Un reciente informe de la Universidad Católica Argentina (UCA) estima que la "pobreza multidimensional" más extrema, que abarca carencias económicas, de diversos derechos y servicios básicos, subió de un 37,1% hasta el 41,2% de niños y adolescentes en el 2018, lo que significa que creció de 4.100.000 personas a 4.700.000 en un solo año.
La estadística surge de aquellos menores de edad que residen en zonas urbanas, que rondan los 11,7 millones en su totalidad. No obstante, si se suma a la población rural, el número aumenta hasta los 13,1 millones, y eso podría incluir una mayor cantidad de chicos pobres.
Por otro lado, la cifra de pequeños que viven en hogares que están por debajo de la línea de la pobreza llega al 51,7%, representando a 6,1 millones de individuos. Ello significa que el año pasado subió un 7,7%, y el índice refleja que este es su punto más alto en el tramo que va desde 2010 hasta 2018, el único período que abarca el reporte. En 2010 y 2015, durante los mandatos de Cristina Fernández de Kirchner, aquel registro llegó hasta el 49,9% y 46,5%, respectivamente.
Además, si se consideran otros aspectos más allá de lo monetario, como la falta de acceso a los servicios de salud o educación, el 63,4% de los niños en Argentina está en una situación vulnerable, es decir, 7.500.000 personas. Asimismo, vale repasar que el trabajo de los investigadores no incluye los cambios económicos que se produjeron durante 2019, en el último tramo de la actual Administración de Mauricio Macri.
Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina de aquella universidad privada, la pobreza multidimensional se mide por los niveles de alimentación, saneamiento, vivienda, atención médica, estimulación temprana, educación e información. El dato más alarmante del estudio es que la privación del acceso a la comida creció el año pasado de un 7,1% al 11,2%.
Empeoró la alimentación de los chicos
Santiago Poy, uno de los realizadores de la investigación, resume: "Por un lado, se registran mejoras en el acceso al saneamiento, la vivienda, la salud y la educación". No obstante, las estadísticas muestran "un retroceso en el acceso a la alimentación y en el campo de la información". Para Ianina Tuñón, quien también desarrolló el estudio, desde 2010 los cambios en el cumplimiento de derechos básicos es positiva, aunque "en los últimos años hubo un estancamiento".
Con respecto a la ingestión de comida, alerta: "Es la primera vez en nueve años que la inseguridad alimentaria más grave, la que afecta de modo directo a los niños, reporta un incremento significativo". Sobre ello, explica que según sus registros "el 7% de los niños no está cenando".
Al mismo tiempo, aclara que en Argentina, al igual que en otros países de la región, el gran problema no es la desnutrición: "Es la obesidad infantil, porque están siendo nutridos con alimentos de muy baja calidad y de mucho valor calórico, que es lo que reciben en comedores escolares o comunitarios".
Para comprender mejor el conflicto, Tuñón explica que cuando hay problemas económicos en los hogares, por lo general "los primeros que restringen su alimentación son los adultos, empezando por las mujeres y luego los hombres". Recién después empeora la nutrición de los niños, es decir que antes el resto de la familia ya estaba alimentándose mal, en un caso hipotético.
En cuanto a las políticas públicas para resolver este flagelo, la entrevistada opina que si se consideran los planes sociales y la ayuda alimentaria, "no se puede decir que no hubo reacción por parte del Estado". Aún así, aclara que "ha sido totalmente insuficiente, en el contexto de un mercado de trabajo profundamente recesivo".
Leandro Lutzky