Corporalidad, conexión y milonga: cuando el tango lo bailan ciegos y ciegas (VIDEO)
- ¿Quién está por acá?
- ¡Yo!
- Hola, ¡Juan Carlos! ¿Cómo estás tanto tiempo? ¡Tantos siglos!
- ¿Y quién más está?
- Susana
- Susana, querida, ¿qué tal todo?
Así, de a poco y oralmente, cada cual se entera de lo que sucede a su alrededor. Es mediodía en la Escuela Especial 34 de la Ciudad de Buenos Aires y diez alumnos adultos están por empezar su clase semanal de tango. La mayoría son ciegos o ciegas y algunos tienen baja visión.
Las ventanas del salón son enormes y entra luz natural. Pero nadie tiene por qué contárselo. Como si no se sintiera en la piel cuando los rayos llegan entusiasmados.
- ¡Qué suerte que salió el sol!
- Sí, nublado estaba horrible.
La profesora los reúne, cuenta quiénes estamos en el aula y me presenta: hasta ese momento, nadie sabía que yo estaba ahí. Todo empieza a "existir" a medida que es nombrado o vivenciado mediante algún sentido que no sea el de la vista.
En las paredes hay una cartulina. Lo que sobresale es un relieve con forma de zapato. Unas líneas lo unen con el otro par y unas curvas arman la figura. Así, con pasar la mano por encima y apoyados en el tacto, pueden aprender el paso básico del tango.
También hay fotos de otras veces que bailaron, de un compañero que ya no está y un cartel hecho con viejos cd's reza 'La Patotango'. Así se llaman a ellos mismos, jugando con la palabra 'patota' (un modo coloquial de decir 'pandilla'). La historia la contó a RT Lía, una de las mujeres con baja visión que se acercó al taller de tango.
También relató el origen del nombre. Lo decidieron mientras armaban un espectáculo que repasaba la historia del tango: el burdel, las madamas y las pupilas, los varones, la 'lata' ('plata' en lunfardo). Así descubrieron que ellos, intensos, animados y enérgicos podían ser 'la patota del tango'.
Lía disfruta cada vez que va a las clases. "Es un placer estar en el taller de tango, compartir con los compañeros, hay un vínculo creado. Me encantan los tangos, conozco la letra de un montón, me gusta cantarlos, si se da. Me parece una música muy fuerte, muy potente, muy carnal, muy vibrante", contó.
Para Daniel, que hace 15 años se quedó ciego, "el tango da libertad". A diferencia de otras danzas, que son un circuito, el tango es más flexible. Además, como el agua del río que nunca es la misma, el tango nunca provoca la misma sensación que la vez anterior. "Expresás tu sentimiento cuando bailás. Lo que escuchás se transmite a los pies y al alma. Y cuando te pasa algo en la vida, sentís la letra del tango atrás", agregó. En su casa, desde chico, siempre se escuchó esa música rioplatense.
La docente es brasilera y su voz extremadamente alegre transmite ganas. Hace seis años trabaja con ciegos, ciegas y personas con disminución visual. A ella el tango la conquistó por el sonido cuando lo escuchó por primera vez, allá por su tierra natal. "Me hipnotizó, fui así como un muñequito y me encantó. Desde ese día nunca más solté", contó Arlety Da Silva en conversación con este medio.
La primera vez que se animó a probar bailar con los ojos cerrados no fue fácil. "Una vez pedí al compañero de baile que bailase conmigo yo con los ojos vendados, quería ver cómo era la sensación. Él aceptó y bailé ese día con los ojos vendados. Fue improvisado, no combinamos coreografía y la verdad me sentí muy bien. Tenía que tener confianza total con él. Cuando arranqué me puse tiesa, tenía miedo de caer en un abismo. Al minuto relajé y conseguí bailar, confié", relató. Cuando se sacó la venda de los ojos, se sintió asustada. Quería salir corriendo. Pero con el paso de los minutos volvió a acostumbrarse a las luces, la gente, el espacio.
Hace seis años que trabaja con personas ciegas y con baja visión. Cada vez que piensa un ejercicio nuevo, lo prueba con los ojos cerrados. "Si trabajo con ellos tengo que sentir como ellos lo van a sentir. Entreno antes con la venda en los ojos y siento en mí la dificultad o no que tiene cada cosa", contó.
Silvia se quedó ciega hace poco y en ese momento no se imaginó cómo podría aprender una disciplina como esta. Pero, en la práctica, se dio cuenta de que el aprendizaje se logra de un modo 'muy natural'. "Yo a veces me ponía a pensar: ¿cómo me van a explicar que tengo que dar un paso para acá, un paso para allá, que tengo que cruzar la pierna, que tengo que hacer tal o cual movimiento? Soy ciega hace tres años, había visto bailar, me parecía muy complejo hacer sin copiar, sin mirar, ¿cómo iba a llegar sin copiar? Pero Arlety vino con las herramientas necesarias”.
La iniciativa no es la única en el país: también existe en Rosario y en la zona porteña del Abasto, entre otras.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unas 1300 millones de personas 'viven con alguna forma de deficiencia visual'. Puede ser leve, moderada, grave o ceguera.
Para Magdalena, bailar tango era un pendiente. "Cuando era chica veía a mis padres bailar y me gustaba mucho. Cuando era adolescente me querían enseñar y no quería porque se acercaban mucho el hombre y la mujer. Me daba vergüenza Después que me quedé ciega empecé a venir aquí, me enseñaron y fue algo que me debía a mí misma", contó.
Julia Muriel Dominzain
Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos!