"Ni dádivas ni ayuda humanitaria": Así es como las comunidades en Venezuela se organizan para crear su red de comercio solidario

En medio de la crisis económica que vive la nación suramericana, una iniciativa comunitaria distribuye frutas y hortalizas a miles familias, de forma directa y a precios por debajo del mercado.

La crisis económica que vive Venezuela, agravada por las sanciones estadounidenses, ha generado severas dificultades de producción y abastecimiento de alimentos, golpeando duramente a las familias.

Sin embargo, hay iniciativas solidarias que buscan preservar la alimentación como un derecho humano inviolable. Con ese espíritu nació el denominado plan "Pueblo a Pueblo", a través del cual se han distribuido más de dos millones de kilos de frutas y hortalizas, a más de 300.000 familias, a precios por debajo del mercado.

¿De qué se trata esta iniciativa? ¿Qué importancia posee en medio de la crisis que sacude a la nación suramericana?

Un solo plan, un solo pueblo

El plan Pueblo a Pueblo se creó en el año 2015 como una iniciativa de las comunidades campesinas del municipio Carache, estado Trujillo (oeste). No obstante, el proyecto se extendió por toda la región andina y occidental del país, conformando la ruta Argimiro Gabaldón, en homenaje al guerrillero venezolano que hizo historia en este eje durante los años 50.

A lo largo de ese eje se orientan las Redes de Productores Libres Asociados (REPLAS), que a través de huertos de agricultura familiar hacen posible la producción de hortalizas, tubérculos y frutas. Los rubros luego son acopiados y trasladados directamente a las jornadas de distribución, organizadas en los principales centros urbanos del país.

"Es un plan que se centra en la organización social de la producción. Esto ha implicado una articulación entre las comunidades organizadas del campo y la ciudad para romper la intermediación y la especulación alrededor de estos alimentos", cuenta Ana Felicien, integrante del Plan Pueblo a Pueblo, quien cree que "esta iniciativa garantiza el derecho a la alimentación, no desde una perspectiva de ayuda humanitaria, ni desde la dádiva o el subsidio, sino desde las propias capacidades de la organización popular".

De esta forma, 140 familias, que producen en tan solo 100 hectáreas (equivalentes a 1 kilómetro cuadrado), satisfacen de forma semanal las necesidades de otras 2.500.

"Nuestro plan demuestra que en Venezuela existen pequeños productores, familias campesinas, que siempre han estado produciendo. En esta crisis han faltado muchos rubros que procesan un nivel de la agroindustria, pero siempre hubo yuca, ocumo, plátano, batata, berenjena, calabacín y muchísimos otros vegetales que a veces se pierden de vista ", explica Laura Lorenzo, quien también forma parte de esta organización.

Un respiro entre la especulación e hiperinflación

Estas hortalizas, tubérculos y frutas forman parte de la lista de aproximadamente 30 rubros que estos productores incluyen en la Gran Caracas.

"A veces es imposible obtener ciertos fertilizantes, pero nosotros hemos encontrado otros mecanismos para preservar las semillas, crear abonos orgánicos y producir nuestros propios insumos", agrega Lorenzo.

Para concretar estas jornadas, los organizadores usan un método al que han denominado de "la escalera de doble participación", donde productores y consumidores se reúnen en asambleas para definir el paso a paso de esta experiencia y garantizar que no haya pérdidas.

De estos encuentros, surgen, además, los precios para la venta, derivados de unas estructuras de costos reales y transparentes, que se ajustan cada semana. Por ejemplo, en las jornadas más recientes, un kilo de papa podría costar 10.000 bolívares (50 centavos de dólar) mientras que en el mercado se expende en más de 25.000 (1,2 dólares).

"Este plan ha detectado que también hay un pueblo consumidor que puede organizarse para hacer más eficiente el sistema de distribución y evitar ser víctimas de los intermediarios, que día a día suben los precios indiscriminadamente. Hay una estructura de costos sincera, un productor recibe el pago justo y de forma oportuna, y las comunidades hacen trabajo voluntario para no encarecer los precios", comenta Lorenzo.

El otro reto

Los integrantes del Plan Pueblo a Pueblo creen firmemente que la alimentación es un derecho humano. Pero, además, intentan modificar las formas de producción y los patrones de consumo del pueblo venezolano.

"La iniciativa nos ha demostrado que en medio de esta coyuntura, donde los alimentos son utilizados como un arma de guerra, nuestra tarea es convertirlos en un elemento para la emancipación. La solución para garantizar nuestro derecho a la alimentación pasa por organizarnos, pensar en lo común y no en el 'resuelve' individual ", dice Ana.

Felicien destaca que la experiencia también les ha permitido explorar formas de manejo de la producción, orientadas hacia la agroecología. "Pero no desde la moda ni desde la elitización de la agricultura ecológica, sino como una respuesta ante la dependencia bloqueada y el torpedeo en las importaciones que tenemos hoy. Es un ejemplo humilde de cómo en medio de la dificultad, se pueden generar las estrategias propias para superar la dependencia".

De igual manera, para Ricardo Vaz, colaborador de la Cooperativa Unidos San Agustín Convive, una de las organizaciones populares de Caracas articuladas con el plan, el plan "demuestra que hay una alternativa que puede tener el control social sobre la cadena productiva, incluso desde la semilla, un componente fundamental de la soberanía alimentaria".

Precisamente por esto, el Plan Pueblo a Pueblo recibió el premio por parte de la Alianza Estadounidense para la Soberanía Alimentaria (USFSA), una red de organizaciones de base que anualmente premia a proyectos que ganan por un sistema alimentario más democrático.  

Los involucrados en el plan Pueblo a Pueblo quieren ampliar sus horizontes. Por eso, el próximo paso es un proyecto para abastecer de alimentos a las escuelas venezolanas.

"Existe un Plan de Alimentación Escolar (PAE) gubernamental que posee muchas fallas. Nosotros queremos que nuestros productores proporcionen alimentos frescos, de forma directa, en cada escuela, para que los niños coman suficiente y sano. De hecho, desde el año pasado hemos atendido 34 escuelas en Trujillo y dos de Caracas. Sin embargo, queremos ampliar y profundizar esta iniciativa sin tantas trabas burocráticas", finaliza Lorenzo.

Jessica Dos Santos

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