'Ya no basta con marchar': el documental sobre la reinvención de la protesta social en Chile

El director y sus protagonistas comparten experiencias de las movilizaciones estudiantiles chilenas, donde el arte invadió las calles, desorientando a los carabineros.

"Me encanta marchar y creo que es algo muy importante, pero quizás ya no es el método óptimo para generar un diálogo con la sociedad", explica Hernán Saavedra, el director de la película. Su proyecto repasa las masivas movilizaciones estudiantiles en Chile a partir del 2006, y cómo se transformó la típica manifestación callejera en expresiones teatrales, de baile y música, entre otras intervenciones cómicas e insólitas que desorientaban a las fuerzas de seguridad y llamaban la atención de toda la población.

'Ya no basta con marchar' es una interpelación directa hacia los movimientos sociales: ¿Reunirse entre los convencidos de siempre o buscar formas renovadas para atraer gente nueva?, aquella es una pregunta implícita e incómoda que plantea la obra audiovisual. Propone, también, reinventarse a la hora de luchar por conseguir más reivindicaciones o exigir demandas.

Más allá de la disputa política, y la innegable presión que ejerce sobre los distintos Gobiernos el hecho de ocupar las calles, ¿realmente sigue siendo la forma más efectiva de sumar adhesión en el resto de la ciudadanía? Al menos así se lo plantearon varios estudiantes chilenos, que pedían educación gratuita y de calidad, y revirtieron la clásica ecuación de las manifestaciones en su país: protestar, ser reprimidos por Carabineros y salir corriendo.

Cómo nació el proyecto

A Saavedra le gusta el cine de los 70, y se inspiró en el film chileno 'Ya no basta con rezar', basado en un cura involucrado en conflictos sociales: "La película termina con aquel jesuita convertido en un socialista tirando piedras", recuerda.

En los últimos años, Hernán participó de las protestas estudiantiles y mientras reclamaba, también grababa a los manifestantes, los policías y todas las cuestiones estéticas que la mayoría de la gente no suele percibir cuando aparece la adrenalina. "No sabía que iba a hacer una película", confiesa. Así, con el paso del tiempo se dio cuenta que tenía mucho material valioso y solicitó a otros estudiantes que también les enviaran sus filmaciones propias. El documental iba cobrando forma.

"Mi meta era mostrar lo que había pasado, porque después del 2011 mucha gente quedó muy frustrada", comenta el cineasta cuando alude a la decepción generalizada que se produjo tras no haber conseguido el objetivo de una educación gratuita para todos, cuyo sistema actual tiene un carácter lucrativo desde la dictadura.

"No todos entienden que la política es un proceso, algunos creyeron que íbamos todos a protestar y que ya lo lográbamos", completa. Por aquel año, en agosto, las autoridades alertaron a los jóvenes advirtiéndoles que perderían su ciclo lectivo en caso de continuar protestando y, a partir de allí, el movimiento empezó a desarmarse.

Los locos de las movilizaciones

Con una buena dosis de humor, el largometraje muestra las formas de protesta más llamativas y eficaces durante aquellas movilizaciones masivas. Sergio Gilabert fue uno de los jóvenes que se expresó de un modo bastante particular: corrió durante 1.800 horas alrededor del Palacio de La Moneda ─la casa de Gobierno─, es decir, 75 días seguidos entre el 13 de junio y 27 de agosto del 2011.

La idea fue simbolizar los 1.800 millones de dólares que se necesitaban para financiar la gratuidad del sistema educativo, o al menos esa era la cifra que los jóvenes tenían en mente. "Fue una alternativa para manifestarnos de manera colectiva y sostenida. En ese contexto muchos alzaban la voz por sus carreras y por ello nos planteamos el desafío de hacer una", repasa para este medio.

Con el correr de los días, muchas personas se hicieron eco de esta extraña manifestación propuesta por los estudiantes de teatro de la Universidad de Chile, y se sumaron adherentes. "La participación fue en aumento, lo que se tradujo en una amplia convocatoria de corredores de todas las edades, cada uno de ellos haciéndose parte de un movimiento estudiantil que procuró mostrar el conflicto en la educación como un problema social que implicaba a todos los sectores", recuerda Gilabert.

Asimismo, concluye: "Hubo una agitación social que seguramente marcó a una generación. Quizás la misma que, desde otra posición, sigue comprometida con un cambio estructural al modelo político, económico y social que impera en Chile. Y para lograr ese gran paso, probablemente, ya no baste con marchar".

Las bailarinas fueron las protagonistas que más risas causaron en la sala de la Cineteca Nacional, donde se proyectó el film durante las últimas semanas. Algunas de estas jóvenes respondían con danza ante los avances policiales durante las manifestaciones. Es decir, literalmente bailaban entre escudos y rozaban los uniformes de los efectivos, generando la euforia de los estudiantes y el desconcierto de los carabineros, que no sabían cómo reaccionar.

"La herramienta del arte apareció como contraposición a toda la resaca de las marchas 'ochenteras'", comenta Paulina González, miembro de la Asamblea de Estudiantes de Arte. Sobre eso, quienes seguían carreras artísticas tuvieron mucho que ver, opina, involucrándose directamente en política.

A su vez, recuerda la tensión con los uniformados: "Al principio estas muestras artísticas causaban desconcierto en los 'pacos' ─policías─, no sabían muy bien qué hacer. Se miraban entre ellos, llamaban al superior, a veces no hacían nada, otras retrocedían y nos mojaban. De vez en cuando trataban de hablar con nosotros, pero estaban descolocados". Por ello, notaron el potencial de sus herramientas comunicacionales, "que rompían la estructura de tirar piedras y correr". Y concluye: "Aparecían nuevas opciones. Observar carabineros incómodos, verlos raros, siguió alimentando y atrayendo gente a esto".

Pero eso no fue todo, las manifestaciones exóticas siguieron; desde coreografías para cientos de alumnos disfrazados de zombis al ritmo de Michael Jackson en el centro de Santiago, hasta la ocupación de un canal de TV, son algunas de las acciones realizadas por los jóvenes chilenos, con un fin en común.

"No te puedes quedar indiferente"

"Fui a un secundario con gente muy de izquierda y viví en carne propia ser parte de muchas protestas donde éramos los mismos de siempre. Varias marchas ya parecían un simulacro, que no terminan de generar lo que deberían, como detener la ciudad y que todos se pregunten por qué existe el malestar", recuerda el director.

Asimismo, opina: "Cargaban con la frustración de familias, generaciones pasadas que habían perdido todo en la dictadura, pero estaba más relacionado con eso en vez de generar un diálogo con la sociedad". Desde su punto de vista, "antes había una ciudadanía muy compacta y con miedo a expresarse, pero en 2011 comenzó a quebrarse el espectro de Pinochet, con una generación que no lo vivió".

Sobre los tiempos que corren, el cineasta opina que las redes sociales cambiaron el lenguaje político: "Si ves un video de gente bailando pacíficamente y luego llega la represión, no te puedes quedar indiferente. Estás obligado a tomar posición". Pero más allá de la comunicación audiovisual, cree que "es fundamental involucrarse, si no, la frustración se multiplica".

Saavedra, que en sus días de alumno participó de la toma de colegios, considera que todavía "el poder de la calle es innegable", y concluye: "Los estudiantes van a volver a salir, pero depende de que generen algo nuevo".

Leandro Lutzky

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