De niño, Guillermo Trotti nunca se detenía a contemplar las estrellas, mucho menos a la luna. Sus intereses en una Buenos Aires a fines de los años '50 —tan convulsionada políticamente como hoy—, eran más bien terrenales: leer los ejemplares de la revista National Geographic que su padre compraba en su casa de Martinez y, cada vez que podía, irse de su hogar a conocer sitios cada vez más lejanos. El sur patagónico de la Argentina; el extenso río Paraná, en el norte; las costas del Uruguay, tan cercanas.
En su familia de arquitectos (desde su bisabuelo hasta su padre) no se hubiesen extrañado de que el pequeño Guillermo, de 14 años, se convirtiera en un explorador, un trotamundos sin ningún rumbo fijo más que el de buscar su próxima aventura. Tampoco se habrían sorprendido si, finalmente, su destino se anclaba en la arquitectura, profesión consumada en los Trottis.
Pero lo que nadie hubiese imaginado era que aquel pequeño, fanático de las revistas de la vida salvaje y la fauna, como de las exploraciones más inhóspitas, se convertiría en uno de los primeros arquitectos espaciales que trabajasen para la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los EE.UU. (NASA, por sus siglas en inglés) y que se dedicaría a diseñar módulos habitacionales para la Estación Espacial Internacional que hoy se encuentra orbitando a unos 400 kilómetros por encima de la Tierra.
"A mí se me abrieron los ojos a los 19 años, cuando conocí por primera vez a Brasil. Era 1968 y encontré una cultura tropical diferente, con una energía social muy particular. Ya había realizado varios viajes como mochilero, pero fue ahí que dije: 'Tengo que conocer el mundo'", cuenta hoy Guillermo en diálogo con RT y desde Boston, en el estado de Massachusatts (EE.UU.).
El deslumbramiento por el 'gigante de sudamérica' lo llevó a tomar una decisión: irse del país. Pero ¿a dónde? La respuesta a ese interrogante ocurrió también ese año con el estreno en los cines locales de la película '2001: Odisea en el espacio'. En el film, dirigido por el multipremiado director Stanley Kubrick, se narra la historia de la humanidad, enlazada a la inmensidad del espacio y los descubrimientos que esconde.
"Me dio vuelta la cabeza. No me la olvido más", confiesa Trotti. Faltaría solo un año para que los EE.UU. revolucionaran las investigaciones espaciales y pisaran por primera vez la Luna. El joven argentino ya había tomado una decisión: migrar a Norteamérica.
Su llegada a los EE.UU.
Trotti arribó a la ciudad de Houston en 1968, con 19 años. Había comenzado sus estudios iniciales de arquitectura en una universidad argentina y decidió retomarlos en tierras texanas.
"Llego justo antes del aterrizaje de la Luna y alquilo un departamento que se encontraba a 50 kilómetros de lo que es hoy el 'Jonson Space Center' (sede la NASA en Houston). Desde ese momento, estuve fascinado con la cuestión del espacio", recuerda. Pero no sería sino hacia el final de su carrera, en 1973, que tendría una oportunidad de impresionar a los ingenieros e investigadores del centro espacial.
Para su tesis final de grado, Guillermo debía diseñar un proyecto de acuerdo a su carrera: podría haber sido un centro comercial, un museo o una autopista, pero no. El decidió presentar una ciudad para 200 personas en la Luna que incluía todo: dormitorios, un centro cívico, bibliotecas, agricultura y generación de energía por medio de un reactor nuclear.
"A fines de mis estudios en la universidad, venía insistiendo mucho a la NASA para saber cómo podía trabajar de arquitecto allí. Yo tenía una visa solo de estudiante, pero logré conseguir un 'pase libre' para ingresar al edificio y hablar con los especialistas. Hasta que llega a mis manos un libro sobre cómo se podían construir algunas estructuras en la Luna. Entonces, junto a un compañero de clase, diseñamos una ciudad allí y fuimos corriendo a enseñárselo a las autoridades de la agencia", detalla el arquitecto.
Su proyecto gustó tanto que la NASA le otorgó una beca para realizar un posgrado para diseños espaciales y, de este modo, alcanzar uno de sus sueños. Pero no terminaría ahí: la tesis sobre la 'ciudad lunar', además, formaría parte de la colección del Museo Nacional del Aire y el Espacio en Washington.
Habitaciones en el espacio
Tras finalizar su posgrado, Guillermo comenzó a trabajar en el Instituto Lunar y Planetario, organización que dependía de la agencia espacial en Houston y que se dedicaba a la investigación de otros planetas. De esta manera, se convertiría en uno de los primeros arquitectos en trabajar con diseños fuera de la Tierra.
