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Los inesperados "cacerolazos" contra el gobierno en Argentina que desatan la "guerra de balcones" en plena cuarentena

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Los golpes a ollas y sartenes son respondidos con la marcha peronista, en una confrontación que puso fin a la tregua que marcó la primera etapa de la crisis por la pandemia.
Los inesperados "cacerolazos" contra el gobierno en Argentina que desatan la "guerra de balcones" en plena cuarentena

Los aplausos diarios a los trabajadores de la salud fueron desplazados por una disputa política que se libra balcón a balcón en las noches de cuarentena obligatoria en Buenos Aires.

Esta semana, parte de la oposición apeló a una demagógica estrategia para reclamar que funcionarios, legisladores y la clase política en general rebajen sus sueldos en un 30 % para usar esos recursos en el combate a la pandemia. Y lo hizo con una convocatoria a "cacerolear" desde ventanas, terrazas y balcones.

Solo así, los adversarios del gobierno peronista recuperaron parte del protagonismo mediático perdido en las últimas semanas en las que el presidente Alberto Fernández fortaleció su liderazgo, gracias a las radicales medidas de emergencia que tomó para enfrentar la crisis sanitaria que tiene en vilo al mundo.

Fernández logró, incluso, que líderes políticos rivales como el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, se sumaran y apoyaran al gobierno nacional. Los opositores más radicales y reacios a cualquier tipo de colaboración, en cambio, presenciaron cómo la popularidad del presidente crecía hasta superar el 60 %, mientras más del 90 % de la población respaldaba su manejo de la crisis.

Pero bastó que el presidente criticara a un acaudalado empresario para que reapareciera la polarización que ha predominado en Argentina durante más de una década. 

El fin de semana trascendió que Techint, la empresa constructora más importante del país, propiedad del multimillonario Paolo Rocca, despediría a 1.400 trabajadores en plena pandemia. El presidente se indignó. "Hay que ser solidario, ponerse en el lugar del otro y ayudarlo. Algunos miserables olvidan a quienes trabajan para ellos y en la crisis los despiden. A esos miserables les habló el papa Francisco. Ahora les digo yo que no dejaré que lo hagan", escribió en Twitter.

El domingo, al anunciar la extensión de la cuarentena obligatoria que los argentinos comenzaron el 19 de marzo, Fernández lanzó otra advertencia: "Acá de lo que se trata para muchos de los empresarios es de ganar menos, no de perder. Bueno muchachos, les tocó la hora de ganar menos". Y el lunes, en una entrevista radial confirmó que se refería a Rocca: "Has ganado tanta plata en tu vida, tenés una fortuna que te pone entre los más millonarios del mundo. Hermano, esta vez colaborá y hacelo con los que hicieron grande a tu empresa, con los trabajadores".

Ese día, los opositores más fanatizados defendieron a los empresarios y agitaron la propuesta de recortar salarios a los políticos. Por la noche, en la capital sonó el primer "cacerolazo". Medir la magnitud de la protesta fue imposible, apenas sugerida por la intensidad del ruido que salía de casas y departamentos y con las familias confinadas. Los promotores celebraron su "contundente éxito". Los oficialistas lo redujeron a un puñado de barrios y de clases sociales históricamente antiperonistas. Hubo denuncias de intentos de desestabilización. El clima de unidad nacional generado por el gobierno a raíz de la pandemia se resquebrajó.

La pelea se trasladó a las redes,  con insultos entre unos y otros. El "ruidazo" que se realizó horas antes por las víctimas de la violencia de género y los aplausos que a diario se rinden a los trabajadores de la salud quedaron opacados por un "cacerolazo", que se repitió el martes y al que simpatizantes del gobierno respondieron desde sus propios balcones poniendo a todo volumen el himno nacional, la marcha peronista o canciones de María Elena Walsh. Los vecinos pro y antigobierno quedaron identificados como nunca antes.

Los "cacerolazos" no evidenciaron solamente la todavía marginal inconformidad hacia el gobierno. Demostraron, además, la vigencia de las peleas internas de la alianza que el año pasado fracasó en su intento de lograr la reelección del expresidente Mauricio Macri. El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y la exgobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, quedaron desde entonces confrontados con el exjefe de Gabinete Marcos Peña y con el propio Macri.

En las últimas semanas, la imagen de Rodríguez Larreta se fortaleció por su actitud conciliadora y colaborativa con el presidente. Es el mejor camino del alcalde capitalino para erigirse como líder de la oposición (papel en apariencia destinado a Macri) y buscar la presidencia en 2023. Vidal también ofreció su respaldo al gobierno nacional durante la pandemia.

Por eso es que desde el oficialismo y sectores distanciados del macrismo adjudican la organización de los "cacerolazos" a Peña. La interpretan como un golpe directo al jefe de Gobierno capitalino, una manera de socavar la alianza gobierno-oposición que hasta hace poco era impensable y que tanto sorprendió, para bien, a gran parte de los ciudadanos.

La tensión en el macrismo la certificó la exdiputada Elisa Carrió, una de las voces opositoras más influyentes debido a su usual impacto mediático y quien, en esta ocasión, se puso del lado de Rodríguez Larreta para denostar a quienes quieren sacar rédito político de una pandemia. Macristas incluidos, como la exministra de Seguridad Patricia Bullrich.

El periodista Jorge Rial, en tanto, atribuyó a Peña la autoría de un tutorial para los "cacerolazos" que se seguirán replicando y que tienen una convocatoria especial para el próximo domingo. Las demandas incluyen, además de la rebaja de sueldos de funcionarios públicos, los testeos masivos para detectar contagios y suspensión de pago de impuestos.   

Con más humor, algunos usuarios bautizaron la agitada agenda política-nocturna-opositora desde el encierro como el "Cacerolapalozza" y diseñaron una detallada programación que incluye aplausos a los médicos, reclamo de bajas salariales en el sector público y críticas a la expresidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, entre otros irónicos reclamos.   

Mientras tanto, el presidente mantiene su agenda propia: no piensa rebajar los sueldos de los funcionarios, ya decretó la prohibición de despidos durante 60 días, sigue criticando a los empresarios que no quieren ceder ganancias en medio de la emergencia y reitera mensajes de unidad nacional. Su prioridad, más allá de los "cacerolazos" que irrumpieron esta semana en el panorama político, es mantener la cuarentena y contener la propagación del coronavirus.

Cecilia González

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