Carolina del Olmo se dedica, en sus propias palabras "a algo así como la sociología de la maternidad y la crianza". En 2013 publicó un libro titulado 'Dónde está mi tribu', en el que cuestiona abiertamente las condiciones en las que tiene que desarrollarse la crianza de los hijos hoy en día, en medio de un sistema capitalista que parece funcionar de espaldas a la naturaleza vulnerable del ser humano y a su necesidad de cuidados constantes.
Licenciada en Filosofía por la Universidad Complutense, actualmente es directora de publicaciones en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y de la revista Minerva. También es madre de tres hijos.
A lo largo de esta entrevista nos ofrece su particular visión de la manera en que esta sociedad de consumo, tanto por su propio funcionamiento como por su ideología subyacente, condiciona y en ocasiones empobrece la crianza de los hijos, poniendo especial atención a las dificultades de diversa índole que enfrentan las madres en este reto.
RT: ¿Es esta sociedad de mercado, con su ideología neoliberal, un entorno hostil para la crianza de los hijos?
C.D.O.: Indudablemente, sí, por muy diversos motivos. En el aspecto más material, vivimos en sociedades muy desiguales en términos económicos, y eso es devastador para el bienestar general y para el de los críos en particular. En España, en concreto, tenemos unos índices de pobreza infantil disparadísimos, y no parece que [las autoridades] se lo vayan a tomar en serio. Tenemos un sistema de bienestar bastante anticuado, que hace aguas por todas partes, y en el que es todo muy contributivo, de manera que para recibir ayudas primero hay que haber trabajado y cotizado. Es un sistema que no tiene en cuenta ayudas familiares, ayudas por hijo…y deja bastante desamparadas a las familias con niños pequeños.
En el plano más ideológico, en nuestras sociedades el individualismo es visto como un valor supremo; la libertad, entendida como ausencia de trabas y de cargas, está situada muy por encima de otros valores…y todas esas cosas son fatales cuando lo que estamos abordando es una relación como la crianza, que es una situación de total dependencia, de compromiso. No puede haber peor guía para la crianza que los mensajes que emanan de esta especie de liberalismo para náufragos, basado en sobrevivir individualmente, en liberarse de cargas y en no asumir lo que no nos gusta. Y claro, el carácter hedonista y consumista de esta ideología también resulta perjudicial a la hora de encarar una situación de tanto compromiso como la crianza de unos hijos.
RT: ¿Cómo afectan concretamente estos factores, en términos de carencias, al desarrollo de un niño?
C.D.O.: Yo diría que los adultos de hoy estamos ideológicamente mal equipados para renunciar a nuestra libertad y a nuestro bienestar (entendido en esa manera hedonista e inmediata), y entonces se nos hace más duro criar a un niño, con todas las obligaciones que ello impone.
Además, la mayoría de las personas tenemos que lidiar con trabajos duros e intensivos que absorben la mayor parte de nuestro tiempo y energía, por lo tanto andamos cortos de horas, de paciencia, de buen humor… y eso también hace más difícil la crianza, y los niños se resienten.
La carencia más importante, más básica, es que con este estilo de vida no le podemos ofrecer una "tribu" en la que desarrollar su crianza, es decir, una red de relaciones interpersonales densas y más o menos estables en el tiempo con las que se pueda contar para cualquier inclemencia o momento de vulnerabilidad, y con las que se pueda aprender y avanzar en el desarrollo.
La disolución de redes y de tejido social que lleva aparejado todo el proceso de modernización y de mercantilización de las sociedades es lo que nos deja totalmente desamparados a la hora de criar. Porque la crianza es un disparador muy grande de necesidades: de compañía, de ayuda, de conocimientos previos, de cosas que no se pueden aprender en los libros... Antes, cuando las mujeres criaban su primer hijo, ya habían visto de cerca la crianza de otros en su entorno cercano, y eso era un aprendizaje importante. Estos cauces de circulación de conocimiento informal son muy importantes, y se están perdiendo.
Es curioso, porque no parecemos muy conscientes de esto. La gente tiende a pensar hoy en día que una pareja es suficiente para formar una familia. Y de verdad lo crees, y luego te quedas muy sorprendido cuando descubres que eso no es así. Y luego te pones a mirar y te das cuenta de que esto no había sido así jamás. Los niños siempre habían crecido en estructuras mucho más parecidas a una tribu o a una comuna. La idea de que, haya un apartamento urbano, por ejemplo, en el que solo vivan una mujer y su bebé, es de un exotismo sin precedentes en la historia.
RT: ¿Y cree usted que el tipo de sociedad en la que vivimos ahora consigue suplir esa carencia de relaciones, de "tribu", con mecanismos más o menos eficaces?
C.D.O.: Hay que decir que al perder ese tipo de relaciones, también hemos ganado otras cosas. En el caso de la crianza perdemos más de lo que ganamos, pero hay que reconocer que en el plano general ganamos autonomía, capacidad de elegir un estilo de vida u otro… y esos no son logros que estemos en situación de despreciar. Tenemos cierta tendencia a idealizar el pasado, pero eso no siempre es justo.
