"Meter las manos a la basura": el arduo trabajo no reconocido de los 'recicladores de base'
María Carmela Cuesta —conocida como Carmen—, octogenaria de Quito (capital de Ecuador), ha dedicado 40 años de su vida a labores de reciclaje de basura que recoge en la calle.
Esta mujer forma parte de los 3.400 recicladores de base —que realizan actividades de recolección, separación y comercialización de residuos para el reciclaje— en Quito y de los alrededor de 20.000 que tiene todo Ecuador, según Claudia Andrade, coordinadora de la iniciativa local Reciveci.
Cuesta pertenece a la asociación Sonreír, que está conformada por su hija y sus nietas: 10 mujeres de una misma familia.
Estas mujeres salen los martes, jueves y sábado a las calles de Quito, específicamente a un circuito que ya tienen determinado en una zona empresarial y residencial de la urbe, que abarca las avenidas República del Salvador, Shyris y 6 de Diciembre, al norte de la ciudad.
Horas de recorrido
"Estamos en la calle desde las 10:00 de la mañana hasta las 12:00 de la noche", dice Blanca Pulupa, nieta de la señora Cuesta y otra de las integrantes de la asociación Sonreír.
"Nuestro trabajo es meter las manos a la basura, recuperar papel, cartón, plástico, botellas", continúa la mujer, y señala que el trabajo lo hacen sin guantes, porque les impiden "saber cómo está el material" y les complica zafar las bolsas. Por ello están expuestas a cortaduras o a manipular cualquier tipo de desecho.
Andrade señala que "es un trabajo súper duro", porque aparte de dedicarse a reciclar, las integrantes de la asociación Sonreír deben "cumplir todos los roles asignados a las mujeres, como el cuidado de sus hijos". Además, menciona que tienen que hacer el trabajo en las calles independientemente de las condiciones climáticas: "Llueva o no llueva, igual ellas tiene que salir a recuperar el material". También, es un trabajo contrarreloj, porque su objetivo es llegar a la basura antes que el camión recolector.
Una vez que tienen el material seleccionado, a la media noche llega un camión, que alquilan, y recoge los sacos que cada una de ellas logró llenar con material potencialmente reciclable. Esa carga es llevada a su centro de acopio, donde también viven, al que llegan pasada la 01:30 de la madrugada.
"Nadie les paga a ellas, nadie les reconoce el hecho de transportarse a una zona, recorrer las calles, meterse a los edificios, recuperar el material y tener que pagar un flete para traer el material de regreso a su centro de acopio", enfatiza Andrade.
Clasificar, el siguiente paso
"Al siguiente día descargamos y comenzamos a clasificar el material, cada cosa en su lugar para tener una mejor venta", dice Pulupa, y explica que separan en sacos distintos cada material: papel blanco, papel de colores, papel con tinta, cartón, plástico, botellas plásticas, vidrio y latas. Este trabajo lo hacen los lunes, miércoles y viernes.
Una vez separado el material, lo venden a intermediarios, quienes, finalmente, los llevan a las grandes fábricas "para entrar otra vez al ciclo industrial como materia prima", explica la coordinadora de Reciveci.
Pulupa aclara que venden a intermediarios porque no cuentan con la embaladora para entregar el material como las grandes empresas lo requieren y, además, porque no pueden juntar las toneladas que esas firmas solicitan.
"El reciclaje es un negocio de volumen, entonces tienen que tener grandes cantidades de residuos para que les signifique un ingreso, digamos, decente", explica Andrade.
Por ejemplo, Pulupa señala que por cada kilo de papel blanco reciben 20 centavos (0,20) de dólar; es decir, apenas 20 dólares por cada 100 kilos. "La chatarra (latas) está a 10 centavos (0,10) el kilo, las botellas plásticas a 60 centavos (0,60) el kilo, el vidrio a 3 centavos (0,03) el kilo", precisa.
"Solamente la volqueta para llevar el material desde la calle hasta el centro de acopio les cuesta 25 dólares, un gasto que ellas asumen", menciona Andrade.
¿Qué sucede con la basura en Ecuador?
