Los 'Destripadores de Chicago': El final de un culto satánico que cazó y mató mujeres en EE.UU.
A finales del pasado marzo fue puesto en libertad, en EE.UU., Thomas Kokoraleis, miembro del culto satánico Ripper Crew (también conocido como Chicago Rippers, 'Destripadores de Chicago', en inglés), después de haber cumplido 35 años de prisión. La pandilla aterrorizó a esa nórdica ciudad ciudad estadounidense al secuestrar, violar, mutilar y asesinar a unas 18 mujeres entre los años 1981-1982.
Los principales sospechosos fueron el propio Kokoraleis y su hermano Andrew, junto con Edward Spreitzer y el cabecilla del grupo, Robin Gecht. Estos hombres admitieron ser parte de un culto satánico, en el cual sometían a sus víctimas a repugnantes rituales.
Las autoridades creen que el Ripper Crew secuestró a entre 18 y 20 mujeres de las calles de Chicago. Sus blancos eran en su mayoría trabajadoras sexuales, aunque no siempre encajaban en esa descripción. Se llevaban a cualquier mujer que pudieran encontrar, siempre que estuviera sola y pareciera vulnerable. La edad no importaba, y una fuente declaró que el único requisito de Robin Gecht era que la víctima tuviese senos grandes.
Timeline: Sadistic exploits, innocent victims of the Ripper Crew https://t.co/dmtHTuArWHpic.twitter.com/jKDnRkV5wp
— Tribune Graphics (@ChiTribGraphics) 28 марта 2019 г.
Algunos secuestros ocurrieron en calles concurridas en pleno día: los delincuentes se llevaban rápidamente a las víctimas en una camioneta roja. La pandilla se aseguraba de que tuvieran una dura agonía. Después de meterlas en el vehículo, los cuatro hombres la golpeaban, apuñalaban y asaltaban sexualmente. Las torturas podían durar horas, y las mujeres permanecían vivas durante la mayor parte del proceso.
Comunión canibalística
El último acto antes de matar a la víctima era, generalmente, cortarle el seno izquierdo con un alambre. Los miembros del culto se deshacían de los cuerpos, pero guardaban los senos amputados para un ritual posterior: una ceremonia de comunión canibalística.
El ritual se realizaba en la casa de Gecht, que entonces vivía con su esposa y tres hijos. El hombre había construido un improvisado templo satánico en su ático. Según informes de la Policía, la habitación era iluminada solo con velas y contenía un altar cubierto con un paño rojo. Las paredes estaban pintadas con seis cruces rojas y negras.
El cabecilla de los 'Destripadores de Chicago' leía entonces pasajes de una Biblia satánica. Después cortaba el pecho de la víctima en pedazos y se los entregaba a los otros tres miembros del culto, que comían esa carne como un sacramento religioso satánico.
Ese mismo ritual lo cumplieron siete veces, para después desechar el cuerpo mutilado. Seis veces se salieron con la suya. Pero su séptima víctima sobrevivió.
La sobreviviente
El 6 de diciembre de 1982, los Destripadores secuestraron a la que sería su última víctima. Asaltaron a la adolescente Beverly Washington, la subieron a su camioneta y la sometieron a la rutina habitual. Luego tiraron su cuerpo cerca de unas vías férreas, donde fue encontrada. Gecht y su equipo habían asumido que estaba muerta o que fallecería muy pronto. Desafortunadamente para ellos, la mujer sobrevivió. Sus testimonios llevaron al arresto de los cuatro hombres.
Desde su cama en un hospital, Washington le dio a la Policía información suficiente para rastrear la camioneta roja y a los miembros del culto involucrados en los asesinatos en serie.
Primero fue detenido Edward Spreitzer, quien resultó ser el conductor de Gecht. Afirmó que este los había coaccionado, a él y a los hermanos Kokoraleis, para que lo ayudaran con sus macabros planes de asesinato y mutilación de mujeres.
Spreitzer aportó datos sobre siete asesinatos con circunstancias agravantes. Los detectives estaban seguros de que con eso podrían inculpar a Gecht en el interrogatorio, apelando a los datos obtenidos, pero el hombre se mostró inflexible: insistió en su inocencia, alegando que nunca lastimó a esas mujeres ni forzó a nadie a hacerlo.
Cambio de testimonio
Con el tiempo, Spreitzer cambió su testimonio para afimar que Gecht no había matado a nadie. En su comportamiento leyeron los especialistas un inexplicable temor hacia su jefe. Comenzó a testificar contra dos cómplices más, Andrew y Thomas Kokoraleis, feligreses de la Iglesia Ortodoxa de Chicago. Luego Andrew admitió que había matado a dos jóvenes (Rose Beck Davis y Lorraine Borowski), y también dijo que estaba involucrado en la muerte de otras 18 mujeres.
A pesar de las confesiones de Spreitzer y los hermanos Kokoraleis, así como del testimonio incoado en su contra, la Policía no pudo inculpar a Gecht de asesinato. A falta de pruebas en tal sentido, fue sentenciado a 120 años por intento de asesinato y violación, y será elegible para libertad condicional en 2022.
Andrew Kokoraleis fue condenado a muerte por inyección letal, sentencia que se cumplió en marzo de 1999. Fue la última persona ejecutada en el estado de Illinois, donde luego se conmutaron todas las condenas a muerte.