La forestación que siguió al descenso de la población redujo la concentración de dióxido de carbono e hizo caer las temperaturas globales.
La muerte de millones de indígenas a partir de la llegada de los europeos a las Américas en 1492 tuvo como consecuencia una caída de la temperatura global en la Tierra, según se desprende de un nuevo estudio publicado en Quaternary Science Reviews.
Hasta el año 1600 más de 50 millones personas murieron a manos de los colonizadores o víctimas de las enfermedades traídas desde Europa. La despoblación hizo que quedara abandonada una extensión de tierras anteriormente cultivadas equiparable al tamaño de Francia.
La forestación natural que se produjo en las tierras abandonadas conllevó una disminución de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre y, como consecuencia, contribuyó a la llegada de lo que se llama la Pequeña Edad de Hielo.
El equipo de Alexander Koch, del University College de Londres, estudió datos demográficos del continente a partir de 1492 y estimó un descenso de la concentración de dióxido de carbono de entre 7 y 10 partes por millón (ppm).
"Colocándolo en el contexto moderno, normalmente quemamos combustibles fósiles y producimos cerca de 3 ppm al año. Así que estamos hablando de una enorme cantidad de carbono extraída de la atmósfera", explicó el coautor Mark Maslin, citado por The Daily Mail.
Parte del enfriamiento se debió a procesos naturales, pero la muerte masiva de la población duplicó el efecto de esos procesos, según el investigador.
Estudios previos mostraron que para 1610 los bosques habían reclamado la mayor parte del continente americano.
Mar de Aral (Uzbekistán-Kazajistán). Actualmente el lago, antiguamente considerado el cuarto del mundo en cuanto a tamaño, representa una superficie de solo el 10% de la original y ha perdido gran parte de la fauna que lo habitaba, incluyendo 28 especies de peces endémicas.
/
Reuters
Bosques de laminariales de Alaska (EE.UU.). La contaminación, los efectos del ciclón El Niño y la sobrepesca destruyen los bosques submarinos de algas gigantes que representan el ecosistema de las aguas de Alaska, que sirve de hogar para numerosos representantes de la fauna marina.
/
noaa.gov
Bosques de acacias de la cuenca del Senegal (Senegal, Malí y Mauritania). La agricultura excesiva, las presas y el pastoreo intensivo destruyen la biodiversidad de las llanuras de inundación en la cuenca del río Senegal, causando el desplazamiento forzoso y problemas de salud a la población local.
/
Reuters
Arrecifes de coral del Caribe. Un estudio del Instituto de Recursos Mundiales ha demostrado que el tercio de todos los arrecifes de la zona se encuentran en peligro por la actividad humana que incluye la sobrepesca, el turismo intensivo y la agricultura excesiva.
/
ccre.si.edu
Lagunas Coorong y estuario del río Murray (Australia). Solo el reconocimiento de una parte de estos parajes como parque nacional ha logrado salvar el lugar de la desaparición completa, aunque solo el 10% de su territorio histórico está protegido.
/
noaa.org
Turberas elevadas de Renania (Alemania). La Comisión Europea ha advertido que varias especies de flora y fauna de las turberas de Hunsrück y Eifel ya están consideradas como raras.
/
life-moore.de
Matorrales de 'fynbos' de El Cabo (Sudáfrica). La agricultura intensiva, los incendios forestales y la urbanización amenazan a unas 8.500 especies de plantas, el 70% de las cuales son endémicas, con la destrucción de su hábitat.
/
Reuters
Humedales de la cuenca del Murray-Darling (Australia). La cuenca de los ríos Murray y Darling está sufriendo una pérdida de vegetación natural y una severa sequía debido a la excesiva regulación y explotación hídrica.
/
nwc.gov.au