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"En la actualidad, el hombre está mucho más perdido que la mujer"

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Una conversación sobre la relación entre padres e hijos, las figuras de autoridad (o su ausencia) y la siempre difícil búsqueda de la felicidad.
"En la actualidad, el hombre está mucho más perdido que la mujer"

El psicólogo Francisco Peñarrubia, con varias décadas de experiencia en la práctica de la psicoterapia, comenta en esta entrevista importantes aspectos problemáticos de nuestra cultura que suelen quedar ocultos y frecuentemente irresueltos en la esfera íntima de las relaciones familiares, y logran sobrevivir por eso al paso de las generaciones.

Discípulo de Claudio Naranjo, este psicólogo español dirigió durante 30 años el centro CIPARH, institución pionera de la Psicología Humanista en España, y fue cofundador y primer presidente de la Asociación Española de Terapia Gestalt. Es también autor de varios libros, el último de los cuales centra una parte de esta entrevista.

A lo largo de la charla con él, se van sucediendo asuntos tan centrales y diversos como la felicidad, la autoridad o las complejas relaciones que se dan entre hombres y mujeres, entre padres e hijos, y entre las distintas partes que integran a cada persona. 

RT: ¿Diría usted que corren malos tiempos para la salud mental y para la felicidad?

F.P.: Creo que estamos en el mejor de los tiempos posibles y a la vez en el peor de los tiempos posibles. Y además creo que casi siempre ha sido así: que cada época ha tenido una serie de avances y situaciones que mejoraban la vida en algún sentido y a la vez eso generaba un movimiento de reacción en sentido contrario, con dificultades políticas, ideológicas y de muchos tipos.

La felicidad es un anhelo que sirve como guía, pero es muy difícil de definir porque para cada uno es una cosa distinta. En la sociedad actual, lo que está funcionando como concepto de felicidad es una idea muy hedonista, de consumo, de bienestar, pero en otros tiempos no ha sido así. Yo creo que lo que distingue a esta época es precisamente ese concepto de felicidad. 

Pero ser feliz siempre ha sido una búsqueda a lo largo de toda la historia y es una búsqueda que siempre se ha visto frustrada de alguna forma. En ese sentido, los tiempos de ahora no son ni peores ni mejores que otros. Hemos resuelto muchas cosas relativas al bienestar –como la salud o la educación, que obviamente antes estaban peor– pero también hay más deshumanización en las relaciones, y unos niveles de desigualdad enormes en la sociedad. Se avanza por un lado, se retrocede por otro.

Franscisco Peñarrubia, Psicólogo y Psicoterapeuta
Franscisco Peñarrubia, Psicólogo y Psicoterapeuta
"No se entiende que, en el siglo XXI, uno de los países más importantes del mundo elija como presidente a alguien que encarna un modelo tan primitivo de masculinidad como puede ser Donald Trump"

Un supuesto estado de felicidad es una utopía deseable, pero en realidad la trayectoria de cada vida es un camino entre dificultades: buscando algo que quieres, frustrándote por no encontrarlo…o adaptándote al hecho de que igual las cosas no son como esperabas, sino de otra manera. En cualquier caso la felicidad es un motor interior, no es un puerto de llegada.

RT: ¿Cree que el contexto económico y político que vivimos ofrece buenas condiciones para el pleno desarrollo de las personas?

F.P.: Insisto en la misma mirada: creo que no es más fácil ni más difícil que en otras épocas. Siempre ha sido muy difícil, la consciencia y el desarrollo interno de las personas siempre han supuesto una dificultad. Yo creo que lo peor que tienen estos tiempos es que el modelo patriarcal está dando sus últimas bocanadas y eso da lugar a movimientos muy violentos: no se entiende que en el siglo XXI, uno de los países más importantes del mundo elija como presidente a alguien que encarna un modelo tan primitivo de masculinidad como puede ser Donald Trump. Es decir, ¿qué le está pasando a este mundo que elige a este tipo de fantoches que son como de otra época? Es difícil de explicar porque la gente en general es más culta y está más formada que antes, aunque pueda estar más alienada en otros niveles.

