Mientras unos lo abanderan como un "héroe nacional", otros lo consideran "un oportunista". A pesar de ser una de las figuras más populares de Brasil, el actual ministro de Justicia, Sergio Moro, siempre ha generado opiniones contradictorias. Y ahora más que nunca.
Este miércoles, el exjuez, de 46 años, que nació en Maringá, en el estado de Paraná (en el sur de Brasil), ha dado explicaciones ante el Senado en un intento de esclarecer la tormenta política que han provocado las filtraciones de unas conversaciones entre él y los fiscales de la Operación anticorrupción Lava Jato, la mayor de la historia del país, y que en 2015 le hizo saltar a la fama.
En los 30 minutos que ha tenido para presentar de manera voluntaria su versión de los hechos ante la Comisión de Constitución y Justicia del Senado, el ministro dijo que existe "un grupo criminal estructurado" que tiene como objetivo "invalidar condenas por corrupción y lavado de dinero" y "obstaculizar investigaciones" que todavía están en marcha y que pueden "afectar a personas poderosas".
El ministro criticó en varias ocasiones el "sensacionalismo" creado por las filtraciones de los mensajes –de los que dijo que no podía reconocer su autenticidad y que podían haber sido alterados–, y aseguró que The Intercept Brasil, medio que los publicó, "violó una de las reglas básicas del periodismo" al no consultarle sobre el asunto.
Moro, que inició la sesión hablando sobre la Operación Lava Jato, admitió que conversó con los fiscales sobre los procesos del caso. "No es inusual que un juez converse con un abogado, un fiscal o un policía", afirmó el ministro, quien reiteró que "se trata de algo normal en la tradición jurídica de Brasil y de otros países".
La audiencia de Moro se produce después de que The Intercept Brasil –uno de sus fundadores es Glenn Greenwald, el periodista que en 2013 publicó las revelaciones de Edward Snowden– publicó un nuevo reportaje, en el que alega que los fiscales de Lava Jato fingieron investigar al expresidente brasileño Fernando Enrique Cardoso para parecer imparciales y evitar que les criticaran por dar prioridad a los casos de los políticos del Partido de los Trabajadores (PT).
La Operación Lava Jato
El caso Lava Jato fue lanzado en 2014 y destapó un entramado de sobornos multimillonarios, dentro y fuera de Brasil, a cambio de adjudicaciones de contratos de obras públicas a través de la petrolera estatal Petrobras. Desde su oficina de Curitiba, en el estado de Paraná, Moro mandó a prisión a constructores, políticos y empresarios por crímenes de corrupción, lavado de dinero y organización criminal. Su rostro se estampó en camisetas y carteles que protagonizaron las protestas contra la corrupción. El juez era representado como un "superhéroe" de la Justicia.
El también profesor y escritor ya había trabajado anteriormente en el caso Banestado, considerado por la prensa como "un curso avanzado" de la Operación Lava Jato, y donde casi un centenar de personas fueron condenadas por lavado de dinero. Asimismo, el actual ministro se entrenó en 2012 siendo auxiliar de la ministra del Supremo Tribunal Federal (STF), Rosa Weber, en la investigación del escándalo de compra de votos denominado Mensalão, que golpeó al PT.
Pero no fue hasta abril de 2018, en el marco de Lava Jato, cuando su nombre se catapultó definitivamente al encarcelar a Luiz Inácio Lula da Silva, histórico líder del PT y expresidente del Gobierno.
Sin embargo, el pasado 9 de junio un nuevo escándalo se cernió sobre el país cuando The Intercept Brasil difundió las conversaciones que ponen en duda, entre otras cosas, la imparcialidad del exjuez en la condena de Lula.
La oposición pide su cabeza, pero el presidente del Gobierno, Jair Bolsonaro, le ha mostrado su apoyo, aunque, en un intento de cubrirse las espaldas, ha asegurado que "no existe confianza 100 %" en su titular de Justicia. "Mi padre me decía: Confía al 100% solo en mí y en tu madre", comentó el mandatario.
Licenciado en derecho y con su formación reforzada a través de un programa de estudios sobre lavado de dinero en la Escuela de Derecho de Harvard, Moro ya ha dejado claro que no piensa dimitir.
¿Cruzada contra el PT?
Los mensajes publicados por The Intercept Brasil muestran que los fiscales —liderados por el procurador del Ministerio Público Federal, Deltan Dallagnol— discutieron formas de evitar, antes de las elecciones presidenciales, entrevistas a Lula desde prisión ante el temor de que provocase una "vuelta del PT" al poder.
Lula lideró todas las encuestas de opinión y era el gran favorito para ganar los comicios de 2018, pero el Tribunal Superior Electoral (TSE) vetó su candidatura, lo que propició la victoria de Bolsonaro, quien después eligió a Moro como ministro de Justicia, y recientemente anunció que en 2020 lo nombrará ministro del Supremo Tribunal Federal (STF).
"Jamás entraría en política. Soy un hombre de Justicia, y sin querer criticarla, no soy un hombre de política", aseguró el actual ministro de Justicia hace tan solo dos años durante una entrevista al periódico O Estado.
Aunque todavía goza de una gran popularidad, los mensajes filtrados y los movimientos políticos de Moro, que tiene dos hijos con Rosangela Wolff, una abogada muy activa en Instagram, han puesto en tela de juicio sus verdaderas motivaciones. Son muchos los brasileños deseosos de averiguar si "el héroe anticorrupción", el juez "imparcial" y "apolítico", el "guardián de la ley y el orden" que sacudió los cimientos de Brasil, actuó o no por intereses personales.
Respecto a esta polémica, la periodista Eleonora Gosman insiste en que quedan muchas cuestiones por resolver, incluso después del discurso de Sergio Moro ante el Senado de Brasil.
Marta Miera
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