El proyecto del Tren Maya en México ganó un premio internacional en EE.UU., a pesar de que expertos advierten peligro de "colapso ecológico" y social en comunidades indígenas ante el plan de infraestructura impulsado por el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador.
El galardón obtenido por el Tren Maya en la categoría de creación de valor y beneficios, de los Premios Oracle Proyecto del Año, fue otorgado durante el Foro de Liderazgo de Infraestructura en América del Norte.
Los acreedores a este premio son reconocidos por su "impacto positivo en las comunidades y la economía de la zona", además de "aportar a la movilidad, el acceso a la educación y los beneficios que se obtendrán en la región a largo plazo", explicó el Gobierno mexicano en un comunicado.
Algunos mexicanos reaccionaron ante el premio, debido a que hasta hace unos meses no estaba claro si existía formalmente un proyecto ejecutivo del Tren Maya, ya que el Gobierno de López Obrador anunció que iniciaría la construcción del mismo en los primeros días de su mandato —en diciembre de 2018—, sin que existiera un trazado preciso de las líneas ferroviarias que pretenden conectar el sureste de México.
Sin embargo, algunas cosas han cambiado desde entonces, aunque todavía persiste la resistencia de algunas comunidades indígenas frente al megaproyecto impulsado por el Gobierno de México, debido a las afectaciones ambientales y sociales que prevén algunos informes científicos.
¿En qué va la construcción del Tren Maya?
De acuerdo con el Gobierno de México, uno de los principales objetivos del Tren Maya es convertir a las comunidades indígenas en socias del proyecto.
Según el plan, si esas comunidades aportan tierras, se establece una sociedad inmobiliaria. Por ejemplo: si el Gobierno construye una estación en una comunidad y esta ofrece terrenos para la construcción, los dueños de la tierra forman parte de un fideicomiso, en el que se privilegia el desarrollo territorial para crear una oferta y que los habitantes originarios de esos predios tengan el usufructo de la misma.
"No hay desplazamiento, al contrario, se quedan como propietarios", señaló en agosto el director general del Fondo Nacional de Turismo (Fonatur), Rogelio Jimenez Pons.
En septiembre pasado, el funcionario aseguró que actualmente proyecto del Tren Maya cuenta con más del 90% de apoyo por parte de los ejidatarios (dueños de parcelas) de los cinco estados por donde va a pasar el tren.
Se prevé que el tren esté en funcionamiento en 2023, luego de que el consorcio ganador de licitación para la construcción de la obra (Senermex Ingeniería y Sistemas, Daniferrotools, Geotecnia y Supervisión Técnica, y Key Capital) lo ejecute junto a universidades públicas y organismos internacionales.
En este sentido, se h afirmado que ONU-Habitat diseñará, junto con las comunidades, los planes de desarrollo regional con un enfoque incluyente y sustentable.
Sin embargo, una de las principales críticas al proyecto es que todavía no se han medido con precisión los impactos ambientales que tendrá su desarrollo en las selvas del sureste mexicano.
"Colapso ecológico"
Según el Gobierno, el desarrollo del proyecto no tendrá un impacto ambiental considerable porque, argumentan, la mitad de las vías de tren previstas en el proyecto ya existen.
"Esto significa que gran parte de la ruta está libre de árboles y vegetación, que se retiraron previamente para permitir el paso de carreteras, tendidos eléctricos y líneas de ferrocarril", afirma el Gobierno mexicano.
Sin embargo, todavía no existen los estudios de impacto ambiental que sustenten esa afirmación.
Pero la principal polémica se encuentra en las afectaciones que tendrá la construcción del tren en la Reserva de la Biósfera de Calakmul, localizada en el corazón de la segunda mayor extensión de bosques tropicales en América, solo después de la Amazonia.
Otro de los tramos más sensibles es el que cruzaría la Reserva de la Biósfera de Sian Ka'an, la mayor área natural protegida del Caribe mexicano.
Ante esta situación, algunos biólogos sostienen que las principales zonas naturales de la Península de Yucatán podrían estar en riesgo de "colapso ecológico" con la entrada de turismo masivo.