La sociedad, más que suplir esa carencia de relaciones, la complementa con ventajas asociadas al mundo moderno, y por otro lado, con la profesionalización de ciertos aspectos que antes se daban de otra manera: desde los expertos que escriben libros de consejos sobre cómo criar, hasta las revisiones pediátricas en los centros de salud, pasando por los cuidadores para los bebés, las redes de crianza que se crean… pero siempre son sustitutos un poco pobres de lo que podía ser un hogar antiguo con personas cercanas y de edades diversas.
RT: ¿Por qué cree que la defensa de los valores tradicionales de la familia siempre acaba recayendo en los sectores políticos más reaccionarios y cercanos a la derecha? ¿Qué efecto tiene esto en la sociedad?
C.D.O.: Las familia siempre fue una de las instituciones fuertes del patriarcado, y en parte lo sigue siendo. Me refiero a la familia tradicional, entendida como esa especie de jerarquía dominada por el padre. La derecha, el pensamiento reaccionario, ha visto un problema en la disolución de ese hogar tradicional porque era uno de los pilares fuertes de su concepción de sociedad. La izquierda, por su parte, ha hecho muy mal en regalar a la derecha la preocupación por esa crisis, porque ha puesto todo el énfasis en la parte de la liberación, que por supuesto es importante, (y se hace muy obvio en el feminismo, cuyo avance en ese terreno ha sido tan evidente y beneficioso que casi eclipsa cualquier otro problema) pero tiene que haber alguna forma en que la izquierda pueda lamentar la desaparición de las estructuras sólidas que no implique abogar por reproducir la jerarquía de dominaciones de antes.
La izquierda debe atreverse a hablar de familia como algo fundamental. Porque forma parte de la ambición de la mayoría de la gente, formar algo así como familias, y es un deseo y un derecho respetable que merece una reflexión desde un pensamiento progresista y no ser visto solo como algo reaccionario y del pasado.
RT: En su libro, que se titula precisamente 'Dónde está mi tribu', usted señala que "la maternidad o la paternidad acaban presentándose como un conflicto de intereses, como si todo aquello que nos exige un aplazamiento de los propios deseos inmediatos no pudiera leerse más que en términos de imposición o sacrificio". ¿Estamos demasiado mimados por las promesas de satisfacción instantánea que nos proporciona la sociedad de consumo?
C.D.O.: Quizá sí algo somos un poco "culpables", entre comillas, de habernos dejado mimar por esa especie de gratificación inmediata que nos ofrece la sociedad de consumo en muchos ámbitos y por habernos metido por esa senda del consumismo hedonista… pero no es solo un problema interno de las personas, de no saber aceptar las ataduras o postergar nuestros intereses, sino que toda la vida también está organizada ya de una manera que hace que los medios plazos y largos plazos sean difíciles de contemplar, y que se vuelvan imposibles cuando hay precariedad laboral, cuando hay movilidad constante, cuando hay problemas con los alquileres de las viviendas… es decir, que no es sólo un problema de la forma de ser de las personas, sino que todo está organizado también de esta manera.
Además, son sobre todo las fuerzas de la economía de mercado y de la precarización laboral las que acaban tirando abajo las estructuras sólidas de la familia y de la sociedad. Pero desde el pensamiento reaccionario nunca se culpa a esas fuerzas, sino a los valores de liberación que esgrime la izquierda.
RT: Eso es realmente curioso, porque muchos partidos de derechas se presentan hoy en día como "liberales en lo económico y conservadores en lo social".
C.D.O.: Exacto, y no se dan cuenta de que es precisamente su liberalismo económico lo que estropea el tradicionalismo social que pretenden. Por eso creo que es muy importante que el pensamiento progresista se haga cargo de esto y reparta las "culpas" adecuadamente. Si la familia sólida se desintegra, algo de "culpa" podría tener la liberación de la mujer, algo de "culpa" podría tener la apertura a otros estilos de vida o a otros modelos de familia... pero sobre todo, la fuerza principal de esta desintegración son las fuerzas materiales de la economía, porque no hay manera de mantener unida ninguna cosa en un mundo tan inestable y veloz como este.
RT: Es frecuente escuchar cosas como que "una madre puede con todo" o que "la maternidad es la experiencia más maravillosa de la vida"… ¿Crees que las convenciones culturales y las ideas asociadas a la maternidad lastran o impiden un debate serio sobre los problemas que supone la crianza en una sociedad como la nuestra?
C.D.O.: Yo creo que sí. Por un lado está esa idea triunfante de la maternidad como circunstancia felicísima para cualquier mujer, que tiene el problema de que luego, como madre, cuando no te sientes tan feliz, te genera culpa, te hace sentir mal, etcétera.
