'La búsqueda de Alina Sánchez': La médica argentina que se unió a la lucha kurda y falleció en Siria
Ese día se levantó antes que nadie. Antes que el sol cubriera las montañas de Kurdistán, al norte de Siria, y una nueva mañana estival del 2011 comenzara, Alina Sánchez, de 24 años, se despertó envuelta en un traje verde militar.
Entre el silencio de las sierras, y con sus compañeras de la lucha armada aún durmiendo, enfiló hacia el horizonte con dos únicas certezas: Argentina, su lugar de origen, ya no sería más su hogar y Alina dejaría de responder a su nombre. Su larga búsqueda por diferentes organizaciones sociales alrededor del mundo—España, Alemania, México, Argentina— había encontrado, por fin, una causa a la cual abrazar y por la cual luchar.
Tomó una vincha de flores que usaba para sostenerse el cabello, miró al cielo plomizo de medio oriente y sonrió detenidamente. La historia de Lêgerîn Çiya (Alina Sánchez), médica argentina convertida en mártir de la revolución kurda, comenzaba.
Su encuentro con la medicina
Alina Sanchez, o Lêgerîn en su nombre kurdo, nació en 1986 en San Martín de los Andes, una ciudad ubicada en la región de la Patagonia, al sur de Argentina. A la edad de los nueve años, junto a su familia, dejó el frío seco para reubicarse en la provincia de Córdoba, en el norte del país.
Uno de sus hermanos —de los tres que tenía—, sufría problemas respiratorios por lo que sus padres decidieron buscar un clima más árido para vivir. En la ciudad de Villa Giardino, donde se instalaron finalmente, Alina comenzaba a demostrar una actitud enérgica: trepaba los árboles con sus vestidos, corría a través de extensos descampados y jugaba de igual a igual con sus hermanos, siempre con una sonrisa; y no solo aparentaba una joven con exceso de energía: en la escuela conseguía, además, un desempeño ejemplar sin siquiera esforzarse.
"Nunca estudiaba y se sacaba un 10 en las materias. Era muy inteligente. Un día, cuando tenía 10 años, me habló y me pidió que quería conocer al 'Subcomandante Marcos' del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en México. Imaginate lo que era para alguien de su edad preguntar por una figura así. De alguna manera, ella ya tenía un espíritu libre", recuerda hoy, Patricia Gregorini, madre de Alina.
Luego de terminar el colegio secundario en Villa Giardino, Alina eligió estudiar la carrera de Antropología en la capital de la provincia, a unos 75 kilómetros de su hogar. Vivía en una pensión diminuta junto a otros estudiantes cuando ingresó a la universidad. Se había entusiasmado en su inicio con el estudio de pueblos originarios en América Latina, pero en el año 2006, a mitad de sus estudios, Alina recibe una propuesta por parte de un profesor: ingresar a la carrera de medicina en la Escuela Latinoamericana de Medicina en Cuba, a través de una beca. Sin pensarlo, y con tan solo 20 años, aceptó.
"Ella me dijo que siempre quería estudiar medicina, pero pensaba que no le iba a dar la cabeza para tanto. Se había dado de baja en Antropología y se vino a Villa Giardino para hacer tiempo hasta que le confirmaran la beca. Como estaba tan eufórica de energía, compró materiales para construir una parrilla en nuestro patio. Estaba por la mitad, cuando le dijeron que tenía irse", detalla la madre.
De esta manera, Alina llegó a la tierra de la revolución latinoamericana para comenzar su carrera como médica.
De la Patagonia a Kurdistán
En al año 2011, mientras adopta los conceptos de la medicina popular con una mirada integradora en Cuba, Alina decide tomarse un año sabático. Por su cercanía con la Isla, la ciudad de Cancún, en el caribe mexicano, le pareció un lugar apropiado para asentarse, conseguir un empleo y juntar dinero para continuar su viaje. Pero su camino tuvo un giro inesperado y terminó en una caravana de gente rumbo al distrito de Chiapas primero, y Panamá después, para protestar en favor de los derechos indígenas junto a una ONG de Barcelona durante tres meses.
En esos trayectos, como un guiño del destino a su deseo de niña, la estudiante de medicina se encontró viajando en una camioneta perteneciente al líder mexicano del Ejército Zapatista, el 'Subcomandante Marcos' y su agrupación. El trabajo con la ONG vuelve a darle un giro turbulento: la lleva a España y Alemania, donde asiste a conferencias y charlas en que Alina se destaca por sus discursos a favor de las minorías indígenas hasta que, según relata la madre, tan cambiante como impredecible, y sin revelárselo a nadie, llega por primera vez a Kurdistán, al norte de Siria.