Desde los años 60, todos los movimientos humanistas, espirituales y de desarrollo interno imaginaron que podía darse un cambio de paradigma, más hacia el corazón, hacia la emocionalidad, hacia una mejor comunicación entre ambos sexos… y sin embargo, ese cambio está tardando mucho en darse y la sociedad no está permitiéndolo.

En cualquier caso, aunque parezca que no, yo creo que vamos perfeccionándonos. Pero el desarrollo es desigual: nos desarrollamos tanto en lo tecnológico y lo económico y a la vez tan poquito en cuanto a maduración interior, emocional y espiritual…

RT: Su último libro, 'La relación Hurtada', enfoca la relación entre el padre y el hijo varón. ¿Qué le animó a escribir sobre eso?

F.P.: Lo primero, lo más obvio, es que no hay mucho escrito sobre esa relación padre-hijo. Hay mucha más literatura sobre las madres. En como si en nuestra cultura hubiera un exceso de madre y una escasez de padre. Se ha escrito mucho sobre el origen de la neurosis en la relación con la madre, los problemas que eso genera, etcétera. El padre sin embargo aparece siempre como un rol vacío de contenido y sostenido en la idea de autoridad, en la norma, en el poder, el respeto referencial… o bien como una especie de persona desconocida que se dedica a trabajar y a traer dinero a casa, pero cuya presencia es más bien inasible, sin mucho contacto con los hijos.

Antes, el padre, si bien se apartaba de la crianza de los hijos, al menos mantenía el mito de la representación de la ley: tenía la tradición, la religión y la ley de su lado. Ahora ya no es así, y el hombre ha quedado un poco perdido en su rol de padre.

Si un varón piensa con qué modelos masculinos se ha relacionado, el padre no ocupa un lugar muy importante. Probablemente se puede reconocer más la influencia de algunos maestros, mentores u otras figuras de referencia que le hayan ayudado a desarrollarse. Pero el padre biológico casi siempre sale muy malparado en las biografías de los hombres de hoy en día. Muchos de ellos podrían decir: "estuvo trabajando, se sacrificó por la familia, pero no hubo mucho contacto emocional, no hubo mucha transmisión".

Al menos cuando el padre trabajaba en la casa, en la época de los oficios, el hijo le veía trabajar, sabía lo que hacía, o respetaba ese hacer del padre, y en un momento dado podía aspirar a ocupar su lugar. Pero en el mundo moderno el padre es una persona que desaparece por la mañana, que se va a un mundo raro que es el del trabajo, del que regresa agotado e irritado, y el hijo mientras tanto no tiene una relación con él.

RT: En cualquier caso, ¿ese modelo familiar no está cambiando en las nuevas generaciones de padres jóvenes ?

F.P.: Afortunadamente sí, está cambiando mucho. Yo creo que los hombres de menos de 40 años hoy en día tienen una consciencia de que no se pueden perder una fase tan importante como es la crianza, el disfrute del hijo o el estar simplemente asistiendo a ese desarrollo.

Pero a los padres de las generaciones inmediatamente anteriores lo que les importaba era que la familia estuviera económicamente sostenida, porque esa era su obligación y su responsabilidad. Y ser buen padre era eso.  Pero nunca pensaron que su presencia fuera también un motor de contacto emocional, de maduración y de referencia para que el hijo pudiera buscar su propia identidad. Esa carencia de padre a lo largo de tantas generaciones fue lo que me animó a escribir sobre ello.

RT: ¿Por qué cree que los hombres han vivido tradicionalmente su rol en la familia de esa manera?

F.P.: Los hombres han tenido mucho apoyo de la sociedad, en el sentido de que estaba muy claro cuál era el perfil de la hombría y de la paternidad y bastaba adaptarse a ese modelo, cumplir ese papel, para funcionar sin que hubiera que hacer mucho más. Con lo cual, les ha faltado la reflexión, de cuestionamiento personal. Los hombres nunca pudieron reflexionar tampoco sobre sus propios padres…porque tampoco estaban. Y eso ha generado un vacío, como una plaga de ausencias que se ha ido perpetuando.

RT: ¿Y en el caso de las mujeres es diferente?

F.P.: Las mujeres han crecido de otra forma. No han perdido la vinculación con la familia y sin embargo se han abierto al mundo, se han incorporado al mercado laboral… El hombre, que a su vez ha ido perdiendo su hegemonía en el mundo del trabajo, en el mundo social y económico, no ha recuperado tanto eso que le faltó en el ámbito familiar. Excepto, como ya hemos comentado, en las nuevas generaciones.

