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Avenida Corrientes, la glamorosa 'Broadway de Sudamérica' que intenta respirar normalidad

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La flexibilización de la cuarentena en Buenos Aires permitió la reapertura de librerías pero los teatros de esta zona, símbolo de la cultura latinoamericana, permanecen cerrados
Avenida Corrientes, la glamorosa 'Broadway de Sudamérica' que intenta respirar normalidad

Los telones no se abren. Tampoco hay mesas al aire libre con amigos, familias o parejas tomando un café o un helado. Las pizzerías están a oscuras, sin comensales que disfruten de pie y con prisas una porción de muzzarella. Los taxistas avanzan lento, a la espera de pasajeros que no aparecen. Los turistas son inexistentes.

Este es el paisaje de la Avenida Corrientes, un glamoroso ícono urbano de América Latina que intenta recuperar vestigios de una antigua normalidad que consistía en aglomeración de peatones, desfile incesante de extranjeros, tráfico intenso, luces de marquesinas con anuncios de estrenos o reposiciones de obras nacionales y extranjeras, de mayor o menor presupuesto, filas de espectadores ansiosos por una entrada, bares y pizzerías atestadas de clientes, librerías abiertas hasta la madrugada.

La pandemia arrasó con la cotidianidad de una avenida que mide 8,6 kilómetros, pero que tiene su punto neurálgico en la decena de cuadras que recorren el centro de la capital argentina y que albergan al Obelisco, monumento y símbolo nacional.

El ritmo cambió por completo en el país el 20 de marzo, cuando el presidente Alberto Fernández ordenó el cierre de fronteras y decretó la cuarentena obligatoria a nivel nacional. Las calles quedaron desiertas. Pero ya pasaron casi dos meses y la presión social logró flexibilizar el aislamiento incluso en la ciudad de Buenos Aires, a pesar de que ahora es el principal foco de contagios y muertes por coronavirus.

De a poco, el gobierno capitalino permitió el regreso de actividades comerciales que al principio de la pandemia fueron consideradas no esenciales. Las librerías fueron beneficiadas, así que las que están ubicadas sobre Corrientes reabrieron sus puertas de inmediato.

Pero los lectores de uno de los países de América Latina en donde más se lee todavía escasean. Las novedades editoriales colocadas en las mesas son, en su mayoría, las mismas de hace un par de meses. Las distribuidoras recién comienzan a surtir nuevos títulos que podrían mitigar la crisis de una industria que, como casi todas, padece un estado de emergencia que los libreros intentaron contrarrestar durante la pandemia con la venta de libros a domicilio que se mantiene en medio de esta incipiente reapertura de locales.

La metamorfosis es evidente. Ahora el amontonamiento de compradores está vedado. Para poder tener las persianas abiertas, cada librería avisa con letreros en la entrada que sólo se permite el ingreso de un máximo de dos, tres, cuatro, seis personas. El número depende del tamaño del negocio. Algunas ya colocaron botellas de gel. El suministro es obligatorio antes de entrar y cuando se está por salir. "Se ruega el distanciamiento social", insiste el mensaje colocado en una vitrina.

En las librerías asoma una esperanza de reactivación que, por ahora, en los teatros es inexistente. Salvo la producción de un monólogo, la obligatoriedad de distancia física condiciona la creatividad de puestas en escena en las que actrices y actores deberían estar separados un metro, como mínimo. Los musicales con multitud de bailarines hoy son impensables, tanto como las localidades agotadas. En el escenario más optimista, los empresarios podrían vender a lo sumo la mitad de entradas para garantizar una separación de por medio entre los espectadores.

Ahora ni siquiera eso se puede planear. Por eso, las cortinas de acero cubren las entradas de los teatros que lograron que, desde hace décadas, la Avenida Corrientes se conociera como 'la Broadway de Sudamérica'.

El Gran Rex, que con sus 3.262 asientos es uno de los más grandes, mantiene el anuncio del "próximo" estreno de "Casados con hijos", obra que apuntaba a ser uno de los grandes éxitos de 2020 pero que la pandemia pospuso para el próximo año, aunque todavía sin fecha definida. En el Teatro El Nacional, las rejas cubren los carteles de "Una semana nada más", uno de los hits de la temporada de verano que estaba terminando cuando estalló el coronovirus.

"Bajemos el telón para cuidarnos. Habrá tiempo de volver al teatro", anuncia la pantalla electrónica gigante del Multiteatro. A un costado, una de las propagandas del gobierno de la ciudad asegura: "El esfuerzo valió la pena, no nos descuidemos ahora". El Teatro Astral, de plano, luce sus pantallas apagadas. El negro intenso que ocupa el espacio en donde debería haber luces e imágenes coloridas le da un aspecto todavía más sombrío al barrio.

En Corrientes y Montevideo hay un par de mesas solitarias cubiertas por una sombrilla, pero sin sillas a la vista, no vaya a ser que algún despistado se confunda y pida un café cortado con leche y un tostado de jamón y queso. Abundan los anuncios de "se alquila". Son negocios que no lograron sobrevivir a la pandemia.

"Delivery" y "take away" son anglicismos repetidos a lo largo de la Avenida Corrientes, porque servicio a domicilio y para llevar son hoy las únicas alternativas de los negocios de comida que bloquean puertas, que colocan anuncios tipo: "Se atiende por la ventana"; que sólo permiten el paso a mozos y cocineros. En sus salones a oscuras, las sillas están volteadas encima de las mesas, sin plazo para poder ponerlas al servicio de algún cliente. Mientras tanto, los repartidores ejercen el inesperado papel protagónico que les otorgó la pandemia y esperan con paciencia y acompañados de sus bicicletas a que llegue un pedido.

La venta de flores es una de las actividades permitidas, pero en los puestos callejeros los vendedores se diversificaron para ponerse a tono con la época y ofrecen lo mismo rosas, margaritas y lirios, que incienso, alcohol en gel y tapabocas lavables o de un solo uso, de tela simple o con doble filtro, blancos o de colores, a dos por un dólar.

Los avisos oficiales que recuerdan la crisis invaden por doquier. En las entradas del metro: "Ayudemos entre todos a prevenir el coronavirus". En las pantallas electrónicas públicas: "Mantené la distancia". En las aceras: "Mantener distancia es cuidarnos". En carteles de todo tipo: "Nos cuidamos entre todos".

Algunos van acompañados de un "por favor" o "¡gracias!". Es un margen de amabilidad que se desdibuja ante la desconfianza de los escasos peatones que frenan para no acercarse demasiado a otro, que se miran con temor, que se alejan lo más posible. Pero casi ninguno vino a la Avenida Corrientes a pasear ni a trabajar porque aquí, como en gran parte del mundo, esa antigua normalidad, por ahora, no existe.

Cecilia González

 

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