En un hotel de Brasilia, un grupo de médicos cubanos espera a subir al autobús para dirigirse al aeropuerto. En pocos horas regresarán a su país natal tras varios años de trabajo en Brasil, donde han ejercido en zonas remotas y vulnerables. Una ola de "saudade (nostalgia)" impregna el ambiente. Dicen que les ha costado mucho despedirse de sus pacientes.
Desde 2013, miles de doctores cubanos llegaron a Brasil como parte del programa 'Más Médicos', impulsado por el gobierno de la entonces presidenta Dilma Rousseff. Fueron distribuidos en cerca de 2.800 municipios de todos los estados y en los 34 Distritos Sanitarios Especiales Indígenas (DSEI), para proporcionar una atención de emergencia a las poblaciones vulnerables.
En las próximas semanas, más de 8.000 profesionales volverán a su país, después de que la isla decidiese abandonar el programa tras las condiciones anunciadas por el presidente electo de Brasil, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
La misiones médicas cubanas, que constituyen la principal fuente de ingresos para la isla, comenzaron a desplegarse en los primeros años de la Revolución liderada por Fidel Castro en 1959, y en la actualidad tienen a más de 50.000 médicos y paramédicos en más de 60 países de todo el mundo.
Los primeros vuelos de retorno empezaron el jueves por la tarde. Algunos de los doctores nos relatan su experiencia en el gigante latinoamericano:
Indalecio Ardines, 55 años.
Se graduó en Cuba en los años 90. Está casado y tiene dos hijas. Es especialista en medicina integral y en gastroenterología. Llegó hace dos años a Brasil y ha trabajado en el municipio de Pirhanas, en el estado de Alagoas, poblado por unas 25.000 personas: "Nos vamos un poco nostálgicos porque dejamos a una población desprovista de medios", afirma.
"Trabajamos con mucho amor y mucha humildad. Siempre dispuestos a ayudar a esa población excluida de Brasil (...) Son lugares lejanos de mucho calor. Tenemos que montarnos a veces en una lancha, en un carro sin aire acondicionado, donde hay mucho polvo. Condiciones que muchos médicos brasileños no quieren asistir".
Jesús Enrique Perez, 50 años.
En Cuba ejerce como epidemiólogo, pero en Brasil como médico de familia. Ha vivido en Santana de Mangueira, en el estado de Paraíba, en el nordeste del país, una de las regiones más pobres del país suramericano. Trabajó como único galeno en una comunidad de 500 personas y a una hora de distancia de la ciudad. "Hasta que no sustituyan mi plaza están desatendidos. Se han quedado muy tristes. No querían que me fuera", comenta.
"Nos estamos retirando dejando mucha nostalgia. Muchas personas extrañando. Como dicen aquí, un sentimiento que se llama 'saudade'. Todos vamos a quedar sintiendo 'saudade', nosotros los médicos con el pueblo de Brasil, sobre todo con el pueblo pobre, el pueblo carente que es por quienes vinimos aquí y logramos hacer no solamente de médicos sino también de amigos y familia".
Elvilio Martin Cruz, 47 años.
Llegó a Brasil en diciembre de 2017. Desarrolló su labor en el pueblo de Soares, en el municipio de América Dourada, en el estado de Bahía. Muchos de sus pacientes se encontraban en zonas rurales y tenían dificultades para trasladarse a la ciudad. Martin dice que algunos se han molestado con él por no despedirse. "Es muy difícil para ellos entender que nos teníamos que ir", relata.
"Sobre todo yo atendía en un pueblo semiurbano, pero también atendía en la zona rural que distaba del puesto de salud. Nosotros lo que hacíamos para prestar atención era ir a esa zona y pasábamos el día completo allá. Era la única manera que ellos tenían de acceder a la atención médica y ahora va a ser un poco difícil que ellos vuelvan a recibir eso hasta que esos puestos sean suplidos por los médicos brasileños".
Elizabeth Hernández, 29 años.
Llegó el 1 de diciembre de 2016. Ha trabajado como médico de familia en el municipio brasileño de Correntina en el estado de Bahía, con cerca de 25.000 habitantes. Ejerció en el área urbana, pero también en las zonas rurales. Asegura que ha tenido desde pacientes que nunca recibieron atención médica hasta personas con alto nivel adquisitivo que acudían a ella por recomendación. "Quizá por el trato o la forma de atender a la gente que tenemos", explica.
"Los pacientes me aceptaron. Tuve pacientes de todo tipo, pacientes que son analfabetos y que en las indicaciones tenía que pintar una luna y un sol porque no sabían el horario de tomar los medicamentos (...) Me ha gustado más trabajar en el área rural, que son los pacientes más carentes y que precisan atención médica. He creado una familia aquí entre amigos. Me voy muy triste de dejarlos. Quiero algún día regresar".
Marta Miera
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