¿Lavarse las manos o beber? Es una pregunta que millones de personas en el mundo se plantean día a día en medio de la pandemia por covid-19. Mientras que en el llamado primer mundo la respuesta parece muy clara, las cifras arrojadas por UNICEF y algunas ONG en lugares como en Siria, Yemen, partes de Brasil o África alimentan una polémica por la gestión de un recurso tan básico como vital.
Los barrios marginales, los campamentos de refugiados o los asentamientos esporádicos son el epicentro de una dicotomía en la que el agua es el denominador común. Tan difícil es obtenerla para la supervivencia diaria como complicado resulta que se use para prevenir la propagación del coronavirus.
Gregory Bulit, encargado del equipo de agua y saneamiento de UNICEF, esboza que es complicado sin una profunda investigación relacionar la falta de agua a la propagación del virus, pero subraya que las paupérrimas condiciones de algunos lugares son más propicias para la extensión de la pandemia. "Lo que sabemos es que, sin agua, el riesgo aumenta", apostilla en una entrevista concedida a AP.
Regiones como la árabe, con más de 74 millones de personas sin acceso a una instalación básica de agua para lavarse las manos, dibujan una idea de la difícil situación. De hecho el grupo caritativo WaterAid va más allá y estima que para 3.000 millones de personas (desde Brasil, pasando por Yemen y terminando en algunas zonas de Siria) lavarse las manos con agua y jabón es un lujo al alcance de muy pocos.
Los conflictos sirio o yemení o la vulnerabilidad de las comunidades indígenas en la selva amazónica son solo algunos ejemplos que evidencian la vulnerabilidad de colectivos como los refugiados o desplazados forzosos que a duras penas pueden obtener el acceso a un pozo de agua no potable o a algún camión cisterna, donde lo que casi menos importa es la distancia de seguridad o la transmisión del covid-19.
En África más de la mitad de los 1.300 millones de personas del continente deben abandonar sus hogares para obtener agua, según el grupo de investigación del Afrobarómetro. Pero una vez que llegan al lugar de abastecimiento la aglomeración entorno a un grifo se transforma de ser una fuente de ayuda en un foco de infección.
"Son criaderos potencialmente peligrosos para el virus", afirma para AP Maxwell Samaila, gerente de programa del grupo de ayuda Mercy Corps en Nigeria. Una opinión que comparte en el mismo artículo Bram Riems, un asesor sobre agua, saneamiento e higiene de Action Against Hunger, afirmando que "hay 200 personas que tocan el grifo una tras otra".