¿Cómo se prepara la festividad venezolana donde un hombre encarna a una mujer esclavizada?

La Parranda de San Pedro, inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco, es una manifestación tradicional religiosa y al mismo tiempo de protesta en contra de la opresión colonial.

Días antes de que se realice la Parranda de San Pedro, en Guatire, ciudad del estado Miranda, en Venezuela, un grupo de niños zapatea con fuerza sobre un escenario. Ellos no vivieron la esclavitud colonial pero saben que el ruido que producen es contra la opresión y la desigualdad.

Esta celebración, emblemática de las ciudades venezolanas de Guarenas y Guatire, que se realiza cada 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo según el santoral católico, "es relevante por su contenido social, político y religioso", recoge un escrito de Miguel Alciro Berroterán, coordinador general del Centro de Educación Andrés Eloy Blanco (CEA), ubicado en Guatire.

La festividad de los devotos de San Pedro tiene como elemento central la personificación, por parte de un hombre, de María Ignacia, una mujer esclavizada en alguna de las haciendas de Guarenas o en el Valle de Santa Cruz de Pacarigua (hoy Guatire), a quien se le enfermó gravemente su hija Rosa Ignacia, cuenta la tradición. 

María Ignacia, al ver que los curanderos no pudieron sanar a su hija, le pidió al santo que lo hiciera: en pago le cantaría y bailaría en las calles. El milagro ocurrió y, a partir de allí, esta celebración se realizó para recordarlo. Al morir, sería su esposo el encargado de representar a su mujer para proseguir con su promesa.

Preparación

En Guatire, a pesar de su cercanía con la capital venezolana, el incremento de la temperatura se siente apenas llegar. En su valle, custodiado por la Cordillera de Costa, se entrelazan zonas densamentes pobladas con comercios de gran escala y zonas industriales. En su corazón, está la iglesia Santa Cruz de Pacairigua, situada en el pueblo, donde la parranda envuelve a los habitantes y devotos del apóstol.

La tarde del día anterior, la figura de San Pedro es llevada al templo y entregada al sacerdote, en una ceremonia llamada "encierro del santo". El 29 de junio, los sampedreños o parranderos caminan a la iglesia y participan en la misa. Al culminar la ceremonia, salen con San Pedro en los brazos a bailar a la plaza. De esta manera comienza un recorrido por las calles del pueblo y las casas de algunos promeseros.

Guatire tiene dos cosas

El canto tradicional, cuyas estrofas son sencillas y fáciles de recordar, es acompañado por el cuatro (instrumento de igual número de cuerdas familia de la guitarra) y las maracas o sonajeros. Una de las coplas dice:

Guatire tiene dos cosas

que no tiene otro pueblo

la rica conserva 'e sidra

y la parranda de San Pedro.

En el año 2013, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco) inscribió a la parranda en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

La parranda de cerca

Este celebración está compuesta por varios elementos que la caracterizan. Le emoción y la devoción se entremezclan mientras los danzantes, cuyos rostros están pintados de color negro para simular a los hombres originarios de África, atraviesan las calles:

La representa un hombre que se viste con una colorida falda larga y que tiene puesto un gran sombrero de cogollo adornado con flores, del que le cuelgan un par de trenzas. Sus mejillas está maquilladas de manera exagerada. En sus brazos tiene una muñeca de trapo, que representa a la bebé curada.

Personifican a los africanos esclavizados en las haciendas de la zona. Visten levita, pantalones negros, pumpá o sombrero de copa, alpargatas y pañuelos amarillos y rojos, que identificaban a los dos partidos de entonces: Liberales y Conservadores. La ropa elegante, en ese día festivo, era para simular la usada por los dueños de las haciendas de caña, que la había desechado previamente. Durante su danza, improvisaban estrofas en protesta por el maltrato recibido de los amos esclavistas.

Son parranderos que llevan en los pies unos trozos de cuero de unos 25 centímetros para que el zapateo o "coticeo" suene con fuerza, en rechazo a su situación y como una forma simbólica de "pisotear al patrón". Dice la estrofa: 'Con la cotiza dale al patrón, vuélvelo polvo sin compasión'.

