Los animales fueron los primeros en ir al espacio y hoy en día su participación en el estudio del cosmos sigue siendo indispensable. Ahora se planean estudios con animales en el espacio para prepararse para futuros vuelos interplanetarios tripulados.
En el 2023 la agencia espacial rusa, Roscosmos, tiene programado enviar al espacio el biosatélite Bion-M 2 con ratones a bordo. Además, viajarán diferentes microorganismos que participarán en investigaciones celulares y experimentos tecnológicos.
Debido al elevado número de solicitudes de científicos de distintos países para estudiar a los roedores después del vuelo espacial, se decidió distribuir tejidos de los animales y no los propios ratones entre los investigadores. "Así, los científicos podrán obtener la mayor cantidad de información posible de la parte del animal que recibirán", explicó Vladímir Sychov, el subdirector de ciencia del Instituto de Cuestiones Biomédicas de la Academia de Ciencias de Rusia, a RIA Novosti.
Sychov también contó que la investigación se efectuará en grupos y en colaboración con especialistas extranjeros. Científicos de Estados Unidos, Francia y Alemania mostraron un gran interés para participar en los estudios de los ratones después del vuelo.
El primer satélite Bion-M fue lanzado en el 2013 con diferentes animales a bordo, como por ejemplo ratones, caracoles, gecos, peces y varios microorganismos. Después de haber pasado 30 días en la órbita, todos fueron investigados por los científicos y se descubrieron algunos efectos que tuvo el viaje espacial sobre los animales, como que la capacidad de aprendizaje se redujo un 30 % en los animales. Estudios han señalado que es muy probable que hubiera una reacción similar en humanos.
Además, en gravedad cero, la sangre fluye hacia la cabeza, aumentando la presión craneal. Se creía que al expandir o estrechar las arterias, la presión sobre el cerebro podría disminuir. Sin embargo, el estudio en animales mostró que la arteria cerebral en el espacio detiene por completo cualquier expansión y estrechamiento. Este resultado hace posible sugerir cambios serios en seres humanos durante los vuelos interplanetarios.