Uno de los proyectos en los que Trotti trabajó arduamente en los años '80, y durante una década entera, fueron los módulos habitacionales para la Estación Espacial Internacional, un centro de investigación en la órbita terrestre. Allí diseñó los ambientes para la nave de 100 metros, que hoy son utilizados cotidianamente por los astronautas.
"Fundamentalmente para trabajar en el espacio hay que tener en cuenta dos cosas: la falta de gravedad, que hace que todo se mueva, incluso si solo lo tocas un poco. Esto dificulta nuestra labor. La otra es la falta de atmósfera, por lo que se debe llevar la presión atmosférica contigo para no explotar", explica.
En cuanto a los materiales utilizados, el arquitecto destaca al aluminio, el titanio, el vidrio, entre otros elementos específicos para el espacio. Guillermo admite también que trabajar junto a la NASA era gratificante ante la buena predisposición que existía y que hoy, ante "un crecimiento inmenso de la agencia", también aumentó la "burocracia".
El argentino asegura que desde el centro espacial intentaron captarlo como un empleado permanente, pero él siempre priorizó su independencia: "No me interesaba trabajar en el Gobierno. Siempre tuve el objetivo de tener mi propio estudio de arquitectura para tener más libertades. Hoy soy un contratista de la NASA", asevera.
El escorpión lunar
Actualmente, Trotti, de casi 70 años, se encuentra trabajando en un proyecto de "exploración lunar", que consiste en recorrer el satélite natural de la Tierra por medio de un vehículo.
"Es como una casa rodante, donde caben tres astronautas y alcanza un máximo de 10 kilómetros por hora. Lo que yo estoy proponiéndole a la NASA no es volver a la Luna y construir una base, porque es muy costosa y, además, te ancla al lugar. Mi propuesta es ir con dos de estos vehículos y recorrer el terreno a fin de identificar un punto estratégico para erigir un centro de investigación", explica.
Guillermo, como cuando era pequeño, continúa con su espíritu aventurero: "Para mí la exploración significa movilidad. No podés explorar desde una base fija. China acaba de bajar a la Luna hace un mes y sus astronautas hallaron un nuevo material que no se sabía que existía", cuenta.
"Debemos salvar a la Tierra"
El argentino está casado con Dava Newman, exsubdirectora de la NASA durante la administración del expresidente Barack Obama (2009-2017). Se conocen hace más de 25 de años, al coincidir en los mismos ambientes laborales.
Newman, al igual que su marido, también trabajó en diferentes diseños espaciales. Uno de los más salientes es un traje denominado 'biosuit', cuyo objetivo es darle una mayor movilidad y confort a los astronautas que los equipos tradicionales.
"La idea del concepto viene de ella. Es una invención que revoluciona la idea de los trajes actuales. Yo soy parte del equipo, pero solo aporto en algunas cuestiones, como la ergonomía. Ella es la ingeniera inventora", admite Trotti.
El año pasado, el matrimonio creó una fundación ecológica ('EarthDNA') apuntada a proponer soluciones para que nuestro planeta tenga las mejores condiciones de habitad ante la crisis climática generada por el hombre, utilizando la tecnología y el diseño como motores de cambio.
"Estamos trabajando con las Naciones Unidas. Consideramos a la Tierra como un vehículo espacial, pero sin un libro de instrucciones de cómo usarla. Entonces queremos ayudar a las personas a entender diferentes temas que están ocurriendo. Todo apunta a que va a haber un deterioro enorme de nuestra riqueza natural. Pero aunque nuestro planeta sea un hielo o un desierto, siempre va a hacer mejor que ir a Marte", explica.
El contexto social de Argentina
El 'arquitecto espacial' también está atento a la situación social de emergencia que vive Argentina. La crisis económica del país sudamericano hoy golpea a los sectores más empobrecidos, en medio de un año electoral.
"Me causa gran tristeza por la guerra política que existe. El mismo problema ocurre en los EE.UU. La falta de diálogo entre los líderes políticos termina siendo paralizante para el país. Yo veo al mundo como una sola pieza, sin divisiones y toda la politización es negativa para nuestra Tierra", sentencia Trotti, quien mantiene su fe en las nuevas generaciones.
"La Universidad argentina de San Andrés, en Buenos Aires, acaba de comenzar un estudio multidisciplinario de diseño, al cual me han llamado para brindarles mi experiencia a los más jóvenes y estoy muy entusiasmado. Creo que a lo que me dedico hoy es a resolver problemas a través del diseño y no solo los del espacio. Darle herramientas a los que recién se inician es asegurar un mejor futuro en la Tierra", concluye.
Facundo Lo Duca
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