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"Nada que festejar": El Día del Investigador Científico en Argentina, con recortes y más de 2.000 expertos sin trabajo

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Muchos profesionales de la ciencia y tecnología que estudiaron en ese país sudamericano y poseen excelentes antecedentes académicos deberán resolver cómo sobrevivir.
"Nada que festejar": El Día del Investigador Científico en Argentina, con recortes y más de 2.000 expertos sin trabajo

Este miércoles 10 de abril Argentina celebra el Día del Investigador Científico, en honor al nacimiento del doctor Bernardo Houssay en 1887, ganador del premio Nobel de Medicina y Fisiología. Sin embargo, el contexto de recorte presupuestario en la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva —que dejó de ser un Ministerio en septiembre pasado— presenta un panorama desolador para muchos trabajadores del rubro: 2145 expertos acaban de ser rechazados por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y ahora deberán pensar a qué dedicarse, y en qué país.

Se trata de profesionales con excelentes recorridos académicos, muchos de ellos formados en la educación pública durante varios años, que hoy ven negada la posibilidad de ser investigadores fijos del Estado, a menos que haya suerte en el rubro universitario.  

Fabricio Ballarini, biólogo especializado en memoria e investigador del CONICET.
Fabricio Ballarini, biólogo especializado en memoria e investigador del CONICET.
"Si una persona que no ingresó al sistema quiere seguir haciendo ciencia, tiene que ir a alguna universidad o irse a otro país".

"No hay nada para festejar", comenta Victoria García, miembro de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), mientras se desarrolla la jornada de protestas en la Ciudad de Buenos Aires, donde los científicos cambian los tubos de ensayo por bombos y platillos. El malestar se explica porque durante los últimos años se redujeron los cupos disponibles para que los especialistas puedan brindar sus conocimientos y percibir salarios como empleados permanentes del CONICET.

Así, en 2015 había más de 900 vacantes ofertadas para el año siguiente, en 2017 el número se redujo a 600 y a partir del 2018 solo pueden ingresar 450 investigadores al sistema. En la última convocatoria se presentaron 2.595 inscripciones, y la gran mayoría se quedó afuera. Bajo este marco, "hay movilizaciones en muchas ciudades del país", afirma la investigadora de narrativa argentina, que se desempeña en aquel organismo.

¿Se viene otra "fuga de cerebros"?

En el 2001 Argentina vivió una cruenta crisis económica, y los elevados índices de desempleo concluyeron en manifestaciones sociales que finalizaron con 38 personas asesinadas por las fuerzas de seguridad entre el 19 y 20 de diciembre. El entonces presidente, Fernando De la Rúa, huía en un helicóptero y en los siguientes diez días el cargo fue ocupado por otros cuatro mandatarios.

Asimismo, el contexto de la ciencia tampoco era muy próspero: muchos científicos e investigadores se iban del país ante la falta de oportunidades en la tierra que los educó y formó como profesionales, en un proceso migratorio de capital humano conocido como "fuga de cerebros". Tiempo después, hay expertos que vuelven a barajar esta opción.

Para dimensionar mejor el conflicto, el biólogo e investigador del CONICET especialista en memoria, Fabricio Ballarini, realizó una simple comparación del contexto científico con la constante migración de futbolistas argentinos hacia el resto de las ligas: "¿No te da rabia que las estrellas se vayan a Europa y valgan millones? Si salió de acá, y lo pagaste vos", ejemplificó en Vorterix.

Al postularse como aspirantes para ingresar al CONICET como trabajadores estables, los candidatos tienen concluida su carrera universitaria, donde obtuvieron elevadas calificaciones para realizar sus doctorados y postdoctorados. En promedio, el trayecto académico completo es de unos 12 años, "súper especializado", y solo los mejores estudiantes que lograron transitar estas etapas con éxito pueden ofrecerse en el Consejo, donde los cupos son limitados. Por lo general, se trata de personas que ya realizaron investigaciones para el organismo como becarios, y tienen su propia línea de trabajo.

Félix Requejo, director del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA).
Félix Requejo, director del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA).
"Si lo medimos en dólares, nuestros sueldos se redujeron a menos de la mitad en tres años".