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) de Ecuador —datos que recoge Reciveci— 62 % de los hogares en el país desechan toda la basura junta y apenas 38 % hacen una separación de los desechos, pero de manera parcial.
El problema radica en que, pese a que algunas personas hacen la separación de basura, la mayoría de los camiones recolectores llevan todo mezclado a rellenos sanitarios y vertederos.
Por ende, apenas 25 % del material potencialmente reciclable es reciclado en el país y el 75 % de esos mismos desechos que pudieron haber tenido otro ciclo de vida se queda en los rellenos.
Andrade considera que ahí es donde está la importancia de la labor de estos recicladores de base. Según la Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo, estos hombres y mujeres recuperan más de 50 % de los materiales reciclables utilizados en la industria o exportados de Latinoamérica, y solo reciben un estimado del 5 % de las ganancias.
"Es una fuerza de trabajo importante que hay que considerar, hay que apoyar", menciona Andrade.
Reciveci
Reciveci, una iniciativa que formó un grupo de voluntarios interesados en que la basura sea reciclada en Quito, ha facilitado la organización de recicladores como los que conforman la asociación Sonreír.
Antes de estar asociadas, estas 10 mujeres, pese a ser familia, trabajaban de manera separada. Los miembros de Reciveci las contactaron e iniciaron capacitaciones con ellas, indicándoles que "el trabajo asociativo tiene sus beneficios y ahorros, y que le va a permitir tener mayores beneficios", cuenta Andrade.
Gracias a ese apoyo, hace cuatro años crearon Sonreír. "Nos identificamos así, con una sonrisa, es nuestra naturaleza. Así hemos de morir, sonriendo", dice Pulupa. Esa asociación permitió, por ejemplo, que la abuela Carmen ya no salga más a la calle, sino que se dedique, a diario, a la clasificación del material.
Reciveci hizo campañas de recolección de fondos y lograron proveer de chalecos y credenciales a las recicladoras. "Es importante que la gente les conozca, las identifique y que sepan que ellas son las expertas en reciclaje, quienes saben exactamente qué y cómo se recicla, y son las que brindan ese servicio de forma gratuita actualmente en determinada zona".
También, junto a alumnos de la Universidad Católica de Quito, lograron construir el centro de acopio que ahora usan para clasificar y apilar el material para la venta.
"ReciApp"
Para contribuir a facilitar el trabajo de estos recicladores y educar a los ecuatorianos para que reciclen, la iniciativa Reciveci lanzó en diciembre pasado la aplicación móvil "ReciApp".
"Permite crear el contacto entre los recicladores y la ciudadanía; se puede contactar al reciclador más cercano a su domicilio. Hay un programa de incentivos, que permite ganar puntos cada vez que se hacen algunas acciones en la 'app', que luego se reclaman por descuentos o por productos en una lista de comercios aliados", dice Andrade.
La coordinadora de Reciveci aclara que no se trata de un servicio donde llaman al reciclador y este debe llegar de inmediato al domicilio. "Los recicladores tienen sus rutas y horarios, están en competencia con el camión recolector de basura y, como nadie les reconoce el servicio que prestan, no les queda más que recuperar todo el material que puedan para poder vender, por lo tanto no pueden desviarse solo a buscar una funda (bolsa) de supermercado con botellas de plástico".
"La idea de la ReciApp es crear un vínculo humano, que yo sepa quien es mi recicladora y que más que exigir un servicio por parte de ella, que no estoy pagando, creamos una relación personal y nos ponemos de acuerdo para la entrega de los residuos de la manera que resulte factible para ambas", explica.
En la aplicación, los ciudadanos también tienen la opción de incluir a los recicladores que conozcan y que no estén aún en el listado.
"Es un trabajo que va a llevar muchísimo tiempo, pero solamente con el compromiso ciudadano se va a poder hacer que los recicladores tengan un cambio", dice Andrade, quien señala que están trabajando en pro de que la ciudadanía entienda que ellos "puedan tener condiciones más dignas de trabajo, que ya no tengan que meter las manos a la basura para recuperar el material, sino que puedan recibir de la ciudadanía el material separado y limpio".
Edgar Romero G.
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