"Me lo han matado como a un perro. Me lo han matado a mi esposo", denuncia Lourdes Jiménez durante una ceremonia religiosa en un improvisado santuario para recordar a los nueve muertos en la represión por parte de policías y militares en la localidad de Sacaba, en Bolivia.
Ocurrió el pasado 15 de noviembre. Miles de campesinos de la región de Chapare caminaban en dirección a La Paz, cuando en el puente Huayllani se encontraron con un cordón de seguridad que los detuvo. Luego de negociaciones frustradas para pasar, se desató un violento accionar de las fuerzas de seguridad que aún se recuerda como si fuera ayer.
"Quiero justicia para mi esposo (...) soy huérfana y mi esposo ahora no va a volver nunca más", recuerda Jiménez, que se ha quedado sola y con su hijo, en conversaciones con RT.
Su marido, Omar Calle Siles, cayó muerto de forma instantánea. Su autopsia dice que falleció por choque hipovolémico por hemorragia interna y laceración cardíaca por traumatismo.
"Mi esposo tenía 25 años", prosigue esta mujer, mientras explica que su marido fue a manifestarse de manera pacífica en defensa de whipala, bandera que representa a los pueblos indígenas de Bolivia, y a las mujeres de pollera.
Lo que pasó en Sacaba fue una masacre y los impactos de bala se cuentan por decenas. Son muestras que agigantan la indignación, marcas que profundizan el dolor de los familiares.
"No han venido a morir. Si hubiera sabido que mi marido iba a morir no lo hubiera mandado", cuenta otra mujer, Noemí Choque, cuyo esposo fue asesinado también en Sacaba, y que también tiene un niño a quien cuidar. "Solo tengo una hermana mayor, solo tengo a mi hijo", afirma.
Que se haga justicia
La Fiscalía General del Estado aseguró que los estudios forenses de las nueve víctimas evidencian el uso de armas de fuego largas, algo que será sometido a pericias técnicas exhaustivas. La potencia de los disparos no solo se observa con las muertes, también hay proyectiles que atravesaron postes de iluminación e incluso algunos llegaron hasta los domicilios particulares.
Los manifestantes exigen que los responsables paguen por sus actos y piden el regreso del presidente depuesto, Evo Morales. Desde México, donde se encuentra en calidad de exiliado, el mandatario dimitido ha calificado de dictadura al Gobierno de la autoproclamada Jeanine Áñez y lo responsabiliza de las muertes en Sacaba.
"Que nos ayuden, por favor. Evo regrese, a tu gente la están matando (...) nosotros no mentimos, el dolor que nosotros llevamos nadie lo sabe", cuenta Marcela Vargas Martínez, que perdió a un hermano en la represión. "Un terror fatal, como una guerra pasó, sin asco mataron a nuestra gente chapareña", rememora.
"¿Tanto nos odian a la gente campesina?", se pregunta Martínez, quien, como el resto, reitera que fueron "sin nada" a manifestarse pacíficamente. "Ellos bien armados desde helicópteros, nos han matado de frente. Han matado desde arriba", relata.
Lidia Solano, habitante de la región de Chapare, también exige que se haga justicia. "Siempre hay un líder que dice que disparen y queremos saber quién ha sido y pedimos justicia por las personas que han fallecido. Tenemos hijos, padres y hermanos que han fallecido aquí. Pedimos justicia, ¿queremos justicia o no? ¿pedimos justicia? ¡queremos justicia!", exclama.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos visitó el sitio de la masacre y recabó testimonios. Todavía resta observar su informe final, pero un relator del organismo anticipó que deberá formarse un grupo de expertos multidisciplinario e internacional para saber qué pasó realmente.
Mientras tanto, ellas siguen allí, con la foto de sus familiares muertos. Son los rostros luego del paso de una represión desmedida e innecesaria que deja heridas sin cicatrizar.