Cuarenta y dos de los setenta años que lleva de vida Carlos Solsona se los pasó buscando a un hijo que ni siquiera sabía si había nacido, o si, en caso de que así fuera, había logrado sobrevivir al terrorismo de Estado. Militante de la izquierda revolucionaria en tiempos de la dictadura cívico militar argentina (1976-1983), perdió a su pareja y compañera, Norma Síntora, cuando ella cursaba un embarazo de ocho meses: Norma fue secuestrada por el aparato represivo en mayo de 1977, en la localidad bonaerense de Moreno, y hasta hoy, permanece desaparecida.
Si Carlos no tenía certezas sobre el nacimiento de ese hijo en común, tampoco podía saber que se trató de una niña, y mucho menos que se encontraba viviendo en España.
Tras realizarse un análisis de ADN en Argentina, esa mujer, que vivió más de 40 años en el seno de una familia que no era la suya, se acaba de enterar de que es la nieta recuperada 129, una más en una larga lista que con enorme esfuerzo la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo continúa engrosando, a pesar de las dificultades que impone el paso del tiempo. La organización estima que aún quedan unas 300 personas cuya identidad fue robada tras el golpe genocida.
Es que muchas familias cuyos hijos fueron secuestrados durante la dictadura también perdieron a sus nietos recién nacidos, o a hijas embarazadas, algunas de las cuales dieron a luz en centros clandestinos de detención, antes de ser definitivamente desaparecidas.
Esos niños, en muchos casos, fueron entregados a otras familias en forma irregular, y crecieron sin saber quiénes fueron sus padres biológicos ni qué ocurrió con ellos.
Este martes, Carlos Solsona encabezó el anuncio que realizó Abuelas sobre la recuperación de la identidad de su hija, cuyo nombre aún no ha sido revelado. En diálogo con RT, cuenta detalles de lo que rodeó a una búsqueda que, más allá de los resultados, no pensaba abandonar "mientras esté respirando".
RT: Usted atravesó 42 años de búsqueda de una hija que no sabía si realmente existía. ¿Tuvo momentos de desesperanza? ¿De pensar que no había llegado a nacer?
C.S: Claro que tuve esos momentos. Había un problema de compatibilidad entre la sangre de Norma y la mía, que requería que cuando llegara el parto hubiera una atención especial. Por supuesto que no la tendría en un centro de detención clandestino. Así que tuve momentos en los que pensaba que podría no haber nacido o no haber sobrevivido. Pero las ganas de seguir buscando eran más fuertes. Había que encontrar una respuesta, fuera cual fuera.
RT: Cerrar la historia de alguna manera...
C.S: El tema es encontrar la verdad. Uno siempre prefiere una verdad linda, claro. Lo más aproximada a un desarrollo normal de la vida de las personas. Ya bastante inhumano era el secuestro de una embarazada, mucho más lo era la tortura. Y el colmo de la inhumanidad fue robarle los bebés a esas madres y cambiarles la identidad. Esos temas hacen que uno piense: 'No puedo abandonar esta búsqueda de la verdad. Mientras esté respirando la voy a perseguir'.
RT: ¿Y con 70 años se hace más pesado?
C.S: Totalmente. Pero así lo están haciendo tantos otros familiares. La mayoría de los chicos nacidos en cautiverio todavía siguen en manos de sus apropiadores, y con identidades que no les corresponden. El crimen se sigue cometiendo.
El largo proceso de reconocerse hija de desaparecidos
La hija de Solsona y Síntora fue contactada por Abuelas hace por lo menos seis años. Pero en un primer momento no accedió a someterse a las pruebas necesarias para conocer su verdadero origen. Recién el 3 de abril pasado, con el apoyo de un amigo residente en Argentina, y con intervención del equipo interdisciplinario de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), aceptó realizarse voluntariamente el análisis en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), que arrojó que es hija de Norma Síntora y Carlos Alberto Solsona.
RT: ¿Cómo cree que su hija está procesando todo esto ahora?
C.S: No diría a la perfección, porque no hay un modelo para estos casos, pero creo que lo está procesando muy bien. Sobre todo a partir del momento que toma la decisión de dar el último paso. Ella es la que resuelve finalmente hacerse los estudios de ADN, con todas las garantías desde el punto de vista científico. Ella quería saber de quién era hija, porque hacía tiempo le habían dicho sus propios familiares que sus padres no eran sus padres biológicos. A partir de ahí, comienza a tener una sospecha muy fundada de que eran detenidos desaparecidos. Y con esto, como ocurre con cada joven que vive algo similar, entra en una gran contradicción: si han logrado construir una relación de afecto con sus apropiadores, saben que después de recuperar su identidad viene un proceso penal por parte de ellos. Es una de las facetas del robo de identidad: exponer a la víctima, hacerla sentir responsable de los crímenes que han cometido otros.
RT: ¿Cuando imaginaba a su hijo/a, era un varón o una mujer?
C.S: No tenía pálpitos en ese sentido. Pero la madre tenía la certeza de que era una mujer. Estaba tan convencida, que con su familia dudábamos: 'No, qué va a saber'. Ahora me vengo a enterar de que efectivamente nació una nena y bien gordita.
La última charla antes de la desaparición
Fruto de la pareja formada entre Carlos Solsona y Norma Síntora, ambos integrantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), había nacido antes su primer hijo, Marcos, quien participó de la búsqueda de su hermana desde que era adolescente. Y estuvo presente también en el anuncio de la recuperación de la nieta 129.
