"Brasil es conocido entre los congoleses por el fútbol, era un destino popular. Salimos de nuestro país escondidos pero teníamos esperanza, llegar aquí nos permitió volver a respirar", explica Lucia Mbuya Zelesa, que a sus 17 años migró de la República Democrática del Congo para Brasil con su familia debido a las amenazas que sufrían y que les obligaban a vivir con la escolta de varios militares en casa, de los que la propia Mbuya desconfiaba cuando se quedaba sola en casa. "Mi padre nos dijo que no teníamos que llevarnos nada, que en Brasil encontraríamos cosas mejores pero no fue así", añade esta congolesa, hija de un antiguo funcionario institucional que comenzó a estar perseguido tras el estallido de la actual crisis política y humanitaria. Este país africano sufre las consecuencias del autoritarismo del presidente Kabila, de las ofensivas de más de 40 grupos armados, de la falta de libertad de expresión, del brote de cólera o del estallido de la inflación y los altos niveles de pobreza, entre otros elementos denunciados por Amnistía Internacional.
En 2015, el gigante latinoamericano le abrió las puertas a Mbuya, sus padres y sus seis hermanos y hermanas, tras haber fracasado en la solicitud de asilo en Francia y en Bélgica, donde proyectaban la esperanza de una lengua común, el francés. Para esta joven, la receptividad de Brasil fue un "milagro" para una familia de nueve miembros que prefería no tener que separarse. "Lo más difícil fue el idioma, al principio íbamos a todos sitios con el diccionario, pero mi adaptación y la de mis hermanos fue más fácil gracias a la escuela y a la apertura de los brasileños", declara Mbuya, quien admite que la mayor dificultad la encontraron sus padres, quienes hasta el día de hoy no han encontrado un puesto de trabajo.
"Ellos están haciendo todo lo posible pero es difícil. En general, los brasileños piensan que si una persona no ha estudiado aquí puede provocar problemas de comprensión en el trabajo, pero el bagaje intelectual y la experiencia de vida que tienen personas como mis padres puede sumar más que obstaculizar". Mbuya argumenta que llegar a un país nuevo supone un gran desafío, el de adaptarse en un territorio extraño. Subraya que se siente triste frente a quienes creen que un refugiado puede ser un amenaza, "yo quiero que los políticos creen trabajo para todos, brasileños y refugiados", expresa ella, y explica con tristeza las dificultades que su familia ha enfrentado en estos cuatro años para poder reconstruir su situación laboral y económica. "Muchas personas hacen grandes cosas en sus países pero como aquí son extranjeros solo les ofrecen los peores trabajos", considera.
En Brasil hay 10.145 personas refugiadas según los últimos datos recabados en 2017 por el informe Refugio en Números del Comité Nacional para los Refugiados (CONARE). Solo la mitad posee un registro formal en el país y el 52% de entre ellos se concentra en la gran metrópoli de São Paulo. Los últimos recuentos también apuntaban a casi 34.000 solicitudes nuevas de asilo, más de la mitad correspondiente a venezolanos, seguidos por las personas procedentes de Cuba, Haití y Angola, cifras que en los últimos dos años habrán aumentado considerablemente, según las estimaciones de la institución que trabaja en la actualización de sus estadísticas oficiales.
Mbuya cursó su último año de enseñanza secundaria en una escuela de la periferia de São Paulo, aprendió el portugués e ingresó en una universidad privada, donde cursó un grado de Recursos Humanos y una pos-graduación de Psicología. "Entrar en la universidad gratis es muy difícil para los extranjeros, por eso yo quería trabajar, hice todo lo posible durante dos años hasta que Cáritas me ofreció participar en un programa para mujeres refugiadas", explica ella. 'Empoderando Refugiadas' fue un programa creado por ONU-Mujeres, Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la red brasileña de Pacto Global ONU en 2015 y tenía como objetivo auxiliar a las mujeres para su entrada en el mercado laboral brasileño. "Gracias a este programa yo aprendí a comprender cómo funcionan las cosas en Brasil y encontré el primer trabajo de mi vida".
Contratada como cajera en una tienda de menaje para el hogar, Mbuya consiguió financiar sus estudios, orgullosa porque el gerente aceptó colocarla de cara al público y le confió la gestión del dinero de la caja, lo que le hizo sentirse más aceptada en el país, tal y como ella relata. Algunas de sus hermanas también consiguieron un puesto de trabajo gracias a esta iniciativa y muchas de ellas hoy han podido saltar a puestos más afines con sus estudios. Mbuya, que trabaja hoy en la administración de la ONG Grupo Mujeres de Brasil, expresa que no descartaría volver en un futuro lejano a la República Democrática del Congo pero que, por el momento, su objetivo es continuar creciendo en este país que considera su segunda casa a pesar de ciertos prejuicios que a veces encuentra hacia los extranjeros. "Tengo muchos sueños, me gustaría poder aportar grandes cosas a Brasil", declara esta congolesa orgullosa de su propio esfuerzo.
