Buque con un capitán borracho sufre un naufragio y decenas de víctimas mueren de hambre y sed por la demora en el inicio de las tareas de búsqueda
El desastroso resultado naufragio del ferry MV Butiraoi, que en enero del año pasado se cobró la vida de 95 personas en la nación oceánica de Kiribati, se debió a graves infracciones de seguridad en la nave y a la gran demora en el inicio de las tareas de búsqueda, que hizo que la mayor parte de las víctimas murieran de inanición en botes salvavidas, concluye el informe de una comisión oficial de investigación divulgado este lunes.
La embarcación, un catamarán de 17,5 metros de eslora, zarpó el 18 de enero del 2018 de la isla de Nonouti rumbo a la capital del país, Tarawa, con 102 personas y una carga considerable a bordo.
La nave se echó al agua de forma ilegal, ya que su licencia de radio había expirado el 1 de enero y no disponía de suficientes chalecos salvavidas. Además, su certificado de navegabilidad caducaba el 20 de enero, el día en el que estaba previsto que finalizara el viaje.
Asimismo, la comisión afirma que el capitán estaba borracho y "mostró una completa falta de liderazgo" cuando el barco entró en alta mar, donde se encontró con un oleaje de hasta 2,5 metros de altura y empezó a hundirse. En particular, los investigadores señalan que el oficial no pidió socorro, una acción que podría haber reducido significativamente el número de víctimas.
Los problemas se sucedieron durante la evacuación, cuando un bote salvavidas no pudo ser inflado a causa de un agujero y la gente buscó refugio en un segundo bote que colapsó en su parte inferior debido al exceso de peso. Finalmente, cerca de 60 personas, predominantemente niños y mujeres, acabaron en dos embarcaciones de aluminio sin reservas de agua ni comida.
A pesar de que se esperaba que la travesía durara dos días, el MV Butiraoi no fue declarado desaparecido hasta ocho días después. El 28 de enero —1530 horas después del hundimiento—, un avión avistó al único bote restante con solo siete supervivientes a bordo.
Si las tareas de búsqueda hubieran empezado con anterioridad, muchos de los fallecidos habría podido ser rescatados con vida, según la comisión, que determinó que "la mayoría, si no todas las víctimas" —salvo una mujer que no sobrevivió a un parto y una persona que murió a causa de lesiones— "perecieron de hambre, deshidratación e hipotermia".