Un incendio forestal ha dañado unas 450.000 hectáreas de bosque en la región boliviana de Chiquitanía, en el departamento de Santa Cruz, y el Gobierno de Evo Morales reconoció este lunes que, debido a la sequía y los fuertes vientos que afectan la zona, el fuego es "difícil de parar".
Tras sobrevolar el área de Roboré, epicentro del desastre, el presidente boliviano informó que puso a disposición un helicóptero para evacuar a los familias damnificadas, y que unos 400 soldados se sumaron a las tareas de control del fuego, con seis cisternas de agua con capacidad de 10.000 litros.
"Es casi difícil apagar el incendio, queremos ser muy sinceros con la población", manifestó el mandatario en conferencia de prensa.
Según Morales, el incendio se redujo en 70 % en las últimas horas, aunque las condiciones del terreno, por falta de humedad, y el clima, podrían empeorar la situación.
"Ha bajado el incendio, pero si el viento vuelca al sur, volvería el fuego. Hay mucha sequía", señaló el jefe de Estado, que envió al lugar ayuda humanitaria y prometió reconstruir las viviendas devastadas por el fuego.
El gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, declaró el sábado el estado de "desastre departamental" en la zona. Y vinculó el incendio a la acción del hombre: "No se puede jugar con fuego", manifestó.
Desde la secretaría de Medio Ambiente de Santa Cruz informaron que al momento hay 12 incendios activos en siete municipios: Roboré, San Matías, San José de Chiquitos, San Rafael, Charagua, San Ignacio de Velasco y Concepción. En tanto, en lo que va del mes de agosto se registraron 7.024 focos de quema, y un total de 16.885 en 2019.
Si bien no se reportaron víctimas fatales, el fuego destruyó sembradíos, provocó la muerte de animales, y hay escasez de agua para el consumo humano.