"Nuestra preocupación es que al entrar el tren a la Reserva de la Biósfera de Calakmul y darle conectividad con el turismo masivo de Cancún y la Riviera Maya, esto pueda derivar en un colapso ecológico. Un colapso ecológico se define como una situación donde el ecosistema sufre una serie de cambios irreversibles que afectan a gran parte de sus organismos y resulta en una extinción masiva", señala el informe 'El Tren Maya ¿Por qué están tan preocupados los biólogos?', realizado por expertos del Centro de Investigación Científica de Yucatán.
El informe señala que las vías acrecentarían la fragmentación y la pérdida de conectividad ecológica entre ambas reservas.
"Cabe aclarar que, si bien nos preocupa salvaguardar los ecosistemas durante la construcción y operación del tren, esta puede ser la menor amenaza, si se compara con el efecto del llamado 'progreso y desarrollo' que viene después", advierten las biólogas responsables del estudio.
Los riesgos sociales y culturales
La posibilidad de que el proyecto del Tren Maya arrase la selva es el principal factor que ha dividido a las comunidades indígenas de la Península de Yucatán.
Así lo han reconocido funcionarios del Instituto para el Desarrollo de Pueblos Mayas y las Comunidades Indígenas (Inmaya), del estado de Quintana Roo, entidad que alberga los destinos turísticos de Cancún, Riviera Maya, Tulúm y la reserva de Sian Ka'an.
Una de las comunidades mayas que más oposición ha mostrado al proyecto son los ejidatarios de Bacalar, donde todavía no se inicia la construcción del tren y ya se ha registrado un incremento en el precio de la tierra de hasta 350 %, de acuerdo con datos de Amir Efrén Padilla Espadas, presidente del Colegio de Ingenieros Civiles de Quintana Roo, Zona Sur.
Algunos opositores han señalado que la construcción del tren implicará la necesidad de desarrollar hoteles, centrales de energía eléctrica y otro tipo de servicios turísticos, que provocarán un enorme daño ambiental en territorio maya.
"Todos estos megaproyectos tienen en común la ocupación y deforestación de miles de hectáreas del territorio maya", señaló Pedro Uc, escritor maya y activista, integrante de la asamblea de defensores del territorio Múuch' Xíinbal, en redes sociales.
En su informe 'Impactos sociales y territoriales del Tren Maya. Miradas multidisciplinarias', la investigadora Giovanna Gasparello, directora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, advierte que existen tres principales riesgos sociales y culturales en torno al proyecto.
El primero tiene que ver con factores como la visión con la que el Gobierno pretende un reordenamiento del territorio, los estragos de la industria turística en las comunidades, así como las violaciones a los derechos individuales y colectivos de los pueblos originarios.
"El reordenamiento territorial apunta a un reordenamiento social, en el cual las actividades productivas tradicionales ('hacer milpa' y apicultura), la estrecha relación cultural y simbólica entre territorio, cosmovisión y sociedad y el patrón de asentamiento disperso típico de la población indígena y campesina se transformarán a raíz de la construcción de quince centros de población", señala Gasparello.
Con respecto al segundo aspecto, que tiene que ver con los riesgos sociales y culturales, la investigadora asegura que tanto el modelo de "turismo de masas y homogeneizador" que impera en Cancún y la Riviera Maya, así como el "sustentable", que propone el Gobierno, representan "una agresiva forma de despojo", que es la "característica inmanente de la industria turística".
Pero a pesar de las resistencias, el presidente López Obrador aseguró que "llueve, truene o relampaguee, se va a construir el Tren Maya". Durante una gira por Hecelchakán, Campeche, en septiembre pasado, fue aún más tajante al afirmar que el proyecto se ejecutará, "lo quieran o no lo quieran".
De ahí que algunos habitantes de las comunidades mayas consideren contradictorio que el Tren utilice el nombre de su cultura como una mercancía para atraer turistas, al mismo tiempo que corren el riesgo de ser desplazados por ese mismo proyecto, considerado el más ambicioso del mandatario mexicano para el sureste del país.
Manuel Hernández Borbolla
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