de una imagen de Jesucristo y otra de María Lionza, otra deidad pagana de Venezuela.

Julio Jaramillo cuida con celo a Ismael. A una creyente que se acerca al altar con un tabaco prendido, la corrige: "mi amor, a él no le gustaba el tabaco. Puedes prenderle un cigarro y ponerlo en su boca, pero el tabaco, no". 

El celador cuenta que cada cierto tiempo, entre dos o tres meses, a Ismael le organizan un "encuentro social", que incluye la preparación de una sopa en una olla gigante, juego de dominó, ofrendas florales y rezos con oráculos.

"Todo eso se hace con convivencia y respeto. Antes, esas reuniones eran para otra cosa. Ahora, no. Ahora es un centro espiritual, los que vienen cargados, se van tranquilos", asegura.   

Existe el prejuicio que solo los delincuentes le rinden culto, pero Jaramillo aclara: "es por su origen, pero no es así. Ahorita vino una señora llorando, llorando, porque dice que le quieren quitar su casa. Yo les regalé un pedacito de vela y le dije que hablara con Ismael, porque yo sé, hermano, que Ismael la va a ayudar. ¡Le hubieses visto la cara! Esa señora se fue tranquila".

En el imaginario religioso popular, la imagen de Ismael está más allá de la cultura de la violencia o delincuencia. Hoy le piden por protección, pero en su altar hay fotografías con mensajes donde le agradecen por obtener carros y motos, y hasta por alcanzar ascensos militares. Un general, en nombre de su familia, también le ofrendó una placa en agradecimiento.  

Abajo del altar dedicado a Ismael no reposan sus restos. Según Jaramillo, el venerado está sepultado en una  tumba situada en una loma más arriba del cementerio, cerca de la capilla de Joaquín Crespo, ex presidente venezolano (1884-1886  y 1892-1898).

"A la mamá de Ismael, cuando lo venía a visitar, no le gustaba encontrarse con el gentío, por eso se le hizo su altar aquí abajo", dice el cuidador.  

A la despedida de esta necrópolis en Venezuela se puede notar que las tres tumbas lucen limpias y conservadas, acaso con algunas piezas desvencijadas y semiderruidas, pero diferenciadas de varias sepulturas profanadas, ubicadas alrededor o en el trayecto para visitar a Francia, Victorino o a Ismael.

Nadie se mete con estas tres tumbas, incluso se siente un trato diferenciado hacia ellas. Jaramillo lo resume así: "quien lo haga, seguro no la cuenta. A viejo no llega". Se persigna y se ríe.  

Manuel Palma

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