Después de la Guerra Federal (1859-1863) se incorporaron a dos niños, que están vestidos con los colores amarillo y rojo. Llevan una banderita en sus manos y escoltan a María Ignacia.

Indica la ruta por donde sigue la parranda y fue incorporado en los años sesenta.

Se encarga de sacar a San Pedro de la iglesia y llevarlo en los brazos todo el recorrido.

Madres que "dan" a sus hijos

Una costumbre se ha arraigado con el paso del tiempo: madres que, a la salida de la iglesia, piden a los sampedreños que carguen y "bailen" a sus hijos, bien sea como pago de una promesa por una enfermedad superada, por alguna dolencia que tenga el pequeño o para que no llegue a enfermarse.

Samuel Berroterán, directivo del CEA y de la parranda de San Pedro, dice que "baila" a los bebés y les pone un poco de pintura en la frente, "en señal de que ya estuvo bailado". "Ese día todo el mundo se quiere pintar".

Raúl González encarnó a María Ignacia por primera vez en el año 2006, cuando sustituyó a alguien que no podía hacerlo. Era nuevo en la Escuela de Parranderos y lo sorprendió esa responsabilidad. Un año después salió con su faldón de la iglesia. "Fue mágico. Ves la cantidad de gente, estás en tu pueblo, las personas con lágrimas te dan a sus niños para que los cargues, como pago de una promesa".

Cuenta que en 2012 sacó en brazos a su nieta de la iglesia y que en las celebraciones llega con los pequeños en brazos hasta la plaza Bolívar, donde le dan la muñeca de trapo que tendrá durante el resto de la jornada. "Es impresionante la cantidad de personas que quieren que les cargue a su bebé".

"La parranda es de todo el pueblo", dice y explica que se viste de María Ignacia con mucho respeto. "No es un disfraz, es un vestuario para encarnar una tradición".

Si bien las mujeres no son parranderas, porque la tradición no lo contempla, se encargan de las actividades de organización, logística, de enseñanza y de preparación, entre otras.

Llevar al santo

Antonio Aponte es cargador del santo desde hace siete años. "Es una responsabilidad muy fuerte", dice quien lleva en sus brazos la figura que se venera ese día. Mientras habla, un grupo de hombres en un salón se pone de acuerdo sobre los víveres que llevarán para la celebración. Las risas se funden con las exclamaciones: "Yo traigo el cebollín", "tenemos que recoger 16 kilos de verdura".

A San Pedro "mucha gente lo quiere tocar  y besar", cuenta y agrega que solo le pesa cuando llueve y el agua entra al recipiente de las limosnas.

Aponte explica que su devoción viene de familia. "Somos 16 hermanos y todos somos devotos de San Pedro porque mi papá nos crió con esa doctrina".

A su lado, ultimando los detalles, está Hugo Hernández, quien es músico y sampedreño. Toca el cuatro, las maracas y ha participado en el coro. 

En el grupo de músicos está el solista o improvisador y el coro, que repite sus versos. Las coplas están hechas con contenidos religiosos, dedicados al medioambiente o a alguna situación.

Participación del CEA

En una colina se encuentra el CEA, fundado en 1959, un año después de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Allí se desarrolla una intensa actividad cultural relacionada con el patrimonio histórico y artístico de la zona y se encuentra la 'Escuela de la Parranda de San Pedro', tanto para adultos como para niños, "para garantizar la formación en el tiempo y el conocimiento de la tradición", explica Berroterán.

"Para ser sampedreño del CEA hay que pasar por la escuela, que se realiza seis sábados previos a la parranda", agrega. "Los participantes tienen que conocer la historia para que sepan de lo que forman parte".

En los espacios del CEA la actividad no para. Faltando varios sábados para la parranda, se oyen voces entonando las estrofas que la caracterizan, zapateos infantiles y el movimiento previo a la actividad más importante para el pueblo de Guatire. 

"Con la cantidad de niños que hay aquí, tenemos parranda para 300 años más", concluye González. 

Nathali Gómez

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