Kurdistán es una región de Medio Oriente anclada en en un territorio que comprende a los países de Turquía, Siria, Irán, Iraq y Armenia y que aún no es reconocido como un Estado Nación independiente. Son el segundo grupo étnico más grande de la región con 40 millones de personas, distribuidas a lo largo de diferentes puntos. La composición actual quedó establecida luego de la Primera Guerra mundial y la caída del Imperio Otomano. Desde entonces, el pueblo kurdo ha buscando su independencia, sobre todo en Turquía, donde el Gobierno ha dedicado esfuerzos incansables por prohibir el reconocimiento de los kurdos.
En 1978 se crea el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), una organización marxista, de resistencia armada, y cuyo objetivo es lograr un Estado socialista en el territorio kurdo. Su líder, Abdullah Öcalan, fue apresado en Turquía en 1999 y, desde entonces, permanece condenado a cadena perpetua bajo el cargo de "terrorista".
Antes de ser encarcelado, Öcalan había ideado un sistema llamado 'Confederalismo Democrático', a partir del cual plantea una sociedad libre que no se rija por las estructuras del Estado Nación, del capitalismo y del patriarcado. Previo a la formación del PKK, se produjeron 28 levantamientos en contra de las divisiones territoriales que intentaron imponerle al pueblo kurdo. Estas resistencias terminaron en genocidios. En 1980, el gobierno turco instaló un golpe militar contra la izquierda y especialmente contra los militantes del PKK, donde se llevaron a cabo grandes matanzas.
Pero la lucha del pueblo kurdo tiene en su historia una particularidad que lo distingue del resto de las contiendas bélicas en el mundo: la participación de las mujeres. El rol femenino, tanto dirigencial, como en la guerra, ha puesto a Kurdistán en la vanguardia del feminismo y, sobre todo, en una región islamizada donde los derechos de la mujer han sido eternamente sesgados.
"Yo soy Lêgerîn Çiya"
Es el año 2011 y Alina Sánchez recorre los asentamientos de Kurdistán, en Turquía. Divisa las casas levantadas sobre montañas y se emociona al escuchar la historia del pueblo kurdo: la participación y el rol de las mujeres, la lucha por la igualdad y el fin del capitalismo, el despertar de una sociedad oprimida por años. Alina, acompañada por un traductor, comparte con ellos comidas, charlas y experiencias. Comienza a practicar el kurmanji, el idioma original, prohibido por el Gobierno turco durante un largo periodo en su territorio.
Los meses transcurren y Alina no pasa desapercibida. Los locales se percatan de la presencia de una latinoamericana —una más que llegaba a conocer sus tierras—, con una energía diferente. Flaca, de hombros hundidos y con una sonrisa permanente, la estudiante de medicina parece una kurda más en aquel sitio tan lejano de Argentina.
Su sentido de pertenencia con Kurdistán crecía día a día hasta, que en el transcurso de su estadía, opta por elegir un nuevo nombre. Debía volver a Cuba para terminar su carrera, pero sabiendo que un nuevo comienzo la esperaba en su retorno, que su búsqueda por una causa a la cual abrazar había terminado en la conquista por la libertad de un pueblo, por la libertad de las mujeres. Entonces, Lêgerîn (búsqueda en español), dejó Medio Oriente para volver un tiempo después y convertirse en la primera médica latinoamericana de la revolución kurda.
Regreso a Kurdistán
A fines del 2014, Alina Sánchez —Lêgerîn—, se recibe de médica con honores en Cuba y, antes de regresar a Kurdistán, se asienta unos días en su país: visita a su familia, despide a sus amigos, pasa algunos días junto la comitiva kurda en Argentina.
Pero en 2015, con 28 años, se suma finalmente a las filas armadas. Primero en Sulemaniya, territorio ubicado en Iraq. Luego viaja a Rojava, al norte de Siria, para integrarse como médica en dos grupos armados fundamentales de la revolución: las Unidades de Defensa de las Mujeres (YPG) y las Unidades de Defensa del Pueblo (YPG), ambos integrados solo por mujeres y que tuvieron un rol trascendente en la victoria contra el Estado Islámico de Siria de aquel año.