RT: ¿Qué recuerda de los últimos días con Norma en la clandestinidad? ¿De qué hablaban, teniendo en cuenta que estaban esperando un hijo mientras corrían serios riesgos de morir o ser secuestrados?
C.S: Nosotros por razones de la militancia nos separamos aproximadamente un mes y medio o dos meses antes de su secuestro. Yo tuve que salir del país para realizar unas tareas políticas y ella no podía acompañarme por el estado avanzado de su embarazo, ya que no podía viajar en avión. Como faltaba poco tiempo para el parto, resolvimos con la organización que ella saliera de Córdoba, su lugar de residencia, hacia Buenos Aires, para atenderse con mayor seguridad. La última conversación que tuvimos fue telefónica, pocos días antes de que viajara. Me contó sobre Marcos, que estaba al cuidado de sus abuelos en Córdoba. Ella lo había visto dando sus primeros pasos y me habló sobre eso.
RT: ¿Y cómo reaccionó Marcos, su otro hijo?
C.S: Igual que yo. Este es un camino que veníamos recorriendo juntos desde hace mucho tiempo. Él se enteró de la búsqueda siendo adolescente, y a partir de ahí lo hicimos todo juntos. Marcos se enteró primero de que había novedades porque, como yo estaba paseando por Chile, no pudieron ubicarme.
RT: Hasta ahora ha podido hablar con su hija solamente por teléfono. ¿Qué sintió al oír su voz?
C.S: Una satisfacción que no me cabe adentro. Ella habla poco y llora mucho por la emoción. Con el hermano se calma y puede dialogar un poco más. Es que encontrarse con un padre a los 40 años es un peludo regalo, ¿no?
RT: ¿Cuál fue la pista que llevó a Abuelas a buscarla en España?
C.S: Abuelas tiene un equipo de investigación muy serio y muy profesional. No revelan a nadie ni los métodos ni las fuentes. Lo primero que descubren es una partida de nacimiento que no coincide con un documento legal, estaba falsificada. Comienzan a tejer líneas de investigación sin acusar ni lastimar a nadie. Cuando las sospechas son muy firmes, hacen una aproximación a la persona, que ni siquiera saben a qué grupo familiar pertenece.
RT: ¿Y cómo fue que se descubrió?
C.S: Fue ella misma. Cuando está accediendo a dar su muestra de sangre para el análisis de ADN, le muestran un álbum de embarazadas detenidas y desaparecidas. Increíblemente, ve la foto de Norma y dice: "Somos iguales". La verdad es que son muy parecidas físicamente. Así fue que el equipo de Abuelas manda las muestras al Banco Nacional de Datos Genéticos y recomienda que se empiece comparando el análisis con la sangre de Solsona y Síntora, datos que estaban allí desde hace 25 o 30 años. Esto me lo contó alguien del equipo de investigación.
"Recuperar el territorio hablando con la gente"
Hoy, Carlos vive con su familia en Montevideo, Uruguay. No participa activamente en política, pero mantiene firmemente sus convicciones. Y las expone cada vez que tiene la oportunidad de hablar con quien sea sobre la realidad social, no solo de Argentina sino de toda la región. Una realidad que no le satisface en lo más mínimo, pero a la que prefiere enfrentar de una forma muy distinta a la de otros tiempos.
RT: ¿Cómo es su vida política actualmente?
C.S: Me gusta mucho más hablar con la gente que estar en el comité o en la dirección de una organización, que fue una experiencia de los años 70. Porque es ahí donde se juega el inclinar la balanza. Hoy prefiero hablar con el conocido, con el amigo, con el vecino que está en las antípodas de mi pensamiento. Con los que piensan lo mismo, ya estamos hechos, vamos por la misma vereda. Tenemos que recuperar el territorio ganado por los adversarios. En eso sigo militando todo el día en todos los rincones, mientras espero el colectivo, en el banco de la iglesia, en el almacén, donde quiera.
RT: ¿Qué análisis hace del panorama actual, teniendo en cuenta que hoy, con métodos muy diferentes a los de los 70, la derecha se impone en casi toda la región?
C.S: Mi conclusión es que esos triunfos de la derecha en elecciones democráticas son todavía un saldo que queda del terrorismo de Estado. El terror hace que la gente no piense, y cuando la gente no piensa puede adoptar posiciones contrarias a su propios intereses, gracias al poder de los medios, el engaño y la mentira persistente. La mayoría de los ciudadanos no disponemos de los tiempos ni los medios para reflexionar con seriedad, entonces terminamos consumiendo cuanta porquería nos meten las 24 horas del día. Cuando vamos a votar, vemos la consecuencia de eso.
RT: ¿Cómo se revierte esa situación?
C.S: Esto no se trata de avivar 'giles' [tontos, estúpidos]. Acá no hay 'giles', sino gente que ha sido engañada. Después, pienso que los triunfos no hay que regalarlos, hay que defenderlos con uñas y dientes. Creo que ese fue el déficit de los avances democráticos desde la salida de la dictadura hasta acá. Debieron haber dado la disputa ideológica en el seno de la sociedad. Cuando no se consolidan los triunfos, el otro bando va a venir por la revancha. Después de hacer lo que hicieron durante la dictadura, no se van a quedar mirando cómo pierden sus privilegios. Creo que la sociedad argentina hoy está aprendiendo de eso.
Emmanuel Gentile