Franscisco Peñarrubia, Psicólogo y Psicoterapeuta
Franscisco Peñarrubia, Psicólogo y Psicoterapeuta
"“El modelo patriarcal ha hecho muy infelices tanto a hombres como a mujeres”

Es como si durante un tiempo, los hombres hubieran considerado una ventaja el no ocuparse de los hijos, y estas nuevas generaciones estuvieran dándose cuenta de que en realidad es una pérdida, es renunciar a algo importante. Como digo, esto es algo relativamente reciente. Yo creo que el hombre nunca se había preocupado mucho por esto; había una especie de ceguera masculina en ese sentido.

Las mujeres siempre han tenido más contacto con su mundo interno, con los estados de ánimo, con las preguntas de carácter vital. Los planteamientos de los hombres, en cambio, tienen que ver más con la eficacia, con la operatividad, con cómo resolver las cosas, con cómo solucionar los problemas materiales.

RT: ¿Esta diferencia se debe a una herencia social y cultural?

F.P.: Yo creo que sí, que es una herencia cultural, una manifestación clarísima del patriarcado. Y ha funcionado así por desidia; en este contexto, ser hombre no necesitaba muchos planteamientos, se trataba de ajustarse a las normas, a lo que culturalmente se esperaba de un hombre, y ya está.

RT: Entonces esa ausencia de padre de la que hablaba es en realidad una faceta más de una gran crisis de la masculinidad…

F.P.: Claro que sí. Es una crisis de la propia maduración de los varones, porque en esta cultura nunca han sentido que tenían que hacer ese proceso, sino que todo les venía dado por su género: lo único que tenías que hacer como hombre era aprender a triunfar en el mundo, en el trabajo... hacer un viaje exitoso hacia afuera, pero nunca un viaje significativo hacia adentro.

En esta cultura, eso siempre ha estado fuera de la mente de los hombres durante muchísimas generaciones. Con el correspondiente empobrecimiento interior que eso conlleva.

RT: En otro punto de su libro, usted menciona que hoy en día existe "un abismo patente entre lo masculino y lo femenino" dentro de los hombres. Esto es una cosa de la que se habla muy poco, que no parece estar siquiera en el campo de consciencia de nuestra sociedad, aunque sea algo que algunos psicólogos conocen y manejan: la presencia de aspectos 'masculinos' y 'femeninos' dentro de cada persona. ¿No es urgente reducir ese abismo dentro los hombres?

F.P.: Es muy urgente. Yo creo que no hay mucha consciencia de lo grave que es esto, pero en cualquier caso sí que está ya en la cultura, por ejemplo, el modelo de un hombre más 'femenino', que no ha desterrado del todo las partes más emocionales de su ser. Y eso sí que es una cosa muy novedosa, desde la mitad del siglo XX hasta hoy. Esa figura antes era la de un varón apocado, una especie de no-hombre, un hombre falto de hombría. Sin embargo, ahora se reconoce que el hombre, emocionalmente, también es frágil, que su expresión emocional no le quita poder, que todas esas cosas que antes se han podido considerar "femeninas", como los sentimientos, no son una vergüenza para la masculinidad… yo creo que en ese sentido hemos mejorado mucho.

Franscisco Peñarrubia, Psicólogo y Psicoterapeuta
Franscisco Peñarrubia, Psicólogo y Psicoterapeuta
“La ausencia de padre hace que muchísimos jóvenes estén muy perdidos y que no tengan un modelo claro para saber estar en la vida”

Nunca como ahora ha habido generaciones de hombres reivindicando su capacidad de sentir, queriendo darse el permiso de atender sus sentimientos y valorizando ese tipo de hombre más 'femenino' que además, las mujeres, de alguna manera han validado. Porque una buena parte de las mujeres lo que quieren es tener un compañero con el que puedan tener comunicación, y no esa especie de 'macho alfa' que muchos hombres creen que necesitan ser para que les quieran las mujeres. Y eso es un cambio revolucionario.