'Empresas con Refugiados', un nuevo programa para sensibilizar al sector privado
Tras el éxito de 'Empoderando Refugiadas', que concluyó a principios de este año su tercera edición, la sede de ACNUR en São Paulo decidió lanzar junto con Pacto Global de la ONU un programa más amplio destinado al sector privado. Bautizado como 'Empresas con Refugiados', el nuevo proyecto consiste en una plataforma para valorizar las experiencias positivas del sector empresarial, promover nuevas iniciativas e informar sobre la contratación de personas con estatuto de refugiadas en Brasil. "Era necesario sensibilizar sobre las dificultades que tiene los refugiados en encontrar trabajo y resolver dudas a las empresas que muchas veces no saben cómo actuar para ayudar", explica Camila Sombra, asociada de soluciones sostenibles de ACNUR y miembro del equipo técnico creador de esta iniciativa.
Inaugurada el pasado 3 de abril, la plataforma web ya integra varios manuales informativos, una sección de preguntas frecuentes y su producto estrella: un banco de buenas prácticas y experiencias desarrolladas por empresas. El equipo técnico de la plataforma, que debe revisar las propuestas antes de darle difusión a cualquier iniciativa empresarial, subraya en un comunicado que los casos que ya están publicados en la página web han beneficiado a 1.500 refugiados sea con la contratación directa, con estímulo a emprender o con programas de educación. Entre las experiencias que componen este banco de prácticas figuran la start-up WeWork, que sostiene un compromiso de contratar 1.500 personas en situación de refugio hasta 2023, Mapfre con sus campañas de capacitaciones diversas y la marca de electrodomésticos Consul que gestiona un programa social para ayudar a la formalización de un estatuto de autónomas para las refugiadas que trabajan de forma independiente.
"El objetivo es aplaudir los proyectos que el sector privado viene realizando para aumentar el compromiso de más empresas", afirma Sombra. La iniciativa ya ha recibido a través de su buzón contactos online de sectores diversos, desde escuelas de idiomas hasta bufetes de abogados. "El sector privado comienza a percibir el gran potencial que supone contratar a estas personas que tienen conocimientos de idiomas y experiencias de vida diferentes. Esto contribuye para crear un ambiente de trabajo diverso que genera mejores resultados empresariales", explica esta trabajadora de ACNUR que resalta que las personas refugiadas suelen permanecer más tiempo en sus puestos según las observaciones de la institución. Puesto que hasta ahora eran las pequeñas y medias empresas quienes se mostraban más abiertas a ofrecer trabajo a personas refugiadas, principalmente en los sectores de hostelería, alimentación y comercio, 'Empresas con Refugiados' pretende sensibilizar a grandes compañías para que también abran sus puertas.
De acuerdo con el equipo que coordina este programa, las personas con experiencia previa en labores más técnicas como construcción u hostelería encuentran trabajo con mayor facilidad que aquellos con formaciones superiores. "Brasil posee un número reducido de migrantes en relación a la población por eso aún muchos contratadores tienen dificultad para entender que una persona de fuera puede tener una amplia experiencia laboral aunque tenga la tarjeta de trabajo vacía", señala Sombra en referencia a un documento que existe en Brasil donde se registran todos los empleos formales por los que ha pasado cada trabajadora o trabajador. Las lentas burocracias para convalidar diplomas y la ausencia de documentos de identidad para muchas personas que debieron abandonar rápidamente sus países se presentan actualmente como uno de los mayores desafíos para la integración laboral de ciertas personas refugiadas.
Una vez un contratador muestra su interés en abrir ciertos puestos, el equipo de 'Empresas con Refugiados' les ponen en contacto con portales colaboradores donde se publican las vacantes o se difunden a través de otras asociaciones para que los refugiados demandantes de empleo puedan postularse. La participación de múltiples actores es esencial para que este proyecto funcione, según explica Sombra que considera que iniciativas de este tipo son clave para que las personas que llegan de fuera sientan que tienen una oportunidad de recomenzar su vida en Brasil.
"Conseguir un trabajo es un elemento importantísimo en la inmersión en un nuevo país. Además de ser una fuente de renta necesaria, representa una oportunidad de convivencia con las personas y con la cultura local", relata esta funcionaria de ACNUR portavoz del programa. "La autoestima de la persona aumenta de forma impresionante cuando consigue un empleo. A pesar de haber tenido que abandonar su país, la refugiada o el refugiado puede sentir que continúa contribuyendo con la sociedad aunque sea en otro lugar", añade Sombra orgullosa de los exitosos aunque incipientes resultados de este tipo de iniciativas.
Luna Gámez
@LunaGamp
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