El flamante presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, abrió al público el pasado 1 de diciembre —el mismo día de su asunción— las puertas de la Residencia Oficial de Los Pinos, convirtiéndose en el primer mandatario del país en 84 años que no vivirá allí. RT recorrió el lujoso edificio, que desde ahora constituye un complejo cultural.
Hasta hace poco tiempo, este terreno de 56.000 metros cuadrados —más de 10 veces más grande que la Casa Blanca de EE.UU.— ubicado en plena Ciudad de México estaba prohibido para los ciudadanos comunes. El lugar era vigilado por efectivos del Ejército, quienes se aseguraban de que nadie pisara ni tampoco retratara el complejo.
Anteriormente, este lugar estaba destinado para que aquí vivieran los presidentes del país latinoamericano junto a sus esposas y sus familias. El primero en hacerlo fue el expresidente Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940), mientras que el último en utilizar este lugar como residencia fue Enrique Peña Nieto, el predecesor del actual mandatario.
El complejo ostenta detalles lujosos que incluyen pisos de mármol y de madera, así como enormes candelabros de cristal cortado, que atestiguan lo cara que era la vida en el interior de esta residencia oficial. Sin embargo, los despachos donde trabajaban los antiguos presidentes lucen con suficiente sobriedad ya que, según se comenta, la nueva administración retiró muchos de los objetos que se encontraban allí anteriormente.
Asimismo, en el interior de la ya antigua residencia se encuentra una escalera que se volvió muy famosa en México debido a que en ella se retrataron Sofía Castro, la hija del expresidente Enrique Peña Nieto, y la entonces primera dama, Angélica Rivera. Esa imagen se hizo muy conocida gracias a las revistas dedicadas al mundo de la farándula y causó gran desaprobación en diversos sectores de la sociedad.
En apenas unos días, este lugar tan emblemático de la política mexicana ya fue visitado por 130.000 personas. Algunos de ellos compartieron sus impresiones con RT y opinaron que el lujo de esta residencia oficial era excesivo en vistas a la cantidad de pobres que hay en el país. Y aplaudieron, además, la idea de abrir este lugar al público, aportando, de esta manera, otro granito de arena a la cultura mexicana.