Aun así, por supuesto, sigue habiendo muchos hombres muy separados de su mundo emocional, de su mundo interno, de su parte femenina. Y siguen existiendo esos modelos de masculinidad tan antediluvianos como el que representa Trump, que, por cierto, obtuvo el poder en su país justo cuando estaba a punto de ganar la presidencia una mujer. Fue como si, ante el miedo a lo femenino, la sociedad hubiera impuesto ese modelo de masculinidad exagerada; como una metáfora de lo que ocurre en el interior de algunos hombres en su adolescencia, que frente al miedo a sus propios aspectos femeninos empiezan a hacerse los 'machitos' de manera exagerada .

RT: El psiquiatra Luis Rojas Marcos señala que "la mayoría de los males psicosociales de los jóvenes de hoy en día tienen como denominador común la ausencia de padre". ¿Comparte usted este diagnóstico?

F.P.: Totalmente. Si lo miramos como una metáfora psicológica, el padre está relacionado con el orden, con el sentido de la autoridad, de la acción en la vida. La ausencia de padre hace que muchísimos jóvenes estén muy perdidos y que no tengan un modelo muy claro para saber qué es eso de 'estar en la vida'.

Por ejemplo, la mayoría de los jóvenes de hoy en día no tienen una consciencia clara de lo que es la autoridad. Para muchos de ellos, la autoridad es algo así como un policía al que hay que intentar evadir… o sencillamente piensan que la autoridad por definición es mala, explotadora y corrupta. Lo cual, vistos los políticos que tenemos y los regímenes que tenemos, no deja de ser una conclusión coherente y sensata. Pero la autoridad no es eso, sino el producto de un proceso interno de poder personal, de hacerte fuerte ante la adversidad y poder sobrellevar las dificultades de la vida.

Otro ejemplo de lo muy perdidos que andan los jóvenes con respecto a qué es estar en la vida es que muchos de ellos creen exclusivamente que el sentido de la vida es prosperar económicamente.

Una explicación convincente de por qué hay generaciones de jóvenes que se están quedando en el extrarradio del desarrollo y la evolución de la sociedad es que carecen de una guía. Y eso, psicológicamente, se puede decir que es una 'función padre' que falta: un adulto que les oriente y contra el que se puedan rebelar si hace falta, porque eso también es parte del proceso… y cuando esa figura no está durante el desarrollo, la persona puede quedar fácilmente desestructurada.

RT: Es curioso que los medios de comunicación, cuando hablan de esta situación juvenil, suelen explicarla con parámetros económicos, aludiendo a las cifras de paro juvenil, a las políticas de austeridad… Pero quizá el componente psicológico derivado de la situación familiar es un factor más decisivo…

F.P.: Lo económico es lo más fácil de medir. Pero los jóvenes necesitan sobretodo un espejo adulto en el que mirarse, y muchos no lo tienen. La sensación que les queda entonces es la de que "los adultos son unos irresponsables que nos han dejado un mundo en desorden y esto no hay por dónde agarrarlo".

RT: Antes comparaba usted la victoria de Trump a una reacción adolescente a nivel social, y lo cierto es que numerosos autores de todos los ámbitos, desde la filosofía o la psicología hasta el marketing empresarial, coinciden en señalar nuestra sociedad actual como inmadura, infantilizada, narcisista … ¿Usted comparte esta impresión? Y en tal caso, ¿tendría que ver con una ausencia de figuras de autoridad real?

F.P.: Yo creo que en cuanto a figuras de autoridad hemos pasado de un extremo a otro: de ese padre fuertemente autoritario, que era más la encarnación de un rol que de una función afectiva y emocional, hemos pasado a padres que rechazan el rol de autoridad, porque la que han vivido es mala y falsa, con lo cual no creen en ella.

Se está dando un tipo de padre que evita por todos los medios asumir el rol de la autoridad y se coloca en un papel de hermano mayor, algo así como de querer ser colega del hijo. Es como si el padre le dijera al hijo: "Yo no voy a ser una autoridad mala, no quiero ser tan cabrón como fueron conmigo, así que te voy a dar mucha libertad, para que tú, en el futuro, no tengas que estar resentido conmigo". Pero eso es una delegación de su tarea como padre, la tarea de poner límites, para que el hijo pueda desarrollarse aunque sea a través de la rebeldía o la pelea.

