La guerra contra el opio en Afganistán: ¿Un ataque a las fuentes de financiación terrorista o simple despilfarro?

Pese a que el Pentágono calificó de éxito su operación contra laboratorios de droga afganos, un experto no reconoció los típicos patrones de la actividad del narcotráfico en los videos publicados por los militares.

EE.UU. ha estado gastando enormes fondos desde 2001 en la lucha contra los cultivos de opio en Afganistán al mismo tiempo que la producción de heroína y morfina no ha dejado de crecer, señala un informe de la London School of Economics.

El documento señala que pese al alto nivel de operaciones de inteligencia y al uso de armas de precisión para eliminar laboratorios de producción de drogas, el efecto de los ataques aéreos en los focos del tráfico de opio ha sido insignificante.

El experto David Mansfield ha estudiado los videos de la destrucción de enclaves de producción de drogas realizados en 2017 durante la operación Iron Tempest que fueron publicados por los militares estadounidenses.

El investigador, que lleva más de dos décadas estudiando esta industria ilegal en Afganistán, señaló a la BBC que la producción de heroína deja ciertas huellas detectables que no encontró en la mayoría de los videos divulgados por el Pentágono.

Tras meses de investigación, que involucró a otros expertos y avanzadas tecnologías cartográficas, análisis de imágenes satelitales y exploraciones sobre el terreno, Mansfield llegó a una conclusión que la Fuerza Aérea estadounidense usó sus modernos cazas para atacar nada más que simples chozas de barro.

La producción de heroína es una importante fuente de financiación de la insurgencia talibán y del terrorismo en el país asiático, además de un negocio para los funcionarios corruptos.

Antes del lanzamiento de la operación Iron Tempest en noviembre de 2017, la ONU anunció que el cultivo de amapola en Afganistán se había expandido más de cuatro veces en 15 años, hasta las 328.000 hectáreas. Además, a diferencia del pasado, hasta la mitad de la droga empezó a refinarse dentro del propio país, facilitando así su tráfico.

Afganistán es el mayor productor mundial de opio. Se calcula que el el 90 % de la heroína mundial es producida a partir de amapolas cultivadas en su territorio.

Mansfield explica que la producción de opio en Afganistán no es de carácter industrial sino artesanal, por lo que los laboratorios aparecen y desaparecen y se trasladan fácilmente de un lugar a otro.

Los sitios de producción suelen encontrarse a la intemperie o bajo simples toldos, debido a los humos nocivos que se generan durante el proceso. Los lugares pueden ser identificados desde el aire por los balones de gas u otros combustibles, cubos y prensas que hay a su lado, así como por el movimiento de personas y vehículos.

"Simplemente no vi estos signos reveladores de actividad", afirmó el experto en referencia a la mayoría de los 23 videos publicados por los militares estadounidenses.

Con un grupo de expertos en análisis geoespacial, Mansfield logró identificar 31 edificios atacados y tras entrevistar a los testigos de ataques en Helmand y otras provincias productoras estableció que los lugares ya no funcionaban al momento de ataques aunque el reconocimiento de los militares los había identificado bien.

"Creo que los comandantes en Afganistán recibían órdenes de sus jefes en Washington para que actuaran y creo que podrían haber sido cuidadosos para evitar más bajas entre civiles", sugirió Mansfield acerca del objetivo de estos ataques.

EE.UU. ha gastado 1,5 millones de dólares al día en la lucha contra la producción del opio desde que invadió Afganistán en 2001, o casi 9.000 millones en el periodo. Esto se suma a los más de un billón de dólares gastados en la propia guerra.