"Se impuso la política sobre la confrontación". Así lo dijo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al celebrar la llegada de un acuerdo bilateral con EE.UU. para impedir la imposición de aranceles y frenar el flujo migratorio desde Centroamérica.
Durante el acto convocado en la ciudad fronteriza de Tijuana, Baja California, el mandatario reiteró su llamado de extender una mano franca al presidente estadounidense, Donald Trump, y se comprometió con el pueblo de EE.UU. a hacer lo posible por atender las consecuencias del flujo migratorio.
"Aprovechamos aquí, en Tijuana para decirle al pueblo estadounidense una vez más que no abrigamos ni abrigaremos intención alguna de perjudicarlo y estamos resueltos a colaborar con él en todos los ámbitos, especialmente ante la preocupación que suscita el crecimiento del flujo migratorio hacia su país", dijo López Obrador.
El mandatario mexicano reconoció que su Gobierno consideró poner aranceles como respuesta a las acciones anunciadas por Trump.
"Celebramos el importante acuerdo de ayer porque se nos estaba poniendo en una situación muy difícil, muy incómoda, la de tener que aplicar a ciertas mercancías de EE.UU. las medidas, restricciones comerciales similares a las que se iban a poner a las exportaciones mexicanas", apuntó.
López Obrador también dijo rechazar todo acto de represalia y se asumió como un pacifista -inspirado en Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela- aunque señaló que no podía permitir que se afectaran a los intereses de México.
"Como jefe y representante del Estado mexicano, no puedo permitir a nadie que se atente contra la economía de nuestro país y menos que se establezca una asimetría injusta, indigna para nuestro Gobierno y humillante para nuestra nación", dijo.
Esto, aún cuando EE.UU. podría imponer aranceles si en un plazo de 90 días no ve resultados de México a la hora de detener la migración desde Centroamérica.
900.000 empleos estaban en riesgo
En presencia de los 32 gobernadores de México, integrantes del gabinete federal y representantes de distintos sectores sociales, el canciller Marcelo Ebrard, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, explicó los pormenores de la negociación con EE.UU.
Ebrard señaló que la mayor preocupación del Gobierno de México es que la imposición de aranceles hubiera traído como consecuencia la pérdida de 900.000 empleos, según estimaciones del Gobierno federal.
"¿Cuál sería el efecto de esas tarifas?", planteó el canciller. "El primer impacto es que habría una importante caída en la inversión, en el número de empleos, quizá estimamos, sin ánimos de exagerar, que más de 900.000 personas se hubieran podido quedar sin trabajo", dijo.
Ebrard también indicó que la imposición de aranceles implicaba un cambio con efectos negativos para la economía mexicana, ya que esto hubiera significado también el fin del acuerdo de libre comercio entre México, EE.UU. y Canadá, conocido como el T-MEC.
"No podemos decir que México ganó todos los puntos que planteó, porque no sería honesto, pero sí logramos lo más importante: que el lunes no va a haber tarifas", dijo Ebrard.
Durante la intervención de algunos políticos y representantes de sectores sociales, personas entre el público que asistieron al acto comenzaron a corear: "¡Fuera gringos, fuera gringos!".
La migración es un derecho humano
El presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, dijo durante su discurso que desde hace 100 años México no tenía una relación "tan accidentada" con EE.UU. e hizo un llamado a no convertir la migración en una "palabra maldita".
"No podemos aceptar que la migración sea una palabra maldita, la migración es un derecho humano que debe ser respetado", dijo el legislador.