El coronavirus acapara la atención de medios que hacen guardias permanentes en el aeropuerto, a la espera de que llegue un infectado de cualquier parte del mundo. Cubren con detalle las historias de pacientes sospechados de contagios que luego son descartados. Elaboran y muestran durante las 24 horas mapas del avance de los contagios. El pánico está latente.
Con rostro serio, algunos conductores anuncian que ya se confirmó un contagio en Brasil. El virus está aquí al lado. De terror. En programas hasta promueven la compra de cubrebocas, a pesar de que la medida no sirve para prevenir los contagios y sí para incrementar la demanda y el precio de la máscara, símbolo de una nueva epidemia sobre la que se informa sin mesura ni control.
No faltan la permanente desconfianza y las críticas anticipadas a las medidas del gobierno del presidente Alberto Fernández, ya sea por los controles en los aeropuertos o por los protocolos del sistema de salud para atender eventuales contagios.
Pero en Argentina todavía no hay un solo caso de coronavirus. El verdadero temor, en realidad, debería ser por el dengue, la enfermedad transmitida por el mosquito Aedes Aaegypti, que ya se convirtió en la peor epidemia de los últimos años.
De acuerdo con datos del Ministerio de Salud, este año ya se han confirmado 465 casos de dengue. Es una cifra récord. Tan solo en la ciudad de Buenos Aires hay el triple de infectados que en 2019, cuando se registraron 66 pacientes. Hoy ya son 179 y la tendencia es creciente.
Los casos incluyen tanto infecciones importadas como autóctonas, es decir, de personas que se contagiaron en el extranjero y las que no tenían antecedentes de viajes.
El ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán, advirtió que se debe prestar especial atención al brote de dengue porque es un riesgo real y probado, y no surge a partir de especulaciones, como sí pasa con el coronavirus.
En la provincia, por ejemplo, hasta mediados de febrero se habían confirmado 96 pacientes con dengue. En el 95 % de los casos, previo a los síntomas habían viajado a Paraguay y Bolivia, y a provincias del norte argentinos como Formosa y Misiones.
El brote sorpresivo
A este panorama se suma un inusual brote de sarampión que ha sorprendido a las autoridades, y que podría ser resultado de las campañas antivacuna promovidas por grupos radicalizados que desconfían de la ciencia y que con su negativa a vacunar a sus hijos ponen en riesgo a la población.
La secretaria de Acceso a la Salud de la Nación, Carla Vizzotti, explicó en una entrevista con Radio Cítrica que desde agosto hasta ahora ya se registraron 144 casos de sarampión, lo que representa un nuevo brote después del que se padeció en el año 2000.
"Es una situación de mucha relevancia y preocupación, que nos cuesta muchísimo poner en agenda", advirtió la funcionaria en un momento en el que la atención de los medios sigue fija en el coronavirus.
Ni el dengue ni el sarampión logran cobertura pormenorizada, ni siquiera aunque haya víctimas fatales.
La semana pasada, un hombre de 73 años murió con diagnóstico confirmado de dengue, lo que no ocurría desde 2016. Y una mujer de 50 años falleció de sarampión. Es la primera que muere por esta enfermedad desde 1998, dato que incrementó la alerta de las autoridades porque demuestra los riesgos del renovado brote.
Cecilia González
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