En septiembre del año pasado, cuando Noah Tindle tenía solo cuatro semanas de edad, su madre, Ashleigh White, de 21 años, advirtió que el ojo derecho de su hijo estaba hinchado y lagrimeaba profusamente. La joven, de Barnsley (Reino Unido), llevó de inmediato a su bebé al hospital local, donde fue diagnosticado con una infección del virus del herpes simple 1 (HSV-1), conocido como el 'beso de la muerte', reseña The Daily Mail.
"Noah no tenía temperatura elevada, seguía comiendo como debía y con muchos pañales mojados, así que no hubo nada que me hiciera pensar que no estaba bien", recuerda Ashleigh. "Pero unos días después, noté que tenía algunas ampollas alrededor del ojo y leí algo en Facebook sobre otro bebé que tenía el virus y las ampollas se veían exactamente igual".
Los médicos sugirieron que Noah hubiera contraído el virus a través de un adulto que le besó en la cara y le transmitió la infección, provocando que el recién nacido casi perdiera la vista en un ojo. Ashleigh supuso que que el contagio se produjo durante un bautizo al que acudieron apenas cinco días antes, "donde los amigos lo abrazaron y lo besaron". "Pudo haber sido cualquiera de ellos", señala la mujer.
Afortunadamente, el virus se detectó antes de que entrara en el torrente sanguíneo de Noah, pero pese a ello el bebé no podía abrir los ojos y estuvo en estado crítico durante varios días. También sufrió un nuevo brote en marzo, lo que significa que necesitará recibir tratamiento por al menos otros nueve meses.
"Tuve la suerte de llegar a tiempo y tener todavía a mi niño aquí conmigo hoy, pero algunos podrían no ser tan afortunados. Fue agotador física y mentalmente ver a Noah tan mal. Haría cualquier cosa para ayudar a evitar que las familias pasen por lo que pasamos nosotros, así que, por favor, por favor, no besen a los recién nacidos", suplicó Ashleigh.
Noah, que ya ha cumplido los nueve meses de edad, pasó 10 semanas recuperándose en el hospital y deberá seguir tomando medicamentación antiviral hasta 2020.