La de Keith Gambrell podría ser una más de las trágicas historias de gente que perdió a sus familiares, en este caso a su padre y a su abuelo, por coronavirus en EE.UU., la nación con el mayor número de infectados, más de 1,5 millones, y que ha superado los 93.000 fallecidos.
"¿Por qué no tenemos suficientes test si este problema es tan grande? Entonces, ¿por qué empujan a la gente a morir en sus casas diciendo que vuelvan al hospital si necesitan ayuda? Llegado ese punto ya es demasiado tarde. Yo culpo al gobierno y a todo el sistema de salud. Ambos fallan a los ciudadanos estadounidenses", razona Keith.
Su abuelo David, de 76 años, fue el primero que tras varios intentos recibió por fin un test de coronavirus, pero para cuando el resultado llegó ya tuvo que ser conectado a un respirador artificial.
La situación todavía fue peor para el padre de Keith, Gary, un hombre de 56 años, quien a pesar de presentar síntomas severos le negaron reiteradamente en tres hospitales realizarle la prueba del coronavirus. Tan solo le mandaron a casa a "descansar" y controlarse la fiebre.
La noche del 6 de abril el abuelo de Keith, David, murió en el hospital y, esa misma madrugada, Gary, su padre, falleció en su domicilio sin siquiera haber recibido atención médica.
Falta de test
La falta de test en EE.UU. es algo que vienen denunciando muchos estados, pero Keith no cree que esa escasez sea la única causa de lo ocurrido.
"Mi papa fue corrido al fondo de la lista para recibir el test porque era negro. Él estaba básicamente en hospitales de vecindarios de gente blanca. Solo lo miraron y lo empujaron por la puerta hacia afuera para que se fuese a su casa y muriese", denuncia.
El padre de Keith era diabético, por lo que era considerada una persona de alto riesgo. "Él informó que había estado expuesto, que el virus estaba a su alrededor y ellos siguieron empujándolo para que fuera a su casa a morir. Y eso hizo, mi papa murió en casa", lamenta.
Como si todo eso no fuera suficiente, la madre de Keith también enfermó de coronavirus y fue hospitalizada, pero después fue enviada a su casa igual que su marido. Sin embargo, a la semana siguiente tuvo que volver al hospital. Tenía sangre en los pulmones y ahí es cuando empezó a recibir la atención apropiada.
Rechazo sistemático
Es importante destacar que, según los expertos en salud, el test no salva la vida de nadie. Aunque es cierto que para aquellos que son pacientes de riesgo supone la puerta a recibir a tiempo prioridad en la atención hospitalaria y de aumentar así sus oportunidades de sobrevivir.
Esto es lo que se le negó sistemáticamente a esta familia afroamericana de Michigan. Y el dato sobre el origen étnico no es algo que se pueda pasar por alto cuando las mismas cifras oficiales demuestran que quienes más mueren son afroamericanos y latinos.
La directora de programas de salud comunitaria de la organización social CHEER, Lucía Zegarra, asegura sentirse "triste" de que las personas proveedores de salud no tengan ese "código" de servir a la gente.
"Es muy importante reportar este tipo de racismo porque de lo contrario no va a parar", sentencia Zegarra.
Hay que agregar por último que, según estas organizaciones, cuando alguien muere de coronavirus en su casa es difícil que entre en las estadísticas, porque el proceso para confirmar la enfermedad post-mortem es un procedimiento complicado y que se retrasa mucho más.
Aun así, EE.UU. sigue siendo el país con más contagios y más muertes del mundo. Esta semana, Trump dijo que las alarmantes cifras "son una insignia de honor" en relación al éxito de los test. Para Keith Gambrell, su familia y tantos otros, nada puede estar más alejado de esa definición.