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Libertad interior: cómo es hacer yoga en una cárcel de Argentina (VIDEO)

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Moksha es un proyecto solidario que da yoga a personas privadas de su libertad en el Complejo Penitenciario de San Martín, en la provincia de Buenos Aires.
Libertad interior: cómo es hacer yoga en una cárcel de Argentina (VIDEO)

Hubo un día en que dos mundos se juntaron. El uno sabía tan poco del otro como viceversa. La mayoría de los instructores jamás habían pisado una cárcel. Y la mayoría de los presos y presas nunca habían hecho yoga. ¿De qué se trata el proyecto Moksha? En su nombre hay una pista: la palabra del sánscrito significa 'libertad interior'.

El universo de las cárceles argentinas se describe con palabras potentes como sobrepoblación, hacinamiento, maltratos, torturas, comida en mal estado, desocupación, presos sin condena. Todas esas cosas, por separado y muchas veces sumadas, tiñen la cotidianeidad de los 85.283 encarcelados del país. 

"Siempre cuento que cuando llegué al penal por primera vez empecé a contar las puertas que había que pasar para llegar. Son como ocho puertas entre una, otra, candados y rejas. Creo que son también las capas de mí misma que fueron bajando hasta llegar acá", dice a RT Isabel Aldao, una de las fundadoras del proyecto Moksha.

La charla sucede en un pabellón del Complejo Penitenciario de San Martín, en José León Suárez, provincia de Buenos Aires. Acá, unos 30 profesores de distintas especialidades de yoga dan clases a unos 350 alumnos y alumnas desde hace cuatro años. 

Unas horas antes, en otro sector del mismo penal, unas diez mujeres privadas de su libertad estiraban el cuerpo bajo el rayo del sol y mientras un parlante, apoyado en el pasto, transmitía un mantra: lo siento, perdón, gracias, te amo. 

"Yo me imaginaba que era otra cosa el yoga. Era otra cultura. Después empecé a hacer, me gustó. Me estimula el cuerpo, la mente, el alma también. Me gusta mucho", describe Yamila, privada de la libertad desde hace cuatro años. Se da cuenta de que la práctica le cambia el humor y "los pensamientos". Además, cuando la profe les pide que le regalen a alguien el saludo, ella piensa en su hija. "Aprovecho ese momento para regalarle a mi familia. Si mi cabeza lo piensa, todo se puede. Esas cosas así llegan al alma", reflexionó. 

Según los datos más actualizados del informe del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, hay un 15,2 % de sobrepoblación en las cárceles argentinas. Además, del total de los presos, más de la mitad están con 'preventiva': solo 46.000 estaban condenados en 2017.

Los presos (en promedio) son jóvenes, de menos de 34 años, con sólo primaria completa. Además, el 42 % estaba desocupado cuando fue detenido y el 51 % no tiene oficio.

Laura es una de las docentes. Ella usa el franco de su semana laboral para venir al penal. "La práctica es conectarte con vos, con tu ser, con tu llamita del alma. Y a partir de ahí surgen las cosas: te vas suavizando eso que tenías bloqueado, endurecido por la vida. Después de la práctica ves las caritas, con la entrega y dedicación que lo hacen y es supergratificante", cuenta. 

Otro día nos volvimos a encontrar en el penal. Hacía el mismo frío que el primero, es invierno de este lado del mundo. Pero –de nuevo– hay sol y la práctica se puede hacer en el patio. Son unos sesenta varones los que ahora, en pantalón jogging y medias, empiezan la práctica. 

Isabel insiste en la transformación: "Si nosotros somos conscientes de que nada es permanente y todo cambia, que no somos los mismos que fuimos ayer. Si me doy cuenta de que el presente de hoy no me está gustando, soy responsable y puedo sembrar una semilla para que el futuro sea diferente".

A Pablo, privado de su libertad, la relajación lo ablanda: "El encierro produce violencia entre nosotros. Las situaciones que vamos viviendo acá son muy difíciles de llevar. A veces somos muy orgullosos y el yoga provoca ese quiebre, ayuda a que escuchemos a la otra persona, no ser siempre soberbios, escuchar al otro, perdonarlo y reconocer", cuenta.

Nunca, entre estos alambrados, hay tanto silencio como cuando hacen yoga. En el frío invierno pero bajo un intenso sol, levantan los brazos, cruzan una pierna, miran hacia arriba y no dicen nada. Mientras tanto, alguno se ocupa de revolver con una cuchara enorme el mate cocido que van a tomar ni bien terminen la relajación. 

Desde Moksha buscan que la práctica sea algo que los acompañe incluso cuando salgan de acá. No es fácil la vida después de la cárcel. Isabel remata: "Se llevan el cajón lleno de herramientas. ¿Se llevan el destornillador? Úsenlo".

Julia Muriel Dominzain

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