Nathalia Benavidez, una argentina que compartió tiempo con Alina en la región, recuerda las historias que escuchaba sobre ella la primera vez que arribó.
"Cuando llegué en 2017, Alina se encontraba fuera del territorio, por lo que conocí a sus compañeras primero. Me hablaban de ella como Lêgerîn. La describían como una persona llena de energía. En 2018, cuando volvió, nos hicimos muy cercanas. Todos compartíamos que era una persona luminosa, con una risa particular. Tenía la capacidad de ver más allá de lo lógico y comprender el tiempo que lo tocaba vivir. En plena guerra, ella no perdía la calma. Siempre se mantenía firme. No era una internacionalista más que llegaba para sumarse a la causa, ella era diferente", detalla Benavidez.
Mártir de la revolución
Para 2018 Lêgerîn es más que una simple médica de guerra. Su nombre es reconocido en varios territorios kurdos: su sueño por diseñar un sistema médico alternativo para su pueblo la hacen comparar con el 'Che Guevara'. Vive en las montañas y no viaja sola a ningún lado, guardaespaldas la custodian a donde vaya. Su vida es tan valiosa como las que ella salva.
El 17 de marzo de ese año, la médica se alista para una reunión desde Rojava hasta Hasaka, Siria, junto a organizaciones no gubernamentales vinculadas a la salud. Sus guardaespaldas le abren las puertas del auto, ella sonríe y agradece. Las rutas de la región son terrosas, una cortina de polvo se levanta en cada aceleración. Una mala maniobra durante el trayecto hace que impacten de frente contra otro coche: Alina muere en el acto.
La primera palabra que Patricia Gregorini, su madre, recuerda en su llegada a Medio Oriente para el funeral de su hija es "leyenda".
"Todo el mundo la conocía. Llegué junto a sus hermanos. Nos trataron muy bien. Rojava es un lugar hermoso. El choque fue frontal. Ella tenía una comprensión en el pecho y se le perforó un pulmón. No tenía rasgos de haber sufrido. Fue muy emocionante estar allá, Ali era una leyenda", rememora Patricia.
"No lloramos a los mártires. Los mantenemos vivos"
Son las dos de la tarde de un día de marzo y en la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Palermo, una bandera de lienzos verdes aclama una solicitud: 'Rompamos el aislamiento. Liberemos a Öcalan'. Una manifestación kurda marcha hacia la sede de la embajada de Turquía, en reclamo por la liberación de Abdullah Öcalan, el líder del PKK.
Melike Yasar, una de las impulsoras de la convocatoria, es representante del Movimiento de Mujeres de Kurdistán en América Latina. Conoció a Alina en 2011, cuando pisó las tierras de Medio Oriente por primera vez.
"No fue solo una chica que participaba para hacer la revolución o aportar a la lucha del movimiento, sino que ella se sentía como una kurda. Alina estaba en una búsqueda. Lêgerîn es búsqueda. La búsqueda de la libertad. Para ningún revolucionario es casualidad el nombre que eligió. Cuando se quedó finalmente en Rojava, se cambió el apellido a Çiya, que significa montaña. Ella vivía allí. En sus charlas nunca hablaba como una argentina. Hablaba como kurda", explica Yasar.
Luego de su muerte, Kurdistán rindió distintos homenajes a la argentina. Un hospital de Rojava lleva su nombre y su historia recorrió el mundo. En su país, al cumplirse un año de su fallecimiento, se realizaron diversos actos en su honor.
"Muchos compañeros empezaron a hablar de su alma. Cómo en medio de la guerra, podía sonreír. Había otras compañeras de América Latina, pero con otra participación, no como ella. Muchas familias le pusieron su nombre a sus hijas. Nosotros no lloramos por los mártires. Nosotros queremos finalizar sus sueños. Lêgerîn tuvo un proyecto y un pensamiento de construir un sistema alternativo de salud para los pueblos. Y hoy se está desarrollando. Es una forma de mantenerla viva. Nosotros tenemos que seguir", remarca la líder del movimiento.
En una entrevista que Alina brindó para un canal alternativo de televisión argentino, en 2004, se la ve explicando las razones de la lucha de su pueblo.
"Las mujeres somos discriminadas por tres razones: por ser mujer, por ser pobres y por ser kurdas. No es lo mismo el estatus social de una turca que el nuestro. Esa es la liberación que queremos. La liberación de la mujer para crear una sociedad diferente".
Facundo Lo Duca
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