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'Tejiendo el futuro': Mujeres violentadas en Ecuador convierten la basura en arte

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Awashamu, integrado por 15 mujeres, recicla más de 120.000 bolsas de plástico al año.
'Tejiendo el futuro': Mujeres violentadas en Ecuador convierten la basura en arte

Olga Deavila nació en Cuenca, en la provincia de Azuay, al sur de Ecuador. Dice que su niñez "fue muy bonita" y lo que más recuerda de ella es su "perro" y una "muñeca de aserrín con trapo" que le regalaron, a la cual le hacía vestidos y se inventaba un desfile de moda.

A los 12 años, Deavila ya vivía en El Guabo, en la provincia de El Oro, a unas tres horas de su ciudad natal, y a esa edad ya estaba en una relación marital. "Me robó [raptó] y me llevó directamente a donde los papás; desde ahí soy su esposa", dice al referirse a cómo inició la vida en pareja.

"Para mí no fue nada fácil, ciertas veces él me pegaba […] me pateaba durísimo", cuenta. Su pareja fue tan violenta que, en una ocasión, provocó que abortara a unos gemelos que gestaba. Sin embargo, de esa relación actualmente tiene seis hijos con vida y otros seis que fallecieron.

La violencia en su hogar terminó con un episodio casi trágico. Harta de los golpes, esta mujer consiguió un arma y disparó a su esposo –con quien sigue hasta hoy– en la que fue su última discusión. "Nunca más me volvió a pegar", dice Deavila, quien no se siente orgullosa de esa acción y, por ello, ahora aconseja a otras mujeres para que denuncien a tiempo, antes de llegar a estos límites.

"Tejiendo el futuro"

Hace seis años, esta ecuatoriana, impulsada por una amiga, aprendió a trabajar con material reciclado. Acudió a un taller de tejidos, donde hacían productos de plástico. Ese curso le sirvió de inspiración para innovar: encontró unas bolsas (fundas en Ecuador), las cortó, las convirtió en hilo e hizo una cartera.

A partir de entonces nació Awashamu, que en lengua Kichwa significa "tejiendo el futuro", con Deavila como pionera. El emprendimiento se estableció en su casa, a la que invitó a otras mujeres, pero con una característica particular: todas habían sido víctimas de violencia en el hogar. "Pasamos por cosas que verdaderamente nos duelen", dice.

Desde entonces se reúnen todos los miércoles, explica la impulsora, y añade que "es un espacio de mujeres" en el que se cuentan lo que han pasado en la semana y pueden reírse; también, comparten ideas de tejidos y confección de nuevos productos.

La mayoría de estas mujeres "fue casada entre los 12 y 16 años y no tuvieron acceso a la educación", además de vivir esta experiencia de violencia "que les dejó en una situación de encerramiento fuerte", explica Laetitia Chesseron, coordinadora de proyectos de la Fundación Kasa de Colores, organización que decidió brindar apoyo a Awashamu, luego que sus cofundadoras Alexandra Muñoz y Katherine Muñoz tuvieran contacto con las emprendedoras.

El Guabo contaminado

Aunado a la problemática social de estas mujeres está la alta tasa de contaminación ambiental en El Guabo, cuenta Chesseron. En concreto, el cantón es el asentamiento de bananeras, empresas que utilizan gran cantidad de bolsas plásticas para la protección de los racimos de banano, material que luego es desechado.

A esas compañías se le suman "petroleras, mineras, camaroneras" y los propios pobladores, que desechan en la calle "fundas de uso cotidiano". Los principales espacios afectados son los ecosistemas de los manglares, que abundan en El Guabo.

Debido a esa contaminación, que el plástico de las bolsas es el que menos se recicla y que las mujeres de Awashamu trabajan con ese material, el proyecto pasó a convertirse en una contribución favorable al medio ambiente de El Guabo.

Preparación y empoderamiento

Una vez que la Fundación Kasa de Colores se adentró en Awashamu, comenzó a trabajar con las mujeres en su preparación en temas como finanzas personales o banco comunitario, para que ellas "tengan independencia, puedan manejar su propio dinero y salir de esta situación" de violencia, dice Chesseron. También hubo talleres de gestión de conflictos y cómo enfrentar una situación de violencia.

El segundo paso —explica— fue crear formalmente el emprendimiento. A las mujeres también se les brindó mayor capacitación en técnicas de tejidos, reciclaje, concienciación sobre el ambiente, en particular la limpieza de los manglares.

Awashamu, explica Chesseron, ha permitido "transformar lo que fue visto como basura en arte" y "transformar una situación de aislamiento y violencia en un proceso en el que estas mujeres se volvieron líderes de sus familias y de su comunidad".

Del basurero a la tienda

Awashamu está conformado actualmente por 15 mujeres, de entre 35 y 68 años; de ellas, cinco llevan el liderazgo del emprendimiento y ocupan los cargos de presidenta, secretaria, tesorera, entre otros.

Estas mujeres organizan 'mingas' (reuniones solidarias) para recoger las bolsas de plástico en los manglares, calles y botaderos de basura. "Con la sensibilidad que han logrado, hay gente que les deja fundas en sus casas, eso es un logro de concienciación", dice Chesseron.

Esas bolsas luego son sometidas a un proceso de limpieza, que incluye el uso de cloro, se cuelgan en un tendedero y se ponen a secar. Una vez secas, se cortan en tiras y hacen el hilo. Con ese material elaboran sus productos, como carteras, monederos, llaveros, mochilas, entre otros.

"Una cartera sencilla toma cinco horas" para su elaboración, explica la representante de Kasa de Colores; mientras, "hay otros productos con una técnica tan precisa que lo hacen ver como si fuera de tela, eso toma unos dos días" en su realización. El precio, justamente, varía de acuerdo a su confección.

Las mujeres venden sus productos en El Guabo, incluyendo participación en ferias. La fundación también apoya la comercialización de los productos fuera de ese cantón, en Quito, principalmente en tiendas amigas, como el espacio sociocultural El Útero, en el centro de la ciudad; pero también han tenido compras desde el exterior.

Las cifras del reciclaje

El impacto del reciclaje de estas mujeres es bastante grande. Por ejemplo, según cifras de la microempresa, para la elaboración de una cartera utilizan 30 bolsas, mientras que para la confección de un monedero son necesarias nueve.

De las 15 mujeres que conforman Awashamu, cada una de ellas elabora 15 carteras y 25 monederos mensualmente, para un total de 225 de las primeras y 375 del segundo producto en todo el emprendimiento. Esa producción se traduce en 10.125 bolsas recicladas cada mes y 121.500 cada año.

La experiencia de Awashamu le ha dado a Deavila la capacidad para ayudar a otras mujeres que son víctimas de violencia de género, a quienes aconseja: "No dejen que los hombres le peguen, sean duras, fuertes, denuncien, avisen a alguien. No se dejen matar".

También, tanto ella como otras de las integrantes del emprendimiento, capacitan en el arte del tejido a mujeres en la comunidad e, incluso, en la cárcel.

Hoy, Olga, mientras sigue tejiendo para Awashamu, sueña con un desfile de moda "a lo grande", con gente que asista desde otros rincones del país e, incluso, del resto del mundo.

Edgar Romero G.

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