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Asfixiados o enterrados vivos: desclasifican en Rusia cómo los nazis mataron a 214 niños

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Una tanda de documentos provenientes de los servicios de seguridad echa luz sobre una masacre de menores inválidos perpetrada por los invasores durante la Segunda Guerra Mundial en el frente del Cáucaso.
Imagen ilustrativa

La dirección regional del Servicio Federal de Seguridad de Rusia para Krasnodar ha desclasificado varios documentos sobre la muerte de 214 niños en octubre de 1942 a manos de los invasores nazi en la ciudad de Yeisk, a orillas del mar de Azov. Los habrían llevado a todos de un orfanato municipal al lugar en el que fueron enterrados. Las circunstancias de este crimen permanecieron ocultas para el público desde la II Guerra Mundial.

Las autoridades de la URSS se percataron de la masacre meses después, cuando habían expulsado a las tropas alemanas, pero las actas de abril de 1943 y de agosto de ese año se contradicen en cuanto a la causa de la muerte. Las fosas comunes fueron descubiertas en meses diferentes y el peritaje de la época no ofreció una respuesta definitiva al respecto.

Al desenterrar una de las fosas, se estimó que los niños habían muerto por medio de una "masacre jamás vista en la historia de los pueblos civilizados: los habían enterrado vivos", recoge RIA Novosti. Posteriormente otro grupo de forenses describió en un auto la extracción en otra fosa de 21 cadáveres, 17 de ellos fragmentados, y se dictaminó que los habían sepultado ya asfixiados.

Las víctimas tenían entre 6 y 16 años y muchos provenían de Crimea, desde donde los habían evacuado las autoridades soviéticas. Entre los menores asesinados figuran tanto rusos, como armenios, georgianos, checos, tártaros o judíos. Al menos dos niños eran de etnia alemana, según los documentos.

Rasgo en común: niños con discapacidad

Algunos tenían familias, mientras que otros eran efectivamente huérfanos. El único detalle común era que todos los menores presentaban alguna discapacidad, fuera de primer, segundo o tercer grado. De entre todos ellos, 22 estaban gravemente enfermos y los habían sacado de la camilla para llevarlos.

"La mayoría de los cadáveres son de constitución defectuosa", rezó una de las actas y concretó que al menos dos niños estaban jorobados, 11 presentaban deformaciones en las articulaciones de las extremidades y uno una prótesis en la pierna. Varios cuerpos habían sido metidos a la fosa junto con las muletas en las que se apoyaban.

Ningún cuerpo en esta u otras fosas tenía indicios de impacto de bala. Además, una mujer testimonió que no oyó llantos ni gritos de niños durante la descarga junto al lugar del entierro.

Muerte en camiones

Un papel desarchivado menciona cómo eran los vehículos que recogieron a esos 214 menores en el orfanato: camiones organizados al estilo de las cámaras de desinfección, con los compartimentos de carga cerrados sin ventanas. "Desde el interior las cajas estaban revestidas con hojas de hierro y lata", detalló un grupo de médicos.

Parte de los documentos señala al uso de gases de combustión y no veneno alguno para masacrar a los pequeños. Se detalla en uno que la distancia entre el orfanato y el foso rondaba tres kilómetros y medio. 

La tanda desarchivada de documentos sobre la tragedia no aporta información adicional alguna sobre las personas involucradas en ese delito múltiple. La historia local lo atribuye a la unidad especial de las SS 10A que estaba acuartelada en una vieja casa de un negociante en Yeisk. 

Las memorias de un superviviente de la masacre, publicadas en el 2016 por el museo municipal, citan el apellido de un médico de la Gestapo, Strauch, quien dirigió la operación y dos oficiales que la supervisaron, incluido el comandante de Yeisk, Kandler.

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