 "¿Para qué se dan tantas becas doctorales y postdoctorales si después el cuello de botella es tan chico?", critica el experto en neurociencia ante la consulta de este medio. En otras palabras, Argentina financia la educación de estos profesionales, pero luego no los utiliza. "Si una persona que no ingresó al sistema quiere seguir haciendo ciencia, tiene que ir a alguna universidad o irse a otro país", resume Ballarini.

El problema no se reduce solo a las fuentes de trabajo y las cientos de familias que deben cambiar su proyecto de vida de la noche a la mañana, también abarca al futuro estratégico nacional: "En áreas sensibles, como la Biología, solamente hay 20 ingresos en total. En Ciencias Agrarias, en un país con tanto campo y necesidad de innovación tecnológica, entraron siete. La preocupación es máxima", advierte.  

Según los datos proporcionados por el sindicato, el CONICET cuenta con unos 10.000 investigadores, 11.000 becarios de doctorado y postdoctorado, más de 2.600 técnicos y profesionales para apoyar las investigaciones y 1.500 empleados administrativos. Generalmente, el sector privado no participa de esta clase de proyectos, entonces el Estado es la única opción de trabajo posible en aquel país latinoamericano. Por otro lado, desde el centro de investigaciones todavía no respondieron a nuestra consulta sobre la reducción de las incorporaciones. 

El día a día en medio del ajuste

"El recorte se ve en los sueldos. Un becario doctoral, es decir, una persona graduada, gana unos 22.000 pesos (523 dólares), y tiene que tener dedicación exclusiva. Un investigador fijo suele ganar 33.000 pesos (785 dólares), pero el cargo más alto debe rondar los 50.000 (1190 dólares). El mismo trabajo, en cualquier universidad del mundo, puede ser cinco veces ese sueldo", dice el entrevistado, quien desarrolló una estrategia neuroeducativa para mejorar la memoria de los estudiantes. Sucede que la elevada cotización del dólar, es decir, la depreciación del peso nacional en los últimos meses, redujo los salarios de casi todos los argentinos.  

"Si lo medimos en dólares, nuestros sueldos se achicaron a menos de la mitad en tres años", concluye Félix Gregorio Requejo, director del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA), financiado por el CONICET y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). "La Facultad de Ciencias Exactas, de la UNLP, es la que nos permite sobrevivir", aclara. Con el acceso a subsidios y el pago de proyectos pasa algo similar: los presupuestos se cotizan en la moneda argentina, aunque su economía sea muy dinámica y muchos insumos se compren en dólares. Muchas veces no termina alcanzando el dinero. 

Sobre el contexto que se vive en el área, el físico es categórico: "El ajuste es brutal". Con este panorama, la situación no afecta exclusivamente a los especialistas, también hay daños colaterales. En concreto, Requejo explica que tuvieron que reducir los contratos de seguridad y limpieza, eliminando fuentes de trabajo. Es decir, los investigadores tienen que ponerse a higienizar sus propios laboratorios: "Solo alcanza para que se limpien los baños y espacios comunes", lamenta el físico. En el polo donde se encuentra el INIFTA también hay otros dos edificios, de geología y física, y desde hace unos meses hay un solo guardia para cuidar esos tres espacios científicos: "Es un edificio de enorme capital, con equipos de cientos de miles de dólares, y todo queda expuesto", se queja.  

Aquel instituto aporta conocimientos para el desarrollo de energías clásicas y otras no convencionales, como el litio, de suma importancia para el futuro de Argentina, pero también brinda aportes en el área de la medicina. Así, el hombre de ciencia es muy crítico sobre la senda política actual: "Esta idea que nos quieren imponer de ser el granero del mundo, es una estrategia geopolítica que les sirve a los que están mejor. Nuestro país no puede alcanzar el estándar de una nación desarrollada si se restringe a exportar materia prima. Si eso lo modificamos con tecnología, vamos a estar mucho mejor, sino seguiremos siendo un pueblo colonizado".

Para finalizar, Fabricio Ballarini, el experto en neurociencia, opina: "Todos los momentos que vivimos como país y sociedad, tienen que estar frescos en nuestra memoria para no repetir los errores". Y sobre el momento de crisis, considera: "Lo más triste es que se pierde el pensamiento crítico, de personas que se preguntan cosas que a veces la sociedad no se pregunta. La ciencia genera un ejercicio eterno de memoria, porque todo el tiempo hace un revisionismo de las cosas que suceden, para mirar hacia el futuro".

Leandro Lutzky

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