Se alzaron contra el injusto despido de sus compañeras y tomaron control de una fábrica en Venezuela: ¿Quiénes son las 'Heroínas de Aragua'?
Hace 13 años, las trabajadoras de la antigua fábrica textil Gotcha, ubicada en las afueras de Maracay, una de las principales ciudades industriales de Venezuela, emprendieron una batalla contra los abusos laborales que sufrían hasta conquistar la toma obrera de la empresa, hoy rebautizada como 'Heroínas de Aragua'.
Según las trabajadoras, el propietario de la fábrica, Wilson Balaguera, cambiaba el nombre legal de la empresa todos los años, una maniobra jurídica que le permitía evadir impuestos y evitar el pago de los beneficios que por ley le corresponden a las trabajadoras (utilidades, vacaciones, bono de alimentación, fideicomiso y antigüedad).
Esta situación las impulsó a organizarse bajo la figura del sindicato. Sin embargo, la respuesta de Balaguera fue contundente: despedir a varias de las trabajadoras.
"El patrón se dio a la tarea de explotarnos por 18 años, y cada uno de esos años tenía un nuevo registro de la empresa. El 18 de julio de 2005 legalizamos el sindicato porque ya no podíamos aguantar más, no nos pagaba bono de alimentación, utilidades, nada", cuenta Patricia Vilmer, una de las trabajadoras de Heroínas de Aragua, al recordar la primera toma de la fábrica, que ejecutaron cuando los antiguos dueños dejaron en la calle a 45 de sus compañeras, "con la justificación de que no había trabajo, ni tela. Pero eso no era cierto".
La primera ocupación de la fábrica ocurrió el año 2006 y duró aproximadamente cuatro meses. Tiempo después, se asesoraron legalmente y reiniciaron sus actividades laborales para exigir el pago de salarios caídos, demandar los beneficios retenidos y discutir una contratación colectiva.
Tiempo de definiciones
Yenny Cortez, vocera de las trabajadoras, recuerda lo duro que fueron aquellos días. "No teníamos nada en las manos, ni recibo de pago, ni una cuenta bancaria que dijera cual empresa nos depositaba, ¡éramos fantasmas! Las trampas estaban tan bien elaboradas que en un registro aparecía como presidente de la empresa el encargado de un almacén, todo eso sin su consentimiento. Llegamos a conseguir más de 20 registros", rememora.
Las negociaciones entre las partes avanzaron. Sin embargo, el patrón incumplió con los acuerdos. De hecho, Balaguera planteó cerrar la empresa para no honrar las deudas laborales. Ante esto, las mujeres emprendieron una ocupación definitiva y la posterior puesta en marcha de la producción.
"Se da otra toma en marzo de 2007. Esa vez despedimos al encargado, al abogado, y nos quedamos en la empresa. Por esos días recibimos la visita de los trabajadores de la fábrica de válvulas de los Teques, INVEVAL, que ya estaba bajo control obrero, y empezó nuestra formación ideológica", narra Cortez.
La trabajadora recuerda que durante esa visita les plantearon a ellas que los medios de producción debían estar bajo el control de la clase obrera. "No creas que eso fue un debate fácil, eso fue una pelea dura, porque muchas de las costureras no estaban de acuerdo", relata.
Desde 2005, el gobierno del fallecido expresidente Hugo Chávez empezó a estatizar empresas de importancia estratégica, así como fábricas improductivas (más allá de las nacionalizaciones en el sector petrolero y las expropiaciones de latifundio, que comenzaron antes), lo que les brindó la oportunidad a grupos de trabajadores para expandir su participación en el sector productivo de propiedad estatal y colectiva.
Jugar al desgaste
Pero más allá de que las condiciones políticas estaban dadas, Cortez confiesa que la lucha interna entre las trabajadoras fue incluso más complicada que la batalla legal. "Fue muy difícil aceptar que una, dos o tres de nosotras, costureras, sencillas, mujeres, amas de casa, de repente llegaran a ser líderes. Las reacciones eran de rechazo, es decir, viene alguien de afuera y nos dice cualquier cosa y lo aceptamos, pero viene un compañero de trabajo y decimos '¿por qué le tengo que hacer caso?' ¡Eso fue muy fuerte!".
En el trayecto, muchas trabajadoras desistieron antes las presiones o incluso prefirieron negociar con los abogados de la empresa. Al final del camino, de las más de cien trabajadoras, solo quedaron 30, quieres resistieron porque, según relatan, creían que en algún momento se iniciaría la expropiación de la fábrica por parte del Estado.
El esperado procedimiento ocurrió, pero 8 años después de esa primera gesta. Solo entonces, la fábrica textil fue nacionalizada. "Apenas 30 de nosotras alcanzamos a ver el decreto de utilidad pública y expropiación publicado en gaceta oficial", dice Cortez.
El aquí y el ahora
Hoy en día, Heroínas de Aragua está 100 % activa, aunque su permanencia en el mercado ha sido dura. "La fábrica es pequeña. Mientras nosotras compramos cuatro o cinco rollos de tela, los empresarios mas grandes compran cuatro o cinco contenedores de tela. Hay que competir con quienes sí tienen como producir en mayor cantidad".
Entretanto, la empresa hace parte del Frente Textil y participa en la confección de uniformes escolares del CLAP (programa de Gobierno). Aunque esto no les reporte grandes dividendos económicos, ellas están conscientes de la importancia de su aporte: "Estamos contribuyendo a abaratar costos a las amas de casa en la adquisición de los uniformes escolares y aunque muchos no lo perciben, pues estamos dado un grano de arena para la planificación económica de nuestra comunidad".
Después de muchos años de lucha, estas mujeres lamentan que en Venezuela se haya satanizado al control obrero y recalcan que es por el trabajo de ellos que se sostiene la cadena productiva. "Una trasnacional, por inmensa que sea, funciona gracias a los trabajadores", recalca.
Esta venezolana cree que los trabajadores, y en especial las mujeres, poseen la capacidad de generar, de manera eficaz, productos para el mercado interno que permitan paliar los efectos de la crisis económica que vive el país, especialmente tras las sanciones estadounidenses. Entre victimizarse o ponerse al frente de la lucha, estas mujeres ya decidieron.
Jessica Dos Santos
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