Crisis sistémica, deudas y nuevas tecnologías: lo que hay detrás del desplome del gigante turístico Thomas Cook

Analizamos las cifras, los factores y las consecuencias del desplome del touroperador británico.

La quiebra del gigante turístico británico Thomas Cook se percibe sin duda como un acontecimiento grave: en el sector turístico comparan su impacto con el que tuvo en 2008 la caída de Lehman Brothers en el sector financiero, los turistas varados en sus destinos vacacionales serán objeto de la mayor repatriación hacia el Reino Unido desde la II Guerra Mundial y el anuncio de la compañía ha desencadenado en Canarias –uno de los principales destinos turísticos de España– lo que la prensa local ya ha descrito como "la peor crisis turística de este siglo". 

Las escenas y situaciones provocadas por este colapso repentino ponen de manifiesto, además, el aspecto más tangible del desplome de un gigante como Thomas Cook en su sector: los miles de turistas atrapados en aeropuertos a la espera de una solución o retenidos en hoteles que no aceptan la garantía de pago de la compañía recién quebrada ponen rostro a las consecuencias más inmediatas de esta crisis, que a medio plazo siguen siendo imprevisibles.

El volumen de las cifras registradas hasta ahora contribuye, desde luego, a esa percepción de gravedad: 600.000 turistas varados en todo el mundo (de los cuales una cuarta parte son ciudadanos británicos), 16 destinos afectados en más de 50 países y una repatriación gigantesca que podría costar unos 680 millones de euros –según la estimación de la propia Autoridad de Aviación Civil (CAA, por sus siglas en inglés)– y que el Gobierno del Reino Unido ya se ha comprometido a asumir. 

La quiebra se produce después de una década difícil para la compañía, plagada de acuerdos poco beneficiosos y de profundos y rápidos cambios en el mercado turístico.

El detonante del desplome definitivo fue que Thomas Cook, tras presentar en mayo unas pérdidas equivalentes a 1680 millones de euros, no logró obtener de sus acreedores una financiación adicional de 200 millones de libras esterlinas (unos 227 millones de euros) para sostener sus servicios turísticos durante los meses de invierno.

El accidentado cambio "hacia otro modelo económico"

Aunque al economista Ángel del Castillo le parece obviamente exagerado comparar la magnitud de la caída de Lehman Brothers con la quiebra de Thomas Cook, reconoce que ambas catástrofes económicas están vinculadas por una lógica esencial: la crisis que se desencadenó en 2008 "aún no ha acabado", asegura, en tanto que se trata de  una crisis sistémica que supone "una transición hacia otros modelos económicos derivados de las nuevas capacidades tecnológicas", un proceso que aún está en curso y que de tanto en tanto se cobra víctimas. 

La compañía británica ha acusado, efectivamente, el golpe de la competencia de los servicios de viaje en línea y acumula a día de hoy una deuda de 1.700 millones de libras esterlinas (más de 2.122 millones de dólares).

En ese sentido, del Castillo explica que "el mundo de los touroperadores está cambiando de manera muy rápida, con la entrada en juego de nuevas plataformas de servicios, y es muy probable que Thomas Cook no se haya adaptado a las nuevas lógicas que operan en su propio sector". 

El gigante turístico, fundado en 1841, comenzó sus servicios ofreciendo excursiones locales en tren, sobrevivió las dos guerras mundiales y fue el primero en ofrecer viajes organizados en Europa. Sin embargo, 178 años después del inicio de su andadura, su modelo de negocio se ve superado por la ligereza operativa y los bajos costes de los servicios online, preferidos en la actualidad por una considerable proporción de clientes. 

"Vamos hacia otro modelo económico que, hasta que no esté asentado, va a ir produciendo crisis específicas, condicionadas también por las medidas que se van tomando en el terreno financiero y por los cambios geopolíticos que están teniendo lugar", señala el economista, convencido de que estas crisis serán más frecuentes "si no se pone coto a las tensiones" que puedan derivarse del Brexit o de la actual guerra comercial entre EE.UU. y China

Repercusiones en las economías nacionales

El desplome del touroperador británico tendrá su repercusión en diferentes contextos económicos, aunque de manera heterogénea. Tal como señala del Castillo, "en determinadas zonas como Canarias [que tiene en el turismo uno de los pilares básicos de su economía y en Thomas Cook a uno de sus principales proveedores de negocio], el impacto va a ser notorio, y se dejará sentir, por ejemplo, en su contribución al PIB nacional".

Efectivamente, la compañía, con más de 19 millones de clientes en todo el mundo, consideraba a España su "destino de vacaciones número uno". Este mismo lunes se han cancelado 46 vuelos en ese país programados por el grupo británico, que en 2018 había llevado a España a más de tres millones y medio de turistas. Ahora se teme que cerca de 2.500 empleados de Thomas Cook en España pierdan su trabajo.

Turquía, otro de los destinos prioritarios del grupo, tendrá que afrontar las consecuencias de su desaparición. Como primera reacción, para contener los efectos inmediatos de la crisis, su Ministerio de Cultura y Turismo ha prohibido a los hoteleros turcos desalojar a turistas de Thomas Cook o cobrarles el alojamiento, bajo amenaza de acciones legales en su contra.

El economista advierte también que el proceso de recuperación tras este golpe, en las economías más vulnerables o dependientes del turismo, "será costoso y no se hará de la noche a la mañana". 

Mientras tanto, en medio de la inestabilidad, también florecen los beneficiarios indirectos: compañías turísticas y aerolíneas competidoras que pueden verse beneficiadas por la salida de Thomas Cook del mercado. Las acciones de TUI, por ejemplo, se han incrementado en casi un 10 % tras el anuncio de bancarrota. 

David Romero