Sin fútbol ni turismo: ¿cómo resiste la crisis de la pandemia el mítico barrio argentino de La Boca?
A solo media hora en bus desde el centro de Buenos Aires, el barrio de La Boca es uno de los destinos ineludibles para cualquier turista que visite Argentina. Un paseo por el mítico 'Caminito' y sus calles aledañas de empedrado, permite apreciar la multiplicidad de colores estampada sobre los conventillos de madera y chapa, arquitectura preponderante de la zona. El sonido del tango, las pinceladas del artista Benito Quinquela Martín y la cancha del club Boca Juniors, completan una postal cargada de arte, fútbol y nostalgia.
Desde mediados del siglo XIX, funcionó allí el puerto natural de Buenos Aires, sobre la 'boca' del Riachuelo, desembocadura del Río de La Plata. Fue la actividad portuaria la que atrajo a numerosos inmigrantes, especialmente italianos genoveses, que se establecieron en la zona en busca de trabajo. La cercanía de la ribera explica las veredas altas, construidas hace más de 100 años para evitar inundaciones. Sobre estas, entremezclados con los conventillos, tradicionales cantinas y restaurantes, invitan hoy a tomar un café o una cerveza, o a comer un 'choripán' (sándwich de chorizo) contemplando un cuadro con la imagen de Maradona, Gardel o el 'Che' Guevara.
La Boca es, también, uno de los distritos donde se concentra la mayor pobreza de toda la Capital Federal argentina. Como desde su creación, sigue siendo habitada por un gran número de inmigrantes. Alrededor del 40 % de los vecinos provienen de Bolivia, Paraguay, y Uruguay. Muchos de ellos en casas compartidas por hasta 20 familias, bajo condiciones de hacinamiento y precariedad.
"Un pueblo fantasma"
Si la situación económica de cientos de familias de La Boca era adversa antes de la pandemia de coronavirus, ahora lo es mucho más. Es que el turismo y las actividades que rodean al fútbol y a Boca, frenadas por la declaración de emergencia sanitaria, son para el barrio una fuente de trabajo constante, aunque generalmente informal, que parecía inacabable y daba sustento a los vecinos.
Desde el inicio del aislamiento obligatorio decretado por el Gobierno de Alberto Fernández, 58 organizaciones sociales, políticas, instituciones religiosas y de la sociedad civil se dieron a la tarea de brindar apoyo a las personas que lo necesitan, formando la Red de Cooperación del barrio de La Boca. Se trata de un espacio multisectorial creado con el fin de ordenar la demanda en torno a los problemas que puedan surgir o agravarse producto de la pandemia de la covid-19.
En lo que respecta al trabajo informal, desde a implementación de la cuarentena han quedado parados desde el que cuidaba carros, pasando por el que vendía pochoclos (palomitas de maíz), hasta el que ofrecía postales, imanes o banderas de Boca, por citar algunos ejemplos. Pero también hay un segmento semi-informal comercial que tampoco puede trabajar. El Caminito tiene tres ferias de artesanos habilitadas por el Gobierno porteño, que ya habían dejado de instalarse desde tres semanas antes del confinamiento oficial, por prevención. Solo la feria emplea a unas 100 familias. Hoy, Caminito parece "un pueblo fantasma".
Natalia Quinto, referente de La Boca Resiste y Propone (Lbrp), describe el grave cuadro en diálogo con RT: "Antes de que se desatara la pandemia, en La Boca teníamos a 13.000 vecinos que estaban por debajo de la línea de pobreza. Imaginate cuántos puede haber ahora en esa condición", señala.
Sin datos precisos sobre los efectos que la crisis generó en las fuentes laborales no registradas de la zona, Mateo Breglia, de la Agrupación Vecinos de La Boca, que también integra la red, calcula que en esta situación hay entre 200 y 300 familias, aunque quizás sean más. "Hablamos de gente que quizás no necesitaba esta ayuda. Grupos familiares que, en general, suelen ser muy numerosos", añade Breglia.