De todas maneras es un asunto complicado, porque la mayor parte de las mujeres que tienen hondos pesares relacionados con la maternidad y ganas de expresarlos, al mismo tiempo sigue considerando que ser madre es una circunstancia felicísima. Hay una gran ambivalencia, que siempre ha sabido señalar la buena literatura sobre maternidad: la maternidad es lo mejor del mundo y lo peor del mundo a la vez. Y cuando algo es así, tan ambivalente, es difícil matizar, y las quejas son difíciles de expresar y difíciles de escuchar.
Luego está la idea de que la madre es como una roca que lo aguanta todo y se lo puede echar todo sobre sus espaldas y seguir adelante… y eso hace que muchas mujeres se sientan flojas y débiles y se cuestionen. Muchas se dicen: "aquí estoy yo llorando con mi bebé, y mi madre ha tenido siete, y encima sin la ayuda de mi padre… ¿qué tipo de madre soy yo?".
Haríamos bien en airear estas cuestiones; es importante que haya narraciones de maternidad disponibles, correctas y justas, que no sean ni de madres totalmente arrepentidas que te digan "esto es una mierda y mejor no tener hijos" ni de madres que se limiten a idealizar la maternidad diciendo que es lo mejor que les ha pasado en la vida y punto, y no se hable más. Necesitamos narraciones reales que rompan un poco el mito de lo que significa ser madre.
RT: ¿Cuál es la postura del feminismo con respecto a esto?
C.D.O.: También es necesario hablar más de maternidad dentro del feminismo, porque al feminismo le ha pasado como a la izquierda con la idea de familia: ha dejado la maternidad como si fuera una cuestión de "los otros", de la derecha, del patriarcado, y obviamente la maternidad es una experiencia vital fundamental para al menos tres cuartas partes de las mujeres.
El feminismo no ha sido completamente mudo con este tema; obviamente hay mucha producción teórica feminista sobre la maternidad, pero sí ha sido un tema menor en el feminismo más 'mainstream', más visible o que más éxito de público ha tenido.
RT: ¿Quizá porque también había que reivindicar la validez de la mujer al margen de su rol de madre?
C.D.O.: Claro… y también hemos necesitado un discurso para reivindicar la anticoncepción y el aborto, por ejemplo, pero el esquema de pensamiento creado para esa reivindicación no resulta útil para cuando quieres hablar de una re-socialización de la maternidad, que es necesaria.
Y también ha habido una idea de maternidad devaluada, la de cierto feminismo típico, como el de Simone de Beauvoir y demás, que veía la maternidad como algo que nos acerca a la animalidad y nos aleja de lo racional... una idea que al fin y al cabo ha pesado mucho dentro del feminismo.
Ha sido ampliamente contrarrestada por otros feminismo más maternalistas, pero aún es necesario seguir reivindicando una maternidad feminista.
RT: Y a los hombres, ¿cómo los ves en todo esto? ¿Demasiado alejados, suficientemente implicados…?
C.D.O.: Pues…no lo sé. Haría falta tener más datos, más encuestas… Siempre que veo estadísticas de uso del tiempo, por ejemplo, el titular es "las mujeres siguen haciendo 'x' horas más de tareas del hogar que los hombres", "las mujeres siguen encargándose de más tareas de crianza", etcétera, pero cuando miras los datos de cerca, te das cuenta de que quizá la transformación social no ha sido tan veloz como habríamos deseado, pero aún así hay una transformación social importante.
Yo recuerdo una encuesta de 1983 en la que el número de hombres que llevaban a su hijo al pediatra o atendían un llanto nocturno era cero. ¡Pero cero, cero! Es decir, que ni siquiera constaba en la encuesta porque la cifra era totalmente insignificante. 35 años después, las mujeres siguen llevando al pediatra a sus hijos y atendiendo sus llantos nocturnos en mayor medida que los hombres, pero la proporción de padres que también lo hacen ya es significativa. Es decir, vamos despacio, pero ya es algo, y se va avanzando.
RT: De una manera realista, ¿cómo cree que se podría acometer el problema de la criar hijos hoy en día, en un entorno capitalista en el que hay tanta dependencia del trabajo asalariado y tan poco tiempo disponible para otras cosas? ¿Sirve de algo eso que los políticos y las empresas llaman 'conciliación'?
C.D.O.: Creo que hay algunas cuestiones básicas, que se pueden implementar sin llegar a exigir que todo cambie o que haya una revolución y que rueden las cabezas... Por ejemplo hay que ampliar permisos de maternidad y paternidad: Parece que 16 semanas para un bebé es poquísimo tiempo, y hay que ampliarlo como sea. La reducción de la jornada laboral es otra posibilidad, y cada vez se empieza a oír más en serio. Es imprescindible y lo veo realista. Además, debe haber escuelas infantiles suficientes y de calidad en la red pública.
Y también creo que debe haber ayudas sociales desligadas de lo contributivo y rentas mínimas decentes y bien organizadas... incluso una renta básica: algún tipo de sistema de protección real para gente que no está en el mercado laboral y muy específicamente para los niños, para familias con hijos pequeños.
David Romero
Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos!