Casi diez años después del terremoto que asoló Haití, la nación caribeña sigue sin recuperarse. Miles de familias se trasladaron a campamentos o reasentamientos oficiales, como el de Corail-Cesslesse, con la esperanza de encontrar un sitio donde vivir. Hoy simplemente sobreviven en lugares donde todo ha quedado a medias y lo único evidente es la falta de servicios. Son el rostro de la ineficiencia del Gobierno haitiano y la cruda imagen del fracaso de numerosas organizaciones internacionales y oenegés extranjeras.
Los haitianos piden la renuncia del presidente, Jovenel Moïse, por la compleja crisis política y económica que afecta al país. Un equipo de RT ha viajado hasta allí para comprobar el efecto de los miles de millones de dólares aportados por organizaciones extranjeras para reconstruir el país.
"No se ha hecho nada"
"No se ha hecho nada. Dijeron que vendrían a construir escuelas, hospitales, pero no han hecho nada de eso (...) todo es cuestión de dinero, dinero, dinero", afirma Dieujuste Etrenne que, junto a su hija, llegó a Corail-Cesslesse atraído por el proyecto habitacional impulsado por el Ejecutivo haitiano. Mientras que personas como Etrenne denuncian que todo ha quedado en papel mojado, el Gobierno haitiano se lava las manos por la gestión y dice que no ha controlado la asistencia financiera que recibía el país.
Casi toda la ayuda de emergencia se canalizó a través de las organizaciones internacionales. La mayoría de las miles de familias se trasladaron hasta este asentamiento porque el Gobierno declaró las tierras de dominio público y las organizaciones internacionales y oenegés extranjeras empezaron a construir viviendas transitorias. Antes del terremoto del 2010, en lugares como Corail-Cesslesse no había nada. Ni casas ni personas. Todo comenzó a levantarse de cero, como de cero también comenzaron a reconstruir su vida sus habitantes.
ONG sinónimo de abandono
Tras el seísmo, Haití se convirtió en uno de los países con más organizaciones no gubernamentales por habitante de todo el mundo. Miles de oenegés llegaron al país más empobrecido de América Latina. En la actualidad, son sinónimo de abandono.
Personas como Saintil se agarran a la fe para ver el futuro con esperanza. Este hombre reconoce que, en un primer momento, las organizaciones construyeron casas transitorias, pero la mayoría se han convertido en permanentes.
"Las ONG son responsables de esto. Nuestra vida es dolorosa. Estamos solos. No tenemos ayuda. Solo tenemos casas, pero nada más. Construyeron el cuarto de baño y eso es todo. Para hacerlo necesitamos conseguir nuestras propias cosas, pero no hay nada, nada", relata Saintil.
La necesidad de miles de habitantes desbordó los planes del proyecto que comenzó hace casi una década y en el que estaba previsto construir mercados, asfaltar calles y generar miles de empleos en la zona. Las oenegés internacionales fueron testigos de que cada mes que pasaba llegaban más personas para encontrar una casa.
"Lo que esperamos que fuera un sueño, nunca se realizó. Después de 10 años es todavía peor", relata Patrick Zama, quien llevó a su familia a Corail-Cesslesse pesando que la pesadilla vivida durante el terremoto se terminaría.
Visto desde fuera, la imagen institucional de apoyo de las organizaciones internacionales y de miles de oenegés se ve con muy buenos ojos, pero esa opinión es diametralmente opuesta cuando se visitan los reasentamientos oficiales.