Ante la crisis, la red está sosteniendo ollas populares en distintas zonas del barrio, de lunes a domingo para cenas, sábado y domingo almuerzo, y todos los días merienda. Se trata de un circuito que está por fuera de los programas de comedores comunitarios que ofrece el Gobierno de la Ciudad, y que, según destaca Quinto, cubre el doble de demanda que financia el estado local, gracias a donaciones, subastas y la ayuda de los vecinos.
Todos los días llegan mensajes a las redes de las organizaciones que componen la Red de Cooperación, de personas que no tienen medios para alimentarse. "Gente que jamás se hubiera imaginado tener que hacer una hora de cola para obtener un plato de comida o una bolsa de productos, sin saber si llegará a conseguirlo. Porque nuestros recursos son finitos, cuando se acaba, se acaba. Lamentablemente, todos los días se quedan personas sin comer", advierte la militante social.
Los riesgos para la salud
El hecho de que los vecinos tengan que salir todos los días a buscar alimentos, aumenta el riesgo de contagio en el barrio. En solo una semana, del 8 al 15 de mayo pasado, La Boca pasó de cero a 24 casos de coronavirus en total, según los informes epidemiológicos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
A esto se suman las malas condiciones habitacionales. El distrito del sur porteño cuenta desde 2006 con la Ley 2.240 de Emergencia Ambiental y Urbanística, aunque todavía no se cumple. "El principal problema que tenemos aquí es que muchos residen en viviendas multifamiliares. La problemática del hacinamiento la venimos denunciando desde hace 10 años. Cuando en una misma casa viven 22 familias que comparten baño y cocina, es decir, 70 personas en un solo domicilio, se hace muy difícil mantener las medidas de prevención adecuadas", manifiesta la referente de Lbrp.
Pero el coronavirus no es el único drama sanitario que atraviesa el barrio. También hay problemas de dengue y enfermedades respiratorias. Breglia remarca que la cercanía al Riachuelo, histórica y gravemente contaminado, es "la madre de un montón de pestes".
Un barrio solidario y acostumbrado a la lucha
Natalia Quinto cuenta que ante este grave panorama, el Gobierno de la Ciudad asiste "poco, mal y a destiempo". Y en cuanto a la ayuda de 10.000 pesos (147,30 dólares) que ofrece Nación, hay "gente que accede y gente que no". "No todos entienden la complejidad del trámite, ni tienen computadoras e internet en sus casas. Es muy difícil pensar la prevención si ante cada propuesta los vecinos van a tener que salir a la calle, ya sea a buscar la comida todos los días, o a inscribirse para recibir una asistencia económica", explica.
Afortunadamente, las colectas de donaciones realizadas por las organizaciones han sido muy exitosas. Y esto tiene una explicación: "La Boca es un barrio que está acostumbrado a dar respuesta ante la crisis. El músculo se activa ante cada necesidad. Hay una tradición de lucha, de resistencia y organización popular", sostiene el referente de la Agrupación de Vecinos.
Para Quinto, esto tiene que ver con el devenir histórico de la zona, con las inundaciones, con las corrientes migratorias de yugoslavos, rusos, turcos, italianos; comunidades que se ayudaban entre sí cuando llegaban para instalarse. La Boca es un distrito que funciona como un pueblo chico dentro de la Capital Federal, con una identidad muy marcada, por eso muchos la llaman la 'República de La Boca'.
"Vivir aquí tiene sus desventajas pero también sus virtudes. Hoy estamos compartiendo, como comunidad organizada, el momento que vivimos. Pero somos así desde que reclamamos la jornada de trabajo de ocho horas para el puerto. En esa instancia de memoria colectiva que tenemos, es que nos movemos para cooperar unos con otros, logrando dejar de lado cualquier diferencia", dice Quinto.
Y asegura: "El barrio no explota porque está la red de cooperación. Si no esto ya sería un caos".