En cuanto a la infantilización de la sociedad, podemos decir al menos que sí tenemos ahora unos padres que son como niños mayores, como eternos jóvenes, con un cierto 'complejo de Peter Pan', con un deseo de no crecer para no convertirse en aquel padre, en aquella figura autoritaria y dura que conocieron. Y claro, si el estilo de paternidad autoritaria de antes era un vivero de hijos rebeldes, la paternidad de ahora genera hijos perdidos, narcisistas e infantilizados. Ambos extremos son muy lamentables.

RT: El feminismo habla con mucha franqueza del sufrimiento que produce el patriarcado a las mujeres, pero a la luz de lo que estamos hablando sobre la vida de los hombres, ¿puede decirse que también han estado muy perjudicados por este tipo de organización social?

F.P.: El modelo patriarcal ha hecho muy infelices tanto a hombres como a mujeres, pero en la actualidad creo que el hombre está mucho más perdido que la mujer. Ya no funcionan las figuras patriarcales. Los hombres han ido perdiendo poder, reconocimiento, valor social, estatus, imagen… están más descolocados que las mujeres porque el mundo que viene es un mundo en el que ya no tendrán todos los privilegios que vienen del patriarcado. Que ya no quedan muchos, pero los que quedan están psicológicamente muy interiorizados.

Franscisco Peñarrubia, Psicólogo y Psicoterapeuta
Franscisco Peñarrubia, Psicólogo y Psicoterapeuta
"Es difícil que uno esté en armonía con el mundo si no está en armonía por dentro"

En realidad ya se ve que en las universidades hay más mujeres que hombres, que en el futuro los puestos de poder estarán ocupados por más mujeres, porque se están preparando mejor que los hombres… es decir, al hombre le espera un mundo en el que no va a a tener las ventajas de las que gozaba en el mundo patriarcal, y además se enfrentará esto con muy poca solidez emocional, porque hasta ahora no han cultivado esa parte interior que las mujeres siempre tuvieron más clara. Por eso tiene mejor pronóstico el mundo femenino. Mientras tanto, el hombre vive este cambio como si fueran parcelas de poder que le van quitando. Si el hombre no cambia esta actitud por otra mirada ante la vida, ante la crianza y ante la propia mujer, nos espera un futuro con hombres muy desesperados, muy inhibidos o con salidas muy violentas, que no dejan de ser salidas de personas muy indefensas, muy inseguras por dentro.

En cualquier caso, el problema de los hombres es que se cuestionan poco. Se cuestionan casi únicamente cuando fracasan en lo profesional, y entonces empiezan a preguntarse "qué es lo que hago mal", pero fuera de ese contexto, se cuestionan muy poco. Y claro, al no cuestionarse, tampoco están dispuestos a cambiar o a entender cosas distintas.

RT: ¿Cuál es en tu opinión la carencia más grave de nuestra cultura, de nuestra forma de vivir hoy en día?

F.P.: Yo creo que es la disonancia interna, la falta de armonía interior. Con los cambios sociales y el mundo tan complicado en el que vivimos, no nos damos cuenta de que estamos tironeados desde adentro por muchas cosas distintas, rotos por dentro entre muchas partes diferentes. La cabeza no se entiende con el corazón, el corazón no se entiende con el cuerpo, ni el instinto con el espíritu… andamos tan en guerra por dentro que eso nos tiene enajenados, fuera de nosotros.

Y nos distraemos con cualquier cosa. Ve uno el periódico por la mañana y se da cuenta: ¿realmente el problema de este país es si Cataluña se siente española o no? ¡Qué tontería, qué más da! Eso no es un problema, eso es un entretenimiento. Y así con casi todo, con falsos problemas que nos distraen, que nos aturden y que contribuyen a perpetuar la falta de escucha interna necesaria para alcanzar la armonía con uno mismo.

Ese es el problema más acuciante: la persona vive enfadada consigo misma y enfadada con lo de afuera. No hay armonía entre lo que piensa y lo que siente, lo que quiere y lo que puede... y toda esa serie de desacuerdos y desajustes internos nos hacen estar en la vida enfadados. Es difícil que uno esté en armonía con el mundo si no está un poco en armonía por dentro. Así que estamos en un mundo muy revuelto... porque también estamos muy revueltos por dentro.

David Romero

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