Para alimentar a la creciente población humana, que se proyecta alcanzará unos 10.000 millones para el 2050, y al mismo tiempo reducir las emisiones de gases para evitar una catástrofe climática, debería reducirse significativamente el consumo de carne de vaca, oveja y cabra.
De acuerdo con un reciente estudio del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) si la producción de carne continúa a su ritmo actual necesitaremos 50 % más de alimentos para alimentar a la creciente población mundial. Además, si no se disminuye la producción en dos tercios, los bosques restantes del mundo se enfrentarán a la destrucción completa y el cambio climático continuará fuera de control.
"Necesitamos con urgencia reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de la producción agrícola y detener la conversión de los bosques remanentes en tierras agrícolas", asegura el WRI.
La comida tendrá que ser producida sin crear nuevas tierras de cultivo o los bosques que todavía existen serán destruidos. La producción de carne y productos lácteos utiliza el 83 % de las tierras agrícolas y genera el 60 % de las emisiones de la agricultura, detalla el instituto.
Alcanzar un futuro alimentario sostenible
Para lograr este objetivo es esencial reducir el consumo de carne y productos lácteos. Los productos cárnicos de res —la carne de rumiante más consumida— requieren recursos intensivos, 20 veces más tierra y suponen una emisión de gases de efecto invernadero por gramo de proteína comestible 20 veces mayor que las proteínas vegetales comunes, como frijoles, guisantes y lentejas.
El WRI recomienda que 2.000 millones de personas en todos los países, incluidos EE.UU., Rusia y Brasil, reduzcan su consumo de carne de res y cordero en un 40 %. Las acciones incluyen proteger y restaurar los ecosistemas naturales, aumentar la oferta de pescado, mejorar la comercialización de alimentos de origen vegetal y sustitutos de la carne e implementar políticas que favorezcan su consumo.
Otros cambios necesarios en la agricultura incluyen una cambio en la alimentación de las vacas para reducir su producción de metano, limitar los biocombustibles producidos a partir de cultivos alimentarios, administrar mejor el estiércol y los fertilizantes y reducir el uso de energía por parte de la maquinaria agrícola.
Asimismo, la demanda general de alimentos podría reducirse con políticas para frenar el crecimiento de la población, como "mejorar el acceso de las mujeres a la educación y la atención médica en África para acelerar las reducciones voluntarias en los